Tu historia
Españoles en el extranjero
En La Vanguardia queremos contar tu experiencia en otros países. ¿Te has mudado fuera de España porque tu trabajo está mejor valorado en el extranjero? ¿Has cruzado las fronteras por amor? Si has cambiado de vida lejos de casa, escríbenos a [email protected]
Durante tres décadas, Lola Valdivieso ha vivido con la maleta siempre medio abierta. No fue una decisión tomada a la ligera, sino una intuición desde pequeña que le decía que el mundo real quedaba muy lejos de Ferrol y que, para alcanzarlo, tenía que cruzar fronteras tanto externas e internas. Bien jovencita y con un máster en Comercio Exterior y un inglés por pulir, empezó su aventura por el mundo cuidando a dos bebés judíos en Philadelphia, escuchando a los amish desde la distancia y descubriendo que la vida, a veces, empieza cuando una se atreve a marcharse.
Después llegó Venezuela: seis años intensos que le dieron un trabajo, un hijo, un matrimonio fugaz y la certeza de que un país puede ser hogar y herida al mismo tiempo. Más tarde Barcelona, Madrid, el salto a México —donde sobrevivió a terremotos y a una embolia pulmonar— y un proyecto de innovación en Suiza que le cambió la mirada.
Hoy, con 55 años, un pasaporte venezolano, residencia permanente mexicana y media vida repartida en cinco países y nueve ciudades, Lola ha regresado a Ferrol para cerrar un círculo que aún le cuesta comprender. Aquí ha montado un negocio propio, trabaja en remoto para una multinacional alemana y se enfrenta al regreso más difícil: el emocional, el que te obliga a encajar en un lugar que ya no se parece a quien fuiste.
Su historia, hecha de catástrofes naturales, decisiones valientes y maternidad en solitario cuando no existía la conciliación, es también un mapa para quienes dudan entre irse, volver o quedarse. Porque Lola sostiene que viajar transforma, pero regresar (y hacerlo de verdad) exige otra clase de coraje.
Españoles en el extranjero
Cinco países, nueve ciudades y una infinidad de experiencias
Has vivido en cinco países y nueve ciudades. ¿En qué momento entendiste que tu vida iba a ser un peregrinaje constante?
Creo que lo supe muy pronto. Crecí en Ferrol, frente a un mortuorio, viendo salir difuntos cada día. Eso hace reflexionar. Vivía en una zona aislada y mi única vía de escape era estudiar. Primero Lugo, luego Santiago, después un máster. Y ahí me di cuenta de que mi inglés no era suficiente. En aquella época apenas se escuchaba inglés en España, así que decidí irme lejos para aprenderlo de verdad. Encontré —no sé ni cómo, porque no existían redes— una agencia en Madrid, y acabé de au pair en Estados Unidos.
Lola, cerca de la comunidad de los amish en Philadelphia
De todas esas ciudades, ¿cuál te transformó más y cuál te puso más a prueba?
Venezuela. Es el lugar donde realmente descubrí la felicidad. Me dio mi primer trabajo, a mi hijo y amistades que todavía hoy me salvan la vida. Es un país que llevo tatuado en el corazón.
Una vida de experiencias
Philadelphia y los amish
En Philadelphia viviste cerca de comunidades amish. ¿Qué viste allí que te sorprendiera?
Los amish que ves son siempre los “abiertos”, los que se acercan a los mercados a vender productos. Los más radicales no los ves nunca. Son niveles dentro de la propia comunidad. Me interesé mucho por su forma de vida y es fascinante.
¿Qué te enseñó trabajar como au pair en una familia judía?
Muchísimo. Vivía con ellos, escuchaba su idioma, su ritmo, su forma de entender el dinero y los negocios. Son extremadamente buenos en eso. También viví su parte más humana, porque cuidaba a sus hijos y lo ves todo desde dentro. Aprendí inglés viendo programas infantiles, canciones… y escuchando a la madre, que hablaba rapidísimo. Me dolía la cabeza de tanto esfuerzo, pero me abrió el oído.
Una vida de experiencias
Venezuela, un hogar
En Venezuela viviste tu primer trabajo, formaste familia y presenciaste la llegada de Chávez. ¿Cómo recuerdas aquella etapa?
Fue mi paraíso. Trabajaba en una aseguradora multinacional y me tocó hacer dos planes completos: uno si ganaba Chávez, otro si no. Al final me quedé corta, porque la destrucción posterior del país fue mucho peor de lo previsto. He visto gente pedir perfumes caros antes… y años después pedirme pañales, tiritas o medicinas porque ya no encontraban nada. Sé lo que es ver desaparecer un país. Por eso siempre digo que hay que tener mucho cuidado con lo que se vota.
En Venezuela encontró su lugar y vivió grandes momentos
¿Viviste alguna situación de riesgo que te marcara?
Muchas. En Venezuela y más tarde en México. Pero en Venezuela aprendí la regla que me ha salvado la vida: escucha. Si te dicen “no vayas por ahí”, no vas. Muchos españoles no lo hacen y salen mal parados. En países peligrosos, la supervivencia empieza por oír y hacer caso.
Una vida de experiencias
La vida como madre soltera
Regresaste a España como madre soltera en una época sin conciliación ni teletrabajo. ¿Qué fue lo más duro?
Todo. En mi empresa, si pedías algo tan simple como salir puntual un año, te castigaban. Llegué a contratar a una babysitter por internet, darle las llaves de mi casa y dejarle a mi hijo para irme a Irlanda por trabajo. Lo hice llorando en el avión. No había alternativa. Y, por supuesto, nadie cubría el coste de la babysitter, aunque fuera un gasto provocado por el propio trabajo.
¿Sentiste que España estaba preparada para una madre sola que volvía del extranjero?
No, en absoluto. Hoy mucha gente ve normal el teletrabajo, pero yo lo hacía desde 2002: acostaba a mi hijo y seguía trabajando hasta la madrugada. Sobreviví porque él casi nunca se enfermaba. Mis vacaciones las guardaba “por si acaso”.
Una vida de experiencias
México, Suiza... y el regreso a España
Después volviste a marcharte a México y pasaste por Suiza. ¿Qué te empujó a seguir en movimiento?
México fue una llamada inesperada: me ofrecieron ir dos años, que acabaron siendo seis. Allí casi muero por una embolia pulmonar; me salvó una venezolana. México es un país fascinante, enorme como Europa, pero muy peligroso. Viví terremotos de 7,8 y 8,2. Y aun así lo recomiendo: es bellísimo si sabes dónde ir y cómo moverte.
México fue el lugar que casi le cuesta la vida, y uno de los que más le enseñó
Después vino Suiza: me seleccionaron entre 55.000 personas para un proyecto de innovación. Trabajé mano a mano con el CEO, que me cambió la mentalidad para siempre. Volví a México con esa energía… y cuando dejó la empresa el CEO que me apoyaba, sentí que ya no era mi sitio.
En 2020 decidiste volver a Ferrol, crear tu negocio y trabajar en remoto para una multinacional alemana. ¿Qué te ha dado esta etapa?
El retorno ha sido lo más duro de todo. La gente cree que vuelves y eres la misma, pero no: 30 años fuera te transforman. Me siento extranjera en mi tierra. Vine con un proyecto empresarial que la pandemia me obligó a cancelar. Abrí un local hostelero con mi hijo, pero la hostelería en España es durísima.
Luego encontré mi empleo actual gracias a LinkedIn. Trabajo en remoto para una empresa alemana-francesa. Me pagan según salarios españoles, pero viviendo en Ferrol me compensa mucho por el coste de vida.
¿Cuál fue el momento en el que dijiste: “ha merecido la pena irme”?
Creo que ahora, cuando miro atrás. He vivido cosas durísimas y otras maravillosas. Tengo miles de fotos de todos esos años. Lo triste es la gente valiosa que dejas atrás, pero forma parte del camino. Aun así, sí, ha valido la pena. Muchísimo.
Echa la vista atrás y asegura que no se arrepiente de nada, pues todo lo que ha vivido le ha hecho ser la mujer que hoy es
¿Qué le dirías a alguien que duda entre emigrar, regresar o quedarse?
Que se vaya, aunque se arruine. Si tiene salud y un pequeño plan B, que se vaya. Hoy hay trabajo en España, pero falta actitud. Emigrar te cambia para siempre: hasta de las malas experiencias sale algo bueno. Eso sí, hay que hacer “locuras medidas”. Investigar, vacunarse, tener un seguro, saber a dónde vas. Yo me fui a Venezuela con un billete de vuelta a tres meses: si no encontraba trabajo, volvía. Y funcionó.
