La historia parecía, en un principio, un simple detalle de agenda. Una comida privada del president de la Generalitat, Carlos Mazón, la tarde de la dana que devastó Valencia el 29 de octubre de 2024 y provocó 229 muertos. Un almuerzo discreto, de carácter personal o profesional, según quién lo relatara, que debía ocupar apenas un par de horas antes de regresar al Palau para seguir la evolución de una tormenta que, en aquel momento, ya estaba provocando muertos en la provincia. Pero lo que empezó como un matiz se ha convertido, con el paso del tiempo, en un agujero negro de casi cinco horas: desde las tres de la tarde, cuando comenzó el encuentro, hasta las 19.47 horas, cuando la periodista Maribel Vilaplana retiró su coche del aparcamiento. Y ese lapso, reconstruido ahora con nuevos datos, dinamita todas y cada una de las versiones que tanto Mazón como Vilaplana han sostenido durante un año.
Carlos Mazón y Maribel Vilaplana
El dato clave —la hora exacta en la que la periodista abandonó el parking— no es un detalle sin importancia: es el punto de fuga que apunta a que el president estuvo con ella prácticamente hasta las 20 horas. Y que todas las explicaciones oficiales no solo han ido variando: han sido, directamente, incompatibles entre sí. Otro dato: se ha conocido esta información clave gracias a la instrucción de la jueza de Catarroja que lo había solicitado.
Las primeras horas tras la tragedia fueron confusas y graves. El Consell se enfrentaba a la peor catástrofe en décadas, con una gestión de emergencias discutida desde el primer momento y con la sociedad valenciana conmocionada por una tromba que sorprendió a miles de personas en las calles. En ese contexto, cualquier detalle sobre dónde estaba el president durante la tarde resultaba relevante. Y cuando comenzaron a surgir preguntas, la respuesta de Presidencia fue inmediata: Mazón estaba en el Palau “a eso de las cinco” siguiendo los acontecimientos.
Aquella versión, emitida con firmeza en las primeras comunicaciones a periodistas, situaba al jefe del Consell en su despacho en pleno desarrollo del episodio meteorológico. La tarde de la dana, desde el Palau de la Generalitat Valenciana, Mazón habría seguido los partes, coordinado con los consellers y estado disponible para ayudar a quienes estaban luchando en la Emergencia.
Lo que se desconocía entonces, porque nadie lo había contado, era que a esa hora en realidad todavía estaba sentado en el restaurante El Ventorro, en plena sobremesa, acompañado de la periodista Maribel Vilaplana. La versión oficial, por tanto, era imposible desde su origen.
Apenas pasaron unos días cuando comenzaron a circular las primeras informaciones sobre una comida del president ese día. Inicialmente, Presidencia lo admitió de manera indirecta y sin detalles. Pero conforme avanzaban las horas y los periodistas lograban confirmar el encuentro, el relato fue cambiando.
Cuando ya no se pudo ocultar el nombre de la acompañante, se ofreció otra cronología: la comida había terminado a las 17.40 horas y Mazón había llegado al Palau a las 18.00 horas. Es decir, veinte minutos de desplazamiento. Un horario ajustado, pero razonable para quienes intentaban cerrar filas y no dar más relevancia al asunto.
La nueva versión encajaba ligeramente mejor, pero seguía chocando con la realidad que empezaba a filtrarse: varios testigos afirmaban que el encuentro se había prolongado bastante más allá de las 17.40. Y lo que es más significativo: ninguna cámara ni registro acreditaba la llegada del president a las 18.00 al Palau.
El 5 de septiembre de este año, casi un año después de la tragedia, sucedió lo inesperado: fue la propia Maribel Vilaplana quien decidió contar su versión en público. Y situó el final del encuentro entre las 18.30 y las 18.45. Un margen amplio, pero muy alejado del 17.40 que se había sostenido hasta entonces.
Esa sola declaración obligó al president a reajustar su relato. Ya no podía defender que a las seis estaba en el Palau. Así que Mazón modificó su discurso: durante las entrevistas del Nou d’Octubre, afirmó que llegó a su despacho “hacia las 19.00 horas”. Una hora más tarde que la versión anterior. Otra versión distinta. Otro movimiento en el tablero.
La cronología empezaba a estirarse como un chicle. Cada nueva pieza que aparecía hacía retroceder veinte, treinta o cuarenta minutos la supuesta llegada del president al Palau. Pero el gran golpe aún estaba por llegar.
Ayer se conoció un dato decisivo: la periodista retiró su coche del aparcamiento a las 19.47 horas. Y fue el propio Mazón quien la acompañó hasta allí. El diario Levante-EMV apuntaba ayer que fue la propia periodista quien lo acercó con su vehículo hasta las inmediaciones del Palau. Otros medios habían divulgado que testigos presenciales afirmaron hace semanas que el president llegó cerca de las 20.00 horas al edificio, y ahora ese testimonio cobra forma documental.
Ese dato —19.47— destruye no solo la primera versión, sino todas las que vinieron después. No es compatible con estar en el Palau a las 17.00, ni a las 18.00, ni siquiera a las 19.00. Antes de las 19.47, Mazón estaba físicamente en la puerta de un parking con Vilaplana, no en su despacho, no en una reunión de emergencia y no siguiendo los acontecimientos de la dana. Es en ese periodo donde se producen los polémicos 37 minutos de desconexión del president, entre las 18:57 y las 19:34, periodo en el que Salomé Pradas intentó localizarlo en dos ocasiones sin éxito. Dato clave.
La cronología establece, por pura lógica, que estuvieron juntos desde las 15 horas hasta casi las 20. Cinco horas. Un tiempo que cada día ha sido más difícil de explicar para ambos protagonistas.
La concatenación de versiones —cada una corrigiendo la anterior— muestra un patrón claro: desde el primer momento no se dijo la verdad. Y si no se dijo, o bien se ocultó deliberadamente o bien se intentó minimizar un encuentro que, en plena emergencia, podía interpretarse como una distracción o una irresponsabilidad.
Pero hay más: cada cambio en la versión se produjo siempre después de que afloraran nuevos datos. Nunca antes. Nunca de manera espontánea. No fue el president quien aclaró la cronología: fueron los testimonios, las cámaras, los documentos, la instrucción de la jueza y las preguntas de los periodistas los que obligaron a introducir correcciones sucesivas.
Ese “juego de versiones”, como lo califican algunos miembros del propio Consell, no solo alimenta las dudas: agrava la falta de credibilidad de Mazón y también de Vilaplana. Ambos han modificado su relato en función de las necesidades del momento, y la reconstrucción completa de la tarde de la dana ha tenido que hacerse casi a contraluz, entre silencios, rectificaciones y omisiones.
Mientras tanto, el episodio meteorológico ya había estallado en varios puntos de la provincia. La alerta a la población —el famoso mensaje de emergencia— se activaría a las 20.11. Las decisiones críticas de esa tarde se tomaron, pues, cuando el president aún no había llegado a su despacho.
¿Qué pasó realmente durante esas cinco horas? ¿Por qué tantas versiones? ¿Por qué ninguna coincide con los datos objetivos? ¿Y por qué una comida que podía haber sido explicada desde el primer momento se convirtió en una sucesión de mentiras, omisiones y silencios?
La clave no es la comida. Es la falta de transparencia. En un momento de máxima gravedad para la Comunitat Valenciana, la ciudadanía habría esperado claridad, sinceridad y responsabilidad. Lo que ha encontrado, un año después, es una maraña de relatos cambiantes que dañan la credibilidad institucional y personal del president.
El dato de ayer —la salida del parking a las 19.47— no es el final de una historia: es la pieza que demuestra que la historia oficial nunca fue cierta. Y que, en el relato de aquella tarde, aún quedan demasiadas sombras como para que nadie pueda hablar de un simple malentendido.




