En la vida, todo es cambio. Las personas evolucionan con el paso del tiempo, cambiando consigo su identidad, a pesar de que crean lo contrario. No “somos así”, sí cambiamos con el paso del tiempo a causa de nuestras experiencias y vivencias, de cómo los demás nos tratan, de cómo percibimos los hechos que suceden alrededor y a otros.
Aquellos que piensen que no han cambiado un ápìce, solo han de echar un vistazo a cómo eran o cómo hablaban hace unas décadas; se darán cuenta que la vida no deja de ser una sucesión de cambios a los que nos adaptamos de acuerdo con nuestras experiencias vitales.

¿Cuál es tu verdadera identidad?
Ahora bien, de nosotros depende qué tipo de identidad forjar, pues no deja de ser un conjunto de creencias sobre el tipo de persona que somos y lo que nos diferencia de los demás; ese sentido de permanencia en el mundo, lo que nos hace únicos. De nuestra cultura, familia y entorno dependerá cómo se forje esta identidad, que puede ser positiva o negativa.
Acerca de esto, el psicólogo David Corbera hacía una interesante reflexión en uno de sus últimos directos con sus seguidores a través de YouTube, donde, analizando la galardonada película Un monstruo viene a verme, de J.A. Bayona; y hablando de los últimos datos de acoso escolar en España, quiso llamar la atención sobre una dinámica de la que no se suele hablar: cómo para dejar de ser invisible se adopta una identidad negativa, pues es preferible a no ser nada.

'Un monstruo viene a verme', de J.A. Bayona
Teniendo en cuenta que para que se pueda delimitar nuestra identidad, requerimos de otro que nos reafirme como alguien distinto, ha de darse ese contexto que permita que nos diferenciemos entre el yo y los demás.
“El bullying, curiosamente, se incrementa en una etapa -de los diez a los 16 años- en la que se da la necesidad de emancipación emocional, cuando los niños necesitan desvincularse de la familia”, explica el especialista en salud mental, que además recalca que, en su experiencia, las víctimas de bullying son normalmente niños a los que se les ha exigido demasiado por parte de los adultos que les han rodeado.

“Hay una sobrerresponsabilidad. Tienen muy pocos derechos y muchos deberes. Eso es una forma de abuso, más invisible, pero lo es. Ese niño está para satisfacer demandas de externos, es un potencial abusador”, advierte.
Corbera explica que llegada la adolescencia, llega el momento de experimentar y conformar esa identidad estable y que perdura. “Si estoy privado de esa identidad se produce lo contrario, que es una confusión de roles”, apunta Corbera, que añade que esto conlleva a una baja autoestima en los jóvenes. “Una de las claves para la víctima es que esta pérdida de oportunidad le deja sin identidad. No sabe quién es. Cada vínculo que establece le recuerda de esto: no tiene identidad”.
Corbera: “El abusador no tiene espacio para mostrar su debilidad , para ser es cuchado. Por eso trata de reprimir y destruir esa parte suya en otro”
El psicólogo explica: la víctima no tiene identidad, salvo la que su abusador le da, en cierta manera. “Hay un beneficio, aunque inconsciente, vinculado a ese trato, y es que alguien le ve. Es duro, pero en muchas ocasiones es así. Para el abusador, que tampoco tiene identidad, piensa, una identidad negativa es mejor que ninguna identidad”.
“Uno piensa, es mejor que me peguen que que no me vea nadie; el otro piensa, es mejor pegar que no ser nadie. Ambos parten de la presunción de que son invisibles, por lo que emplean estrategias para ser visibles”, señala el experto. “Una identidad negativa es preferible a ninguna identidad, aun cuando no sea tan satisfactoria como una identidad positiva; ambos están buscando desesperadamente ser visibles al mundo”.

Según los úlimos estudios, los casos de acoso escolar se incrementan de los 10 a los 16 años.
Corbera insiste. “Como padres y madres, tenemos mucho en nuestras manos. Tenemos la posibilidad de anticipar el estado emocional de nuestros hijos y facilitarle el espacio que necesita; de darle espacio para que exprese su enfado, su ira, rabia, cólera, disconformidad… Podemos aceptar que nuestro hijo esté en contra nuestra”, sentencia, poniendo la mira en los padres y tutores.
“Hay muchos padres y madres que siempre están mandando responsabilidades y el tiempo de calidad que comparten con ellos es ínfimo. Solo son cosas que hacer“. Corbera insiste: ”Las dos partes se deben estudiar, pues en ambos lados hay un niños sufriendo“”.