Tu historia
Españoles en el extranjero
En Guyana Guardian queremos contar tu experiencia en otros países. ¿Te has mudado fuera de España porque tu trabajo está mejor valorado en el extranjero? ¿Has cruzado las fronteras por amor? Si has cambiado de vida lejos de casa, escríbenos a [email protected]
Cuando Rosie Mesa decidió irse de España por primera vez tenía apenas veinte años. Estudiaba Turismo en Valencia y, como muchos jóvenes de su edad, soñaba con conocer el mundo más allá de la ciudad en la que había crecido. “Siempre he tenido mucha curiosidad por lo que hay fuera”, recuerda en conversación con Guyana Guardian.
Esa inquietud la llevó a hacer las maletas y poner rumbo a Dublín para realizar su Erasmus. Poco imaginaba entonces que lo que iba a ser una experiencia universitaria de un año se convertiría en el primer paso de toda una vida en el extranjero.
A pesar de que en Irlanda descubrió la independencia y el ritmo pausado de un país abierto, su deseo siempre había sido vivir en una gran metrópoli inglesa. Así que, tras finalizar el máster en España, volvió a hacer las maletas y voló a Londres, donde pasaría los siguientes ocho años de su vida.
Un comienzo difícil y lleno de retos
El primer trabajo que consiguió en la capital británica fue como hostess en un hotel de cinco estrellas. “En realidad era camarera, pero allí lo llaman así”, dice entre risas. Una profesionalización del oficio que, según Rosie, refleja las diferencias entre el sector hostelero inglés y el español. “Allí te forman para todo. Cuantas más estrellas tiene el sitio, más formación recibes”, cuenta.
Rosie Mesa en Londres en 2023
A pesar de tener un buen sueldo —unos 2.300 euros al mes más propinas—, reconoce que la vida londinense también era costosa. De hecho, tuvo que ahorrar durante varios años hasta poder permitirse un piso junto a su pareja, de origen húngaro, a quien conoció trabajando en la hostelería.
“Los comienzos en la ciudad fueron bastante duros”, admite Rosie. “El primer año es de adaptación. Ganas dinero, pero también hay muchas estafas, depósitos altísimos y alquileres imposibles. Llegué a pagar 400 euros por compartir una habitación de 35 metros cuadrados con tres personas”, recuerda. También fue un reto entender por completo el idioma. A pesar de haber estudiado en Irlanda, había palabras o bromas que se le escapaban, algo que la llevó a vivir situaciones incómodas e indeseadas. “He pasado por momentos en los que algunas personas utilizaban la ironía y yo no la entendía, especialmente en el trabajo”, confiesa.
Hacen muchísimos eventos y networkings de todo tipo de profesiones, incluso de niñeras, donde puedes conseguir trabajo
Poco a poco su situación fue mejorando. Primero consiguió una habitación individual, luego se mudó con su pareja a una casa compartida y, finalmente, pudieron alquilar su propio estudio. “Pasaron cinco años hasta que pudimos vivir solos. Fue mucho ahorro y paciencia, pero lo último que llegamos a pagar fueron 1.900 al mes cada uno, más las facturas. Y estábamos lo más cerca posible del centro”.
La búsqueda de nuevas oportunidades
Para poder permitirse el alojamiento en la ciudad, Rosie tuvo que reinventarse profesionalmente y formarse en distintos sectores, lo que le permitió adquirir más experiencia y acceder a mejores oportunidades laborales. Londres le enseñó que las oportunidades no llegaban solas: había que salir a buscarlas, aunque resultaba fácil encontrarlas si sabías cómo hacerlo.
“Hacen muchísimos eventos y networkings de todo tipo de profesiones, incluso de niñeras, por ejemplo. Lo bueno es que no hace falta que te inviten: tú te presentas, pagas la entrada y conoces gente que puede introducirte en el sector”, explica.
Rosie Mesa en un viaje durante su Erasmus
Fue precisamente de esta manera como pasó del mundo de la hostelería al de la educación infantil. “Conocí a una chica que se dedicaba a ello y me dio una oportunidad. Empecé sin formación, pero me capacitaron y más tarde obtuve el título de Magisterio Infantil”, cuenta.
Londres es una ciudad enorme, empiezas de cero constantemente y la soledad es parte del paquete
Sin embargo, algo en su interior le decía que ese no era el lugar donde desarrollar su futuro profesional. Durante la pandemia descubrió su verdadera vocación: el sector audiovisual. Comenzó a asistir a todo tipo de eventos, a recopilar contactos de agencias y a enviar currículums hasta que una empresa decidió contratarla. “Es tan fácil como saber dónde poner el ojo y tener constancia”, reflexiona, orgullosa de todo lo que ha conseguido.
La soledad de vivir en el extranjero
A pesar de las oportunidades laborales, la vida en el extranjero también tenía su precio. “Londres es una ciudad enorme. Empiezas de cero constantemente y la soledad es parte del paquete”, confiesa.
Rosie Mesa en la universidad de su Erasmus
Aunque encontró pareja y conoció a mucha gente, la valenciana asegura que las relaciones, tanto dentro como fuera del trabajo, suelen ser temporales. “No es común que alguien de fuera llegue a la ciudad y se quede una década. La mayoría vienen por una temporada y se van.” Lo mismo ocurre en el ámbito laboral. Rosie asegura que en el país es habitual que la gente cambie de trabajo cada dos o tres años para conseguir mejores condiciones.
La incertidumbre de regresar a casa
En 2025, tras diez años fuera, su vida dio un giro inesperado. “Perdí a alguien de mi familia. Fue un fallecimiento repentino y me hizo replanteármelo todo. No quería estar lejos de los míos nunca más”, confiesa.
No es común que alguien de fuera llegue a la ciudad y se quede una década. La mayoría vienen por una temporada y se van
A eso se sumó un cambio de clima político que la hizo sentir cada vez más ajena al país. “Con el Brexit el país ha cambiado mucho y poco a poco ha dejado de sentirse como casa”. Por ello, lamenta no haberse informado mejor sobre la situación política y económica antes de mudarse. “Cuando me mudé a Londres en 2017, ni siquiera sabía que unos meses antes se había votado el Brexit. En aquel momento no imaginaba la repercusión que eso tendría en nosotros”.
Rosie Mesa junto a su pareja en Budapest, donde suelen pasar el verano
Hoy asegura que los sueldos ya no compensan el coste de vida y que ahorrar es casi imposible. “Al final estás igual que en tu país —o al menos en España—, pero además sin los tuyos y sin el buen tiempo. Me gustaría que, cuando se anima a la gente a “salir fuera”, también se hablara de lo que eso implica, de la realidad que supone vivir lejos de tu país”.
Después de tres años buscando trabajo en España desde la capital británica, y sin éxito, Rosie decidió regresar a Valencia con la esperanza de seguir trabajando a distancia para la misma empresa. Sin embargo, esta no se lo permitió. “Estuve meses debatiéndome entre seguir en un sitio donde ya no era feliz o dejarlo todo”, recuerda, aunque no se arrepiente de la decisión tomada.
Los retos de volver
Su regreso a España ha supuesto un choque tanto cultural como laboral, y considera que hacen falta más voces que hablen también de la parte difícil de emigrar. “El regreso a casa suele ser uno de los mayores baches”, afirma. “Estoy en desempleo total, a pesar de tener un currículum amplio. Aquí me dicen que estoy sobrecualificada y que no saben dónde colocarme. En Inglaterra valoran mucho la experiencia; en España, a veces, saber demasiado se percibe como una amenaza”, señala.
Cuando estudiaba en Valencia pagaba 180 euros por una habitación. Diez años después y en la misma zona, no baja de 1.200
Además, observa con preocupación cómo el coste de vida en su ciudad natal ha cambiado drásticamente. “Cuando estudiaba el máster pagaba 180 euros por una habitación; hoy, en la misma zona, no baja de 1.200”, lamenta. El aumento de los precios del alquiler la llevó a volver a casa de sus padres, al menos hasta alcanzar cierta estabilidad y poder independizarse de nuevo junto a su pareja, que también decidió mudarse a España. “Solo hizo falta traerlo una vez para que tuviera claro que quería construir aquí su futuro”, admite Rosie.
Volver para reinventarse
Pese a las dificultades, Rosie ha decidido no rendirse. “Volver ha sido un guantazo, pero también una oportunidad para reenfocarme”, afirma. Su regreso le ha abierto una nueva puerta: la televisión.
Rosie Mesa ha encontrado su vocación en la interpretación y la televisión
Recientemente, ha participado en Agárrate al sillón, un concurso de televisión, y prepara nuevas apariciones en otros espacios. “Nunca pensé que ese camino me llevaría a donde estoy ahora, pero la vida te redirecciona. Lo que fue tu etapa para llegar hasta aquí, ya no tiene por qué ser tu camino”, reflexiona.
No se ahorra tanto, se pasa mucho tiempo solo, y si te pones enfermo, estás solo
Rosie no se arrepiente de nada, pero admite que, si pudiera hacerlo otra vez, lo haría con más planificación. “Si no hubiera sido todo tan precipitado, no me habría vuelto hasta tener algo fijo. Me habría esperado un poco más y habría ahorrado. No hay que llegar al punto en que el cuerpo diga: ‘ya no puedo más’”.
Su consejo
Emocionada por comenzar esta nueva etapa de su vida, la valenciana afirma que la experiencia le ha abierto mucho la mente, pero quiere aprovechar su testimonio para concienciar sobre los retos que implica irse al extranjero. “No se ahorra tanto, se pasa mucho tiempo solo y, si te pones enfermo, estás solo. Si aceptas eso, será una experiencia maravillosa”, resume.
Por eso, su consejo para quienes se plantean emigrar es “que lo hagan, pero con los pies en la tierra. No todo es tan bonito como lo pintan. Hay que informarse, valorar si podrías manejarte en determinadas situaciones. Y, si lo tienes claro, irte al menos un año, no solo un par de meses. Solo así puedes hacerte realmente con una ciudad”, admite.
A veces a los emigrantes se nos ve ‘de segunda’, pero cuanto más alto sea el puesto que consigamos, mejores serán las oportunidades
Además, insiste en la importancia de formarse de manera constante y de intentar crecer todo lo posible a nivel profesional. “Por desgracia, a veces a los emigrantes se nos ve como ‘de segunda’ en el país de acogida, pero cuanto más alto sea el puesto que consigamos, mejores serán las oportunidades y las condiciones, sobre todo las financieras”, asegura.
Su relato es el de miles de jóvenes que en la última década emigraron para prosperar y hoy enfrentan un retorno incierto. Entre ellos, Rosie Mesa levanta la voz para recordar que la experiencia de emigrar no solo enseña idiomas ni culturas, sino también a descubrir quién se es cuando se está lejos de todo lo conocido. Concluye que “volver no significa fracasar. Significa haber vivido tanto que ahora sabes lo que quieres”.


