Lo dijimos hace unas semanas: todo comenzó de la mano de José Luís Ábalos. Con dos secuencias. La primera, la recuperación de la Secretaría General del PSOE en un trayecto que comenzó en una localidad valenciana y, posteriormente, la moción de censura contra Mariano Rajoy que permitió a Pedro Sánchez alcanzar la Presidencia del Gobierno. Es el inicio de una historia, relato como se dice ahora, donde la honradez se presentaba como elemento de contención, y alternativa, a la mancha de la corrupción que había erosionado al PP con especial afectación en Valencia y Madrid y con el caso Gürtel como trama principal. Ese fue el comienzo, y ahora todo apunta de que Jose Luis Ábalos vuelve a ser el protagonista que otorga al argumento un epílogo que es, también, el fin de una historia, con consecuencias inevitables, para los coprotagonistas, para la socialdemocracia española y para el Gobierno.
Pedro Sánchez junto al secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán.
No es la primera vez que la doble función de secretario de Organización y ministro de Fomento acaba golpeando al PSOE (José Blanco se salvó por los pelos); es lo que tiene confundir los papeles de gestor de la cartera con más recursos públicos con funciones orgánicas en la formación. Pero el escenario de esta historia se ve agravado por un modelo de partido en el que la jerarquización y la renuncia a otorgar voz, y capacidad de influencia, a los órganos federales y a las propias federaciones, ha acabado debilitando la discusión interna. Con un líder que hace tiempo renunció a ofrecer explicaciones, dentro y fuera del PSOE, que pudieran atemperar una sospechas que ahora están confirmadas por las pruebas. El precio que puede pagar el socialismo español es enorme, pues si esta historia se inició motivada por el rechazo a la corrupción, difícil será justificarse ante unos hechos que extenderán la decepción y obligarán a plantear la posibilidad de adelantar elecciones si los socios de Sánchez marcan distancia.
El informe de la UCO, con el hedor de las mordidas, parece el epílogo de una historia iniciada por Ábalos hace siete años, con consecuencias inevitables, para los coprotagonistas, para la socialdemocracia española y para el Gobierno”
Recientemente, un alto cargo de La Moncloa comentaba en una cena en València que de todos los sucesos que erosionaban a Pedro Sánchez y que son portada en los medios de comunicación, el caso Koldo o caso Ábalos, era el que quitaba el sueño al Gobierno. Días después se producía el registro de la UCO en la casa de València del exministro, el mismo que autorizó recientemente a un medio de comunicación a divulgar sus mensajes de Whatsaap con el propio Pedro Sánchez. Síntoma inequívoco de que esta historia estaba dando un giro dramático. Con afectación directa al presidente del Gobierno, aunque se tratara de mensajes que no apuntaban a ninguna conducta delictiva pero que aventuraban un fatal desenlace. Pero el informe conocido ayer contra Santos Cerdá carga de pesimismo el momento el PSOE. Mientras, las derechas creen haber encontrado el material adecuado para reivindicarse contra los orígenes de la historia que un día inició Pedro Sánchez para restaurar la dignidad de la política con el lema “no es no” a la pestilente corrupción. Ahora, es en el PSOE donde el hedor de las mordidas amenazan con empujarlo al abismo. Pero ya se sabe, en ningún sitio está escrito que los finales de las historias deban ser felices, y este ya no lo va a ser.
