Las víctimas de la dana

Diario de València

Las víctimas de la dana
Periodista

En la vida pública, hay momentos en los que la ética debe prevalecer sobre la estrategia partidista, en los que el deber de un gobernante es, simplemente, escuchar, acompañar y actuar con humanidad. Los familiares de las 228 víctimas y los afectados de la dana que asoló la Comunitat Valenciana el pasado 29 de octubre no son un colectivo más: son personas que perdieron seres queridos, hogares, la tranquilidad de sus vidas ante la fuerza devastadora riada y, en muchos casos, el futuro. Su dolor no entiende de colores políticos, ni sus demandas deberían ser instrumentalizadas por nadie. Por eso resulta, cuanto menos, sorprendente que ni Carlos Mazón, ni los dirigentes del PP valenciano, se hayan desmarcado con rotundidad de las declaraciones de Vox, que llegó a tildar a estas asociaciones de “no verdaderos afectados sino verdaderos interesados”. Esta actitud de la derecha extrema no solo es moralmente reprobable, sino que revela una profunda desconexión con el sufrimiento de quienes más necesitan el apoyo de las instituciones.

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Dos familiares de víctimas de la dana 

Ana Escobar / EFE

Basta observar un curioso contraste: mientras la Generalitat Valenciana —gobernada por el PP en coalición con Vox— no ha recibido a estas asociaciones de víctimas ni ha rendido homenaje a los muertos, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, les han abierto sus puertas. Este contraste no es un simple gesto protocolario; es un síntoma de la fractura entre el gobierno autonómico y los damnificados en comparación con unas instituciones europeas, gobernadas, por cierto, por dirigentes que forman parte del Partido Popular Europeo. Al menos, formalmente, reconocen el valor de escuchar a quienes han padecido una tragedia. ¿Cómo es posible que Bruselas muestre más empatía que Valencia? La respuesta es clara: porque en la Comunitat, la sombra de Vox condiciona la acción de un PP que, en su necesidad de mantener el poder, ha renunciado a principios básicos de su ideario político por sus pactos con la derecha extrema; principios perdidos por el PP valenciano que debería recuperar.

No se trata de un asunto ideológico, sino humano. Las víctimas de la dana no piden privilegios, sino justicia, prevención y reparación. Exigen que no se repitan los errores de gestión que agravaron los efectos de las lluvias torrenciales, que se investiguen las responsabilidades y que se implementen medidas para proteger a la población frente a futuros desastres. Son demandas legítimas, nacidas de la experiencia del dolor, y ningún gobierno democrático debería negarse a atenderlas. Sin embargo, Vox ha optado por la descalificación más dura: insinuar que detrás de estas reivindicaciones hay intereses espúreos. Esta retórica, propia de quienes ven conspiraciones incluso en el luto ajeno no encaja con una formación elegida democráticamente. Y lo más grave es que Carlos Mazón, en lugar de rechazarla con contundencia, ha eludido distanciarse de sus socios, de momento.

El mensaje que envía esta actitud es demoledor: para el PP valenciano, mantener la paz con sus socios de derecha extrema le obliga a dejar de ser un partido empático con el dolor. Es una lógica equivocada, pero coherente con la deriva de una formación que, en otras autonomías, también ha normalizado pactos con formaciones que trivializan la violencia machista, niegan el cambio climático o, como en este caso, ofenden a las víctimas de una tragedia. El problema no es solo que el PP valenciano haya pactado con Vox sino que permita que su socio difame impunemente a colectivos vulnerables sin alzar la voz.

La prioridad de cualquier gobernante debería ser estar al lado de quienes más lo necesitan, especialmente cuando han perdido tanto. Las víctimas de la dana, que Vox no quiere que comparezcan en la comisión de investigación de les Corts, no son un obstáculo para la gestión; son la razón misma de la política. Su dolor debería ser escuchado en primer lugar, no ignorado o cuestionado. Y sus exigencias, por incómodas que resulten para el poder, son legítimas, porque nacen de una herida que no cierra. Un gobierno que las desdeña no solo comete un error político —pues alimenta el desencanto ciudadano—, sino que traiciona su propia razón de existir: servir a las personas.

Las víctimas de la dana y sus asociaciones no son un obstáculo para la gestión ni enemigas de las instituciones; estar a su lado es razón misma de la política. Su dolor debería ser escuchado, no ignorado o cuestionado: en Bruselas serán recibidas”

Es hora de que Carlos Mazón rectifique y se ponga del lado de las víctimas por duro que pueda ser escuchar lo que estas asociaciones le dicen; puede hacerlo. De que demuestre, con hechos y no solo con palabras, que su gobierno no está secuestrado por los prejuicios de Vox, que ya condiciona toda la política valenciana como se ha visto esta semana en las Corts: basta ver lo sucedido con las enmiendas a la Ley de Acompañamiento. De que reciba a las víctimas, asuma sus demandas y repudie sin ambages las calumnias lanzadas contra ellas. Si no lo hace, la desatención al dolor de las víctimas acabará por convertirse en un déficit que dañara la acción política de la Generalitat Valenciana. Y esa política es la que acaba destruyendo a los líderes, basta con ver el pasado reciente de la Comunidad Valenciana para comprobarlo.

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