Las bufandas, un elemento indispensable en los atuendos invernales para resguardarse del frío y evitar enfermarse, son un accesorio que la mayoría posee en variados tonos, diseños y materiales. Sin embargo, este artículo de moda encierra un riesgo poco conocido por la mayoría de la gente.
“La bufanda no solo te calienta. También acumula cada día restos de maquillaje, partículas de contaminación, sudor, grasa de la piel y bacterias que ni ves ni imaginas. Y claro, ese cóctel termina depositándose en las zonas más expuestas: barbilla, mandíbula y cuello”, afirma la cosmetóloga y creadora de Byoode Raquel González, que añade que cuando aparecen muchos granitos en la zona del cuello y el mentón es culpa de estos complementos e incluso de los abrigos. “Es lo que me gusta denominar como ‘scarface’”, indica.
La bufanda puede provocar brotes de acné
A menudo se asocian estas pequeñas espinillas con desequilibrios hormonales, tensión o la dieta, sobre todo tras las celebraciones de Navidad, periodo en el que aumenta la ingesta de dulces y bebidas alcohólicas. “Puede que, en muchos casos, no les falte razón, pero en muchos otros no tiene nada que ver y son las prendas que están en contacto directo con el cuello, que usamos para refugiarnos del frío, las causantes de esa ‘scarface’”, afirma la directora dermocosmética de Perricone MD, Mireia Fernández.
Es esencial lavar las bufandas y los cuellos de los abrigos como mínimo una vez por semana.
Según señalan las especialistas, la bufanda debería ser lavada cada semana o cada dos semanas, una recomendación que se aplica también a los cuellos de abrigos o jerséis de cuello alto. “Lavar bufandas y cuellos de abrigos al menos una vez a la semana es fundamental. No solemos hacerlo, y ahí está el origen de muchos brotes”, afirma la directora dermocosmética de Medik8, Estefanía Nieto.
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Además de este cúmulo de bacterias, se debe sumar la fricción constante. “Sin darnos cuenta, estamos estimulando las glándulas sebáceas al promover la microcirculación. Cuando esto ocurre, producimos más grasa y los poros se obstruyen con más facilidad”, indica Fernández.
Para tratar la ‘scarface’, las expertas destacan que la higiene es fundamental. “No solo de la bufanda y de los abrigos, también de la cara. Para evitar granitos y rojeces, sugiero reforzar la rutina de limpieza con un bálsamo desmaquillante o un aceite por la noche, para eliminar los restos del maquillaje, del SPF y, después, con un gel acuoso que acabe con el resto de los impurezas. Por la mañana, volveríamos a repetir el proceso, pero solo con el limpiador de base acuosa”, aconseja Estefanía Nieto.
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Durante los brotes, la meta debe ser calmar y reducir la inflamación cutánea utilizando ingredientes como la centella asiática o la niacinamida. Adicionalmente, la exfoliación es fundamental para destapar los poros, empleando sustancias como el ácido salicílico o la gluconolactona, que agilizan la curación y previenen la proliferación bacteriana.
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Las especialistas también enfatizan la importancia de la reparación a través de una adecuada hidratación, particularmente con sueros de ácido hialurónico que contribuyan a fortalecer la función de barrera y restaurar la comodidad.
