El 9 d’Octubre, día grande de los valencianos, tiene una tradición ambivalente. Por un lado, es la festividad cívica y cultural que nos recuerda los orígenes históricos de los valencianos como pueblo. Por otro, es un escaparate donde las tensiones políticas, sociales y hasta identitarias afloran con facilidad. A nadie se le escapa que, en más de una ocasión, la procesión cívica se ha visto alterada por insultos, abucheos o incluso episodios de grave violencia. Desde los años de la Transición hasta fechas mucho más recientes, grupos organizados de la ultraderecha han convertido, en no pocas ocasiones, lo que debería ser una celebración pacífica en un campo de batalla. Precisamente por eso, resulta incomprensible que un partido como el PSPV, con políticos que han sufrido en sus carnes no pocas agresiones en esa jornada en el pasado (me viene a la memoria Ricard Pérez Casado como ejemplo), decida “agitar” de antemano el ambiente de cara a este 9 d’Octubre.
Las declaraciones del secretario de Organización del PSPV, Vicent Mascarell, cuestionando la participación de Carlos Mazón en la procesión por “ensuciarla”, fueron el primer paso. Después, la ministra y secretaria general del partido, Diana Morant, dobló la apuesta en la misma dirección calificando su presencia de “provocación”. La estrategia es clara: presentar al president de la Generalitat como un invitado incómodo en la fiesta por su gestión de la dana. Pero el problema es que Mazón, por muy cuestionado que esté por lo sucedido el 29-O, jornada en la que murieron 229 personas, no es un invitado: es el president, y como tal tiene la obligación de estar y de representar a todos los valencianos. Discutir este hecho elemental es un error político que ignora el sentido democrático de las instituciones.
Se puede —y se debe— criticar la gestión de Mazón, tanto en lo cotidiano como en cuestiones extraordinarias como la respuesta a la dana, sobre la que aún no conocemos toda la verdad y sobre la que una jueza está realizando una instrucción ambiciosa. Seguimos sin saber todo lo que hizo el president en las horas claves de esa jornada. Se puede cuestionar su proyecto, su modelo territorial o su alianza con Vox, con los efectos ya conocidos. Lo que no puede hacer el PSPV es alimentar la idea de que su sola presencia en la procesión cívica es un motivo de agravio o de alteración de la convivencia. Con ello, lo único que consigue es situarse en el bando de los agitadores, en vez de proyectar la imagen de un partido de Estado que busca estabilidad y paz social.
Lo que no puede hacer el PSPV es alimentar la idea de que la presencia de Mazón en la procesión cívica es un motivo de agravio o de alteración de la convivencia
No hay que olvidar que en el 9 d’Octubre confluyen factores delicados: reivindicaciones políticas, protestas sociales, manifestaciones culturales y, en ocasiones, la presión de grupos ultras que aprovechan la jornada para exhibirse. Este año, además, se celebra en un clima de dolor por la tragedia de la dana y por la indignación de las familias de las víctimas mortales que exigen saber la verdad de lo que sucedió. Si a ese cóctel se le añade el combustible de un discurso que señala al president como alguien cuya presencia molesta, el riesgo de que se produzcan altercados crece exponencialmente. Y eso es lo último que necesita la sociedad valenciana en su día grande.
Además, la carga de responsabilidad no recae solo sobre Mazón. La propia delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, tendrá que desplegar un dispositivo para garantizar la seguridad de todos los representantes institucionales y de los ciudadanos que acudan a la cita. Alguien en su mismo partido debería ser consciente de que no es lo mismo gestionar la seguridad en un acto con tensión contenida que hacerlo en un acto previamente envenenado por la dialéctica política. El PSPV, en este punto, debería estar ayudando a rebajar la crispación, no a incrementarla.
El 9 d’Octubre no necesita más fuego. La política valenciana, tampoco. El PSPV tiene ante sí la difícil tarea de rehacerse como alternativa creíble al actual Consell. Para ello debe recuperar el terreno del centro político, mostrarse responsable y transmitir una imagen de madurez. Colocarse en la trinchera de los agitadores puede servir para contentar a los más enfadados, pero difícilmente ayudará a ganar elecciones. Más bien, refuerza la posición de Mazón, que podrá presentarse como víctima de la oposición.
Los socialistas valencianos harían bien en recordar que la política no consiste solo en la oposición sistemática. También implica cuidar las instituciones, preservar la convivencia y garantizar que, al menos en el día de todos, los valencianos podamos celebrar sin miedo nuestra festividad. Estamos viendo cómo desde hace tiempo la polarización, muy alentada por la derecha extrema, está dañando la convivencia democrática. Por eso el 9 d’Octubre debería unirnos en la diferencia, no dividirnos aún más. Y el PSPV, formación que fue la que apuntaló la transición en la Comunidad Valenciana en tiempos de acoso ultra y que se partió la cara (literalmente) por consolidar la autonomía valenciana, debería ser el primero en exigir que en esa jornada ningún acto empañe la memoria histórica de los valencianos. Tengamos la fiesta en paz.


