“Optimización de flujos”. El redactor anotó y subrayó la sugestiva expresión. La acababa de pronunciar uno de los dos directivos de una empresa madrileña a la que la Generalitat Valenciana había encargado la redacción del master plan de Ciudad de la Luz. Estamos en 1997. La rueda de prensa, celebrada en el CDT de Alicante, la dirigía Fernando Modrego, entonces subsecretario de Urbanismo y Obras Públicas del Consell que presidía Eduardo Zaplana (un año más tarde sería Conseller de Medio Ambiente).
Con todo detalle, Modrego explicó el proceso urbanístico mediante el cual, tras expropiar terrenos a diversos propietarios, la administración valenciana iba a preparar un gran espacio al sur de la ciudad de Alicante, en el paraje de Aguamarga, para realizar un proyecto del que solo se conocía el nombre: Ciudad de la Luz. El lugar iba a contar, incluso, con un apeadero para el ferrocarril, que desde ahí continuaría hasta el aeropuerto.
¿En qué consistía la 'optimización de flujos' que, según los redactores del master plan, era el factor clave en el proyecto?
Pero, ¿en qué consistía la 'optimización de flujos' que, según los redactores del master plan era el factor clave en el proyecto 'Ciudad de la Luz'? Según los ejecutivos contratados, por 'optimizar flujos' se entendía sacar el máximo partido a la gran cantidad de visitantes que, sin duda, atraería el complejo, gestionar el flujo de personas de manera óptima, que compraran en las tiendas, comieran en los restaurantes... vamos, el abc de la gestión de parques temáticos como Terra Mítica, que entonces se estaba construyendo en Benidorm.
Sin embargo, la actividad concreta que se escondía tras el sugerente nombre 'Ciudad de la Luz' no nos fue desvelada. Lo más cerca que los periodistas presentes estuvimos de una pista, una vez concluida la comparecencia, fue tras preguntar “Pero ¿qué va a ser? ¿Una especie de Futuroscope? (parque temático futurista que entonces triunfaba en Francia)” “Algo así”, respondió entre dientes uno de los directivos, sin demasiada convicción.
Interior de un plató de Ciudad de la Luz con algunos de los elementos utilizados en pasados rodajes.
En la sala, de incógnito, se encontraba el abogado de uno de los propietarios de la zona afectada, que off the record nos advirtió; “algunos no van a aceptar la indemnización que les han ofrecido y van a demandar a la Generalitat. Y ganarán, porque no se puede expropiar sin motivar la causa; y aquí ya lo habéis oído: nadie sabe qué van a hacer en esos terrenos”.
La predicción del letrado se cumplió y, más de 25 años después, la Generalitat Valenciana ha tenido esta semana que tirar de talonario (realizando una transferencia de crédito a la Conselleria de Medio Ambiente) para desembolsar 20 millones de euros más que sumar a los muchos ya abonados.
El Supremo dictaminó que la expropiación fue “un ejemplo paradigmático de indeterminación, de vaguedad extrema”
Como constató la inapelable sentencia del Tribunal Supremo en marzo de 2011, el plan parcial propuesto por el Consell de Zaplana era “un ejemplo paradigmático de indeterminación, de vaguedad extrema, por cuanto no permite conocer la concreta finalidad de los usos que justifican la expropiación”.
La indeterminación y la vaguedad extrema se llevaron a un terreno más berlanguiano aún que el propio proyecto (la creación de unos estudios y una escuela de cine era una idea de Berlanga) durante una espectacular presentación pública del proyecto que tuvo lugar en el puerto de Alicante.
Doce altos conos azules y cuatro gigantes pantallas se instalaron sobre los pantalanes de la Marina deportiva. Como en un futurista cine de verano, Miriam Díaz Aroca y Agustín Bravo condujeron la presentación de un audiovisual delirante, con imágenes de Alicante propias de un spot de Turismo y un guion grandilocuente basado en la idea de que en Ciudad de la Luz se combinarían los cuatro elementos: Tierra, Agua, Fuego y Aire. La palabra 'cine' no se pronunció en ningún momento. Inevitables fuegos artificiales cerraron el show que dio paso a una gala inenarrable.
Con asistencia del presidente Zaplana y buena parte de su gobierno, el presidente de la Diputación, Julio De España, el alcalde Luis Díaz Alperi, empresarios y los 200 habituales de los saraos locales, se celebró luego un cóctel en el Club de Regatas al que acudieron luciendo sus mejores galas algunas de las modelos más cotizadas del momento, como Mar Saura, María José Suárez, Mónica Pont; ninguna de ellas tenía al final la menor idea de qué iba a ser aquello que su presencia debía promocionar. Los cronistas locales, por más que interrogaron a todo el mundo, se enfrentaron aquella noche a la incredulidad de sus directores, que no comprendían su ignorancia.
Mar Saura, María José Suárez, Mónica Pont... ninguna de ellas tenía la menor idea de qué iba a ser aquello que su presencia debía promocionar
Al final, la clave no era “la optimización de flujos”, porque precisamente se optó por una actividad, el rodaje de películas, que no solo no iba a atraer público al complejo, sino que lo iba a rechazar; el cine requiere discreción. Aquel secretismo, ese impulso expropiador cuando aún ni la propia Generalitat sabía qué iba a hacer con un proyecto que no tenía más que nombre, se pagó caro. Aún se está pagando.


