Nuestro rincón favorito

Breve relato de verano

Nuestro rincón favorito
Jose García Pastor
Periodista

Nos retamos con la mirada. Todos los días. A eso de las seis de la tarde me siento frente a ella, imitando esa postura indolente pero elegante, adelanto el pie izquierdo por delante del derecho, como lo hace ella, y la miro. Ella también me mira. No se ríe. Yo tampoco. Quedamos en tablas.

El cuadro ‘Joaquina Candado’ de Francisco de Goya se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Valencia

El cuadro ‘Joaquina Candado’ de Francisco de Goya se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Valencia

Museu Bellas Artes de València

Ya le he dicho que vengo cada tarde porque hace mucho calor fuera y aquí está refrigerado, con esa temperatura constante que la mantiene con el mismo brillo en la piel y sin arrugas. Está igual que el año pasado, no ha envejecido nada.

Es lo primero que le dije al verla este verano, pero ella ni se inmutó ni me dio las gracias. Es bastante áspera en el trato. Si me gusta su compañía es por esa mirada dulce que me da tranquilidad.

Y porque me guarda todos los secretos que le cuento. Yo también soy su confidente. Sé que está embarazada. No me lo ha dicho, pero el vestido es amplio y ahuecado para disimular su barriga y el pecho abultado, lo propio en una gestante avanzada. Necesita sentarse para descansar y elige como yo este rincón de la ciudad fresco y limpio, que es nuestro favorito.

Le he recomendado que se haga baños de agua fría con sal para que no se le hinchen los pies, es un remedio que me enseñó mi abuela con mi primer hijo; con el segundo, se me olvidaba ponerlos a remojo y con el tercero ni me acordé un solo día.

Ella no va a tener problemas económicos para sacar adelante la prole. Las ropas caras que lleva la delatan. Es una mujer con mucho estilo, lleva guantes amarillos en el mes de julio, aunque, a decir verdad, cuando se lleva un rato largo aquí dentro, el frío del aire acondicionado se cala hasta los huesos.

La de veces que le he preguntado dónde se ha comprado la blonda de la mantilla que se echa por la cabeza. No abre la boca. Qué reservada es. He pasado por tejidos Marina y por Julián López, pero no encuentro la tela. Tiene apresto; me vendría bien para procesionar el día del Corpus Cristi. El vestido lo encuentro caluroso, aunque sea de gasa, y además tiene un corte decimonónico. Le he dicho que se tiene que modernizar un poco, ni caso me hace.

Espero que su marido sea un hombre cabal y responsable. El mío lo fue mientras tuvo trabajo. El día que se cerró el despacho donde ejercía como abogado, lo perdí para siempre.

Las mañanas las pasaba durmiendo y las tardes en cafeterías o en bingos, bebiendo y jugando un dinero que no teníamos. Llegaba de madrugada e impregnaba las sábanas de un olor agrío que me producían arcadas.

Se me está haciendo tarde; es hora de irme. Qué pereza salir a la calle a sufrir el depredador viento de poniente. Le pediría el abanico que tiene en su mano izquierda porque ella no lo va a necesitar”

Me ha dado muy mala vida este marido mío. Me prometió que me dejaría estudiar historia del arte en la universidad y tuve que ponerme a trabajar. Por eso vengo tanto al museo. Me gusta contemplar la belleza de estas paredes y me abstraigo de la fealdad que me espera en casa.

Se me está haciendo tarde; es hora de irme. Qué pereza salir a la calle a sufrir el depredador viento de poniente. Le pediría el abanico que tiene en su mano izquierda porque ella no lo va a necesitar. Quizás se lo podría quitar en un descuido, pero temo que ese pequeño cachorro lanudo que tiene a sus pies saldría detrás de mi mordisqueándome los tobillos. En fin, tengo que hacerme el ánimo y salir sin escudo.

-Adiós, Joaquina, a ver si mañana estás más habladora.

(El cuadro ‘Joaquina Candado’ de Francisco de Goya se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Valencia)

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