El enfado es como una alarma de incendio: no siempre significa que haya un gran fuego, pero si suena, es por algo. Puede ser molesto, pero su función es avisarnos de que algo no va bien. Y aunque muchas veces se intente reprimir o disimular, la realidad es que está ahí para protegernos. Porque, al final, si algo nos hace sentir mal, ignorarlo no hará que desaparezca. Y eso es justo lo que explica la psicóloga Marta Barranco en su cuenta de Instagram.
La experta había conocido a unas chicas encantadoras que la invitaron a tomar algo. La tarde transcurrió entre risas y buena conversación, así que, cuando llegó a casa, hizo lo que consideró un gesto natural: les escribió para avisar que ya estaba en casa y había llegado bien.
La respuesta que recibió, sin embargo, le cayó como un jarro de agua fría. “Vale, ¿y a mí qué me importa?”. No era lo que esperaba, y lo peor fue la reacción de las demás: lejos de mostrar sorpresa o incomodidad, se rieron como si fuera lo más normal del mundo.
Sentimientos como brújula
No es cuestión de quién lo dice, sino de lo que significa
La sensación que la invadió fue el enfado. Pero, ¿por qué? No eran amigas de toda la vida ni personas con las que tuviera un vínculo fuerte. En teoría, no debería haberle afectado tanto. Pero ahí estaba la clave: sentirse así era una señal de que sus emociones funcionaban bien.
En ocasiones, se tiende a minimizar la importancia de estas reacciones, como si solo tuvieran sentido cuando provienen de alguien cercano. Sin embargo, las emociones no hacen distinciones. “Porque al final el enfado o la decepción aparece para decirme, oye, aquí hay algo que tenemos que atender”, explica Barranco. Es la manera que tiene el cerebro de señalar qué tipo de relaciones y situaciones merecen la pena y cuáles no.
Si el enfado no existiera, sería difícil establecer límites o decidir con quién compartir el tiempo. No se trata de dramatizar cada comentario fuera de lugar, sino de reconocer cuándo una reacción emocional es una señal legítima. Al final, esa experiencia con desconocidas sirvió a la experta para reforzar algo fundamental: las emociones están ahí para ayudar a tomar decisiones.

