El cerebro es uno de los elementos más poderosos de nuestro cuerpo, y como tal, debemos cuidarlo lo máximo posible. Podemos atender nuestro cuerpo, nuestro entorno, nuestras relaciones personales e incluso nuestra estructura social, pero sin la cabeza todo ello puede irse al traste. Por ello, es necesario trabajar las emociones y los pensamientos que entran y salen cada día, incluyendo aquellos más difíciles de gestionar.
Muchos de ellos pueden estar vinculados a otras personas, con las que compartimos nuestro día a día y nuestras mayores intimidades. Mario Alonso Puig, a través de una entrevista para la revista Clara, ha profundizado en la condición mental de las personas y cómo esta se ve afectada por las distintas interacciones humanas. Una de las principales cuestiones a responder era el motivo por el que somos seres propensos al contacto con nuestros congéneres.

Mario Alonso Puig
“El ser humano es la criatura que más tiempo necesita protección hasta poder valerse por sí mismo. Sentir que tenemos un refugio donde recogernos en los momentos de inseguridad es absolutamente necesario. Si esto no se da se acaba activando el sistema nervioso simpático, que es el sistema que pone en alerta al cuerpo. Y cada vez que se activa, va creando un desgaste”, comentaba, indagando en los problemas a la hora de decepcionarse con los demás.
Puede dejar una marca muy intensa y ese niño cuando es adulto puede reaccionar de una forma excesiva a cualquier situación de estrés (…) El principal problema de las relaciones es que exigimos a la otra parte que nos compense. Como una especie de trueque. No permitimos a la otra persona que sea como es, queremos que sea como nosotros queremos que sea. Hay constantemente un tira y afloja, donde no aceptamos a la otra persona como realmente es.

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El quid de la cuestión
“Este trueque impone unas limitaciones extraordinarias en las relaciones. Al fin y al cabo, unos y otros nos sentimos como que no acabamos de dar la talla de lo que se espera de nosotros. Y ese es el problema, hemos convertido las relaciones interpersonales no en un proceso de entrega en el que yo te doy lo que te quiera dar con todo mi cariño y tú haces lo mismo, sino en un trueque. Yo te doy, tú me das”, insistía.
“Lo primero que hay que cambiar es la relación con nosotros mismos. Si uno no se quiere a sí mismo es muy difícil querer a los demás. Hay que quererse, apreciarse y valorarse un poquito más. Cuando esto se produce, se extiende a otras personas, y es más fácil querer a otra persona sin condiciones (…) Cuando una persona se da cuenta de que para encajar tiene que callar o silenciar su voz, esa relación no está funcionando de una forma correcta”, explicaba.