Cristina Asenjo, médica: “Muchos dolores de crecimiento en niños son normales, pero si interrumpen el sueño, son persistentes o resisten medicamentos, no deben ignorarse”
BIENESTAR
“Claro que duele. Y hay que reconocerlo. Lo que pasa es que también hay que aprender a identificar qué tipo de dolor es el que tiene importancia médica”, explica la doctora
Cristina Asenjo, traumatóloga, en el pódcast Cuerpos Serranos
“Los niños nunca mienten, igual que los borrachos”. La doctora Cristina Asenjo, médica especializada en atención pediátrica, lanza esta afirmación para romper con una idea extendida, y peligrosa: que cuando un niño se queja de dolor en las piernas o en los huesos, probablemente está exagerando o buscando atención. Nada más lejos de la realidad. Aunque es cierto que la mayoría de las veces esos dolores se deben a lo que comúnmente se conoce como “dolores de crecimiento”, no por eso deben ser ignorados. Y es fundamental cuando se trata de algo benigno y pasajero, y cuándo puede esconder una condición más grave.
“Se llaman dolores de crecimiento, pero no porque ocurran durante el crecimiento en general, sino porque aparecen en las zonas del hueso donde se produce ese crecimiento”, explica Asenjo. Es decir, en zonas como las rodillas o los tobillos, donde la actividad celular es más intensa durante la infancia. Son muy típicos al final del día, después de que el niño ha estado corriendo, jugando o realizando actividad física en el parque.
Esos dolores de crecimiento se llaman dolores de crecimiento, no porque ocurran durante el crecimiento, sino porque ocurren en la zona del hueso donde crecen
Las actividades al aire libre con otros niños adultos son fundamentales para el bienestar físico y emocional de los niños a partir de seis años
Esos dolores suelen aparecen en episodios intermitentes. Un día el niño se acuesta con molestias, pero al día siguiente está completamente normal. A veces se despierta en mejor de la noche llorando, con un dolor en las piernas, pero tras un analgésico o incluso un poco de agua, se calma y se duerme. Es molesto, sí. Duele, sin duda. Pero si el patrón es irregular y el dolor cede con medidas simples, lo más probable es que no haya motivo para alarmarse.
Sin embargo, la doctora Asenjo es muy clara al trazar la línea entre lo normal y lo preocupante. Según la especialista, existen tres señales de alarma que ningún padre debería ignorar: dolor persistente durante más de 15 días seguidos, dolor que no mejora con analgésicos comunes o dolor acompañado de fiebre o que interrumpe el sueño de forma constante. “Ahí es donde hay que actuar. Esas señales pueden estar indicando que no estamos ante un simple dolor de crecimiento, sino ante otra cosa. Y en esos casos, lo correcto es acudir a urgencias o consultar con un especialista”, sostiene.
Hay tres señales de alarma que ningún padre debería ignorar
Y es precisamente el propio aprendizaje con los hijos el que marca la diferencia. Escuchar a los niños, observar sus patrones, confiar en su palabra y estar atentos a los síntomas es esencial en el cuidado infantil. Porque, como insiste Asenjo, los niños no mienten cuando dicen que les duele, su dolor es real, aunque no siempre signifique algo grave.
Afortunadamente, la mayoría de esos dolores son pasajeros. Los llamados dolores de crecimiento se autolimitan: aparecen sin causa médica aparente, duran poco y desaparecen por sí solos, sin dejar secuelas. “Así como vienen, se van”. Eso sí, en caso de duda es mejor consultar a un especialista, porque aunque lo más probable es que no sea nada grave, si lo es, es mejor detectarlo a tiempo. Eso puede marcar la diferencia.
Una niña quejándose del dolor de muñeca
En definitiva, cuando un niño se queja del dolor, el primer paso no es dudar, sino escuchar. La intuición de los padres, combinada con el seguimiento de signos concretos como la duración del dolor, la respuesta a medicamentos y la presencia de fiebre, pueden ser una herramienta poderosa para proteger la salud de los niños. Porque sí hay algo que Asenjo deja claro en el pódcast Cuerpos Serranos, de Boticaria García y Javier Butragueño, es esto: “Los niños no se inventan el dolor. Y nosotros, como adultos, debemos aprender a tomarlo en serio”.