José Mateos Mariscal, 56 años, español en Alemania: “El problema de muchos emigrantes es que tienen la idea de ahorrar y volver a España, pero eso ahora es casi una misión imposible”

ESPAÑOL EN ALEMANIA

José asegura que la integración en Alemania fue complicada, pero se muestra orgulloso por haber podido dar un futuro mejor a sus hijos

José Mateos Mariscal en Dulsseldorf (cedida)

José Mateos Mariscal en Dulsseldorf (cedida)

Decidir construir un futuro fuera de casa no siempre es un camino fácil y menos cuando lo haces con dos hijos pequeños. Es el caso de José Mateos Mariscal, de 56 años, que acechado por la crisis económica del 2008 dejó su Zamora natal para empezar de nuevo en Alemania.

José llegó a Remscheid con su familia en 2013 después de un fracaso laboral. “Tenía una empresa donde hacía estructuras metálicas y trabajaba por toda España. En 2013 me dejaron a deber 400.000 euros y casi me quedo en la calle con dos niños pequeños”. Ante esta situación tuvieron que tomar una decisión que ha cambiado sus vidas. “Tenía tíos en la zona de Solingen, Wuppertal, Ramsen y Kesslerberg, conocía más o menos el país y tenía posibilidad de trabajar aquí. Un cura que había aquí de las misiones católicas, monseñor José Antonio Ordáez, nos ayudó y nos pudimos instalar”, explica en una conversación con La Vanguardia. 

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Remscheid era una zona óptima laboralmente por su formación como soldador: “Aquí se hacía mucha herramienta, era la zona del acero”. Aún así, no todo fue fácil y uno de los grandes problemas a los que tuvo que hacer frente fue el idioma, ya que no sabía nada de alemán, pero aún así encontró la manera de resolverlo en su primer trabajo: “Con una mano indicaba el calibre y con otra el tornillo e iba al almacén y pedía lo que necesitaba”.

Después de unos meses en este trabajo tuvo que coger el paro, pero rápidamente buscó otro empleo y desde entonces, hace ya 8 años, trabaja en el servicio de limpieza del ayuntamiento. “Gracias a eso he podido dar una educación a mis hijos”. Precisamente, sobre el acceso al mundo laboral en Alemania destaca que antes había más oportunidades porque podías empezar a trabajar sin saber el idioma y había mucha mano de obra. “Para mi fue muy fácil acceder al mundo laboral sin idioma. Las cosas han cambiado porque han habido bastantes accidentes y ahora tienes que tener el P1 de alemán para empezar a trabajar”. 

José Mateos Mariscal junto a su mujer, su hijo y su nieto (cedida)

José Mateos Mariscal junto a su mujer, su hijo y su nieto (cedida)

Estar lejos de casa y en un lugar donde no se habla tu idioma te hace plantearte aún más si la decisión ha sido la correcta. “Yo durante muchos años lloré cada noche en la cama”, confiesa. “Ahora que llevo 12 años me defiendo con el idioma, pero me ha tocado estudiar mucho”. En este sentido, asegura que durante muchos años ha sentido impotencia al no poderse comunicar. “Cada mañana me levantaba y me preguntaba: ¿voy a trabajar o me vuelvo a España? Pero mi respuesta siempre era la misma: piensa en tus hijos y lo que van a ganar. Y el futuro me ha dado la razón”. 

José relata la dificultad de aprender el idioma “solo estuve tres meses en la escuela porque tenía que trabajar, pero he leído mucho. He sido muy autodidacta. Ahora me defiendo en la vida cotidiana. Hasta hace 4 años esto era imposible”. Aún así reconoce que la adaptación fue muy complicada, ya que al problema del idioma también se le sumó el clima. “No estaba bien, pero mi único aliciente era pensar que mis hijos tendrían un futuro mejor. Vivimos en una zona donde hay un microclima, aquí en invierno a las cuatro de la tarde es de noche”. 

“Durante años mi único aliciente para no volver a España fue pensar que mis hijos tendrían un futuro mejor”

En muchas ocasiones uno de los alicientes de dejar tu país es encontrar un futuro más próspero y ganarse mejor la vida para intentar volver a casa. Una postura que no comparte José Mateos que defiende la importancia de aprovechar el tiempo libre. “Yo no he venido aquí a ahorrar dinero”. 

José reconoce que la integración fue muy difícil pero señala que uno de los mayores errores que cometen los emigrantes es querer ahorrar y quedarse en casa. “Para integrarte tienes que ir a la cafetería alemana, oír a hablar alemán, tienes que moverte. El problema es que muchos emigrantes tienen en la cabeza ahorrar y volver a España. Y esto ahora es casi una misión imposible, los precios han subido mucho. Lo único que te puede pasar es deprimirte”. Precisamente sobre esta subida de precios destaca el del precio del alquiler y cuenta que actualmente pagan el doble que hace 12 años por el mismo piso. “Empezamos pagando 500 euros de alquiler con gastos incluidos y ahora por el mismo piso pagamos 1.100 euros”. 

José Mateos Mariscal en Wuppertal (cedida)

José Mateos Mariscal en Wuppertal (cedida)

La cultura alemana es muy diferente a la española y para José lo más complicado fue adaptarse a su carácter “retraído”. Otra de las cosas que más sorprendió a esta familia española fue la alimentación. “Estamos acostumbrados a hacer nuestra propia comida en casa. En 12 años que llevamos aquí pocas veces cenamos fuera”. Y destaca que el principal problema es que no se cuida la gastronomía y se está inclinando todo hacía la comida basura aunque rompe con clichés y asegura que “es mentira” que los alemanes solo comen salchichas y beben cerveza. 

La familia también se tuvo que adaptar a la forma de vivir de Alemania. José destaca que “la vida aquí es muy rápida. Se vive desde las 5 de la mañana hasta las 4 de la tarde. Y luego ya casi no se sale”. Aunque confiesa que una de las peores cosas que lleva es el clima “el equinoccio de invierno es matador. Amanece a las nueve de la mañana, pero con el día gris y no ves el sol durante dos meses. A mí me afecta mucho. Luego en primavera puede estar 15 o 20 días lloviendo seguidos”. También destaca las duras temperaturas del invierno, ya que en esta zona pueden llegar a estar a 20 grados bajo cero. “Los subterráneos se congelan y hacen efecto nevera”. 

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Otra de las cosas que se han encontrado diferente a España, es que el sistema sanitario alemán es completamente privado y los medicamentos se tienen que pagar. “La sanidad está muy avanzada y es rápida”, afirma.

En Alemania hay aproximadamente 22 millones de pensionistas y el sistema funciona de forma similar al español. Cada mes, todos los trabajadores contribuyen a las arcas públicas. “Estoy pagando a la enfermera que me va a venir a curar el día de mañana si tengo una operación. La residencia a la que tenga que ir cuando sea mayor e incluso el seguro de mi vejez, que se supone que voy a cobrar”. Según relata la hacienda pública alemana te encasilla en función de tu realidad familiar, es decir, las personas solteras aportan un 50% de su nómina, mientras que las familias aportan un 20%. “Si llevas un mínimo de 40 años trabajados cobras una pensión digna”. Aún así, José asegura que cuando llegue el momento de jubilarse solo habrá cotizado 25 años y, en su caso le quedará una pensión mediocre.

Las tapas, la playa y el ocio: lo que mas echa de menos de España

En la mayoría de casos la idea de volver a tu país de origen siempre da vueltas en la cabeza. Precisamente, la vuelta a España es un tema de debate en esta familia, ya que a José le gustaría comprarse una casa en un pequeño pueblo para jubilarse tranquilamente, mientras que su mujer quiere quedarse en Alemania. Pese que asegura que comprarse una casa en el país germano “es imposible. Aquí cualquier casa cuesta 500.000 euros”. José lo tiene claro y destaca que lo que más echa de menos de España son las tapas, la playa y el ocio en general. “Aquí también hay ocio, pero no es lo mismo”. 

Con este debate en el horizonte, José considera que el motivo principal de que la gente siga emigrando es la “precariedad qye hay en España porque condena a la indigencia a muchos sectores”. Y asegura que “se necesita una reforma laboral urgentemente y mirar por el autónomo, el autoempleo y dar vida a esas personas”. 

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