El problema no son los perros

Diario de València

El problema no son los perros
Periodista

Coincido con mi amigo y escritor Ferran Torrent: valoro más la lealtad de un perro que la de un ser humano. O dicho de otra manera, me encantan los canes. Y eso que hace tres semanas uno de buen tamaño llamado “oso” me mordió en la pierna al tratar yo de defender a mi perra, como bien saben mis amigos: herida leve pero mucho rollo con las vacunas y los antibióticos. En este caso, como en otros, el problema no fue el can, que actuó por instinto (debió de gustarle mi “Roma” y como esta se negó al cortejo se puso tonto y le quiso hincar el diente), sino de la irresponsable de su dueña por no educar bien al animal y no llevarlo con bozal con los antecedentes que tenía la mascota, según pudo verificar la investigación policial. El suceso se produjo en los días en los que algún dirigente del PP calificaba a Pedro Sánchez de “galgo de Paiporta” por haberse marchado de esta población tras la agresión, y la amenaza de más acciones, que sufrió junto al Rey y a Carlos Mazón. Hace pocos días, un diputado valenciano de este partido ampliaba las comparaciones tildando a Diana Morant de “caniche” y a Pilar Bernabé de “ratonera”, razas, ambas, muy simpáticas y que abundan en los pipicanes de los barrios valencianos.

Pilar Bernabé ayer con un perro

Pilar Bernabé ayer con un perro “ratonero”

LVE

Frivolizar sobre los riesgos a la integridad física es un ejercicio peligroso, al igual que tomarse en broma las amenazas de muerte que se están lanzando en las redes sociales contra el president valenciano. Una amenaza, por leve que parezca, es un acto de violencia, y si esta se traduce en un acoso físico, que es lo que sufrió Sánchez, la condena unánime de todos los partidos políticos debe ser inmediata. Tomarse a cachondeo lo del presidente del Gobierno supone tener poco sentido común y dar cobertura a que otros se animen al ejercicio del matonismo. También Carlos Mazón, aconsejado por su equipo de seguridad, tuvo que suspender recientemente su visita a las fiestas de Castellón. Sería lamentable que alguien en la izquierda haga chanza también con la decisión adoptada para proteger al president. Es de agradecer que, además, la policía nacional esté actuando con contundencia, localizando y deteniendo a estas personas que han lanzado las amenazas contra el jefe del Consell para que la justicia les deje claro que hay líneas rojas que nunca se deben cruzar. No hay medida más disuasoria para estos violentos que saber que su acción no va a quedar impune. 

Pero la solución no puede ser solo policial, debe haber un ejercicio responsable de la crítica política y evitar, rotundamente, que nadie, tampoco en la izquierda (donde alguno se ha pasado de la raya en las redes sociales) relativice hechos que deben encontrar un amplio rechazo institucional, de todos los partidos y de la sociedad civil. Bastante dolor y malestar social existe ya con los efectos de la dana, que ha provocado 228 muertos y decenas de miles de damnificados, como para no valorar los efectos que supone añadir más tensión desde las instituciones y por parte de algunos actores políticos. Para ello es fundamental comprender el contexto valenciano y, en la medida de lo posible, alejarlo de las dinámicas polarizadas que la política nacional está expandiendo en toda la geografía española, aunque esto parezca, a estas alturas, casi imposible.  

A diferencia de los perros, a los seres humanos se les presupone que son conscientes de las consecuencias de lanzar amenazas o generar un clima de crispación que anime a algunos a cometer actos violentos"

A diferencia de los perros, a los seres humanos se les presupone que son conscientes de las consecuencias de lanzar amenazas o generar un clima de crispación que anime a algunos a cometer actos violentos. Dicho de otra manera, un can no puede asemejarse a un ser humano, al margen de fantasías cinematográficas o de relatos infantiles, porque no dispone de la capacidad cognitiva para distinguir el bien del mal. Pero en ocasiones sucede lo contrario: abundan las personas que se acaban comportando como animales, con las consecuencias señaladas. Para que esto no suceda, son los líderes políticos los que deben dejar claro que conductas son intolerables y si alguien del partido no cumple con las normas se le debe poner un bozal, entendido como metáfora de la censura inmediata que debe establecerse sobre esa conducta. Puestos a seguir con el ejercicio comparativo, los hay en política a los que les gusta mostrarse como perros rabiosos, ignorando que los canes solo atacan cuando se sienten amenazados o por necesidad: en el caso de los humanos es, simplemente, maldad, y esa cualidad no existe en el universo canino.  

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