Natalia Bertrán, psicóloga: “El trauma no son solo las situaciones catastróficas, también es cuando eras pequeña y necesitabas ser vista o escuchada y no lo fuiste”

Sanar nuestro interior

Saber vivir y superar el trauma es la clave para el bienestar físico y mental. Hablamos con la psicóloga Natalia Bertrán sobre cómo los momentos difíciles se muestran en el cuerpo

Natalia Bertrán, psicóloga

Natalia Bertrán, psicóloga

Es común hablar y escuchar sobre el 'trauma' pero, ¿sabemos cómo se origina y cómo superarlo? La psicóloga especialista en trauma y co-founder de Nearth Studio, Natalia Bertrán, destaca la importancia de 'sentir el cuerpo' para poder conectar realmente con nuestra autenticidad. Esta es experta en cómo las mujeres viven los efectos del estrés crónico y el trauma en el cuerpo y ayuda diariamente a sus pacientes a convivir (y superar) las consecuencias que estos comportan. 

Desde La Vanguardia, hablamos con ella para que nos cuente cómo se almacena el trauma en el cuerpo y qué diferencias tiene este en las mujeres y en los hombres.

Vía de sanación

La expresión del trauma

¿Qué es exactamente el trauma?

El trauma es cómo nuestro sistema nervioso y nuestro cuerpo responden a situaciones que percibimos como amenazantes o peligrosas, especialmente en la conexión con otros. Estas situaciones nos sobrepasan porque no tenemos recursos para enfrentarlas. En esos casos, el sistema activa respuestas de emergencia o supervivencia.

Solemos entender como 'trauma' situaciones límite o muy graves, pero, ¿puede provocarse por cosas más comunes?

Sí. A veces pensamos que tiene que ser algo muy grave, pero no es tanto lo que ocurrió, sino lo que faltó en ese momento. Lo importante es cómo nuestro cerebro lo vivió.

Cuando hablamos de experiencias traumáticas, casi siempre hablamos de trauma infantil. Durante la infancia, nuestras necesidades están muy ligadas a la supervivencia. Si no hay una respuesta a esas necesidades, lo vivimos como algo de vida o muerte. Y es que es una etapa en la que dependemos totalmente de nuestros cuidadores. Por ejemplo, si un bebé tiene hambre y no hay quien le alimente, no puede nutrirse solo.

No es tanto si la experiencia fue catastrófica, sino si nuestras necesidades fueron cubiertas

Natalia Bertrán, psicóloga

Así que no es tanto si la experiencia fue catastrófica objetivamente, sino si nuestras necesidades fueron cubiertas o no. Por ejemplo, si estaba triste, podía necesitar que me escucharan o que me permitieran sentir y expresar lo que me pasaba. Pero si en lugar de eso fui rechazada o humillada, eso genera dolor y desconexión.

¿Hay diferencias en cómo se vive el trauma entre hombres y mujeres?

Respecto a esto, es necesario aclarar que hablamos de generalizaciones estadísticas y de estudios, no de reglas rígidas. Cada persona es única y las expresiones de género son diversas. 

Dicho esto, biológicamente hay diferencias, como en el sistema hormonal. Las mujeres tenemos ciclos hormonales más complejos, que afectan a nuestro estado de ánimo y nuestras necesidades según en el momento del mes en el que nos encontremos. En él, ocurren fluctuaciones de estrógeno y progesterona que interactúan con el cortisol, creando patrones de respuesta al estrés distintos. 

Las mujeres, muchas veces, solo expresamos la vulnerabilidad de la forma aceptada socialmente

Natalia Bertrán, psicóloga

¿Cómo se manifiesta el trauma en el cuerpo de las mujeres?

Principalmente, a través de síntomas somáticos como dolor crónico, fatiga, alteraciones del ciclo menstrual, problemas digestivos... Las mujeres, históricamente condicionadas por factores sociales, aprenden a reprimir la ira, internalizando el sufrimiento. Es lo que yo llamo una autoagresión. En cambio, los hombres tienden a exteriorizarla, lo que se manifiesta patológicamente en conductas adictivas o trastornos de comportamiento.

Muchas mujeres acuden a mecanismos de regulación que buscan aliviar temporalmente el malestar interno

Natalia Bertrán, psicóloga

En este proceso, la vergüenza desempeña un papel central. Funciona como un potente inhibidor de la expresión emocional, alimentando la desconexión con el ser auténtico. Desde edades tempranas, muchas mujeres aprenden a priorizar la aceptación externa por encima de su propia verdad interior.

Aunque estas conductas pueden calmar momentáneamente la angustia, en realidad perpetúan una ruptura más profunda: la pérdida de espontaneidad y autenticidad, esenciales para el bienestar emocional a largo plazo.

Entonces, ¿el trauma se gesta sobre todo en la infancia?

Sí. En la infancia, nuestro cerebro está en plena construcción. Es como levantar un edificio: si las bases son frágiles porque no se atendieron nuestras necesidades adecuadamente, toda la estructura será inestable. Y cuando somos adultos, no siempre somos conscientes de esas bases. Los síntomas que sufrimos son indicios de heridas no resueltas.

Nuestro cuerpo busca el equilibrio, la homeostasis. Pero si no tiene condiciones para lograrlo, compensa de otras formas, lo que puede producir síntomas físicos o enfermedades. Todas esas experiencias traumáticas no resueltas se van acumulando en el cuerpo.

La recuperación

Dar un paso hacia adelante

¿Cómo es el proceso de recuperación?

La recuperación física y emocional del trauma van de la mano. No se puede trabajar solo en los síntomas físicos ni quedarse únicamente en el origen emocional. Hay que abordar ambas cosas en paralelo. Lo primero es sentirse segura y estar en un entorno adecuado para empezar a conectar con esa experiencia y pedir ayuda. En terapia, muchas mujeres ya saben de forma racional el origen de sus dificultades, pero eso no basta.

La sanación ocurre cuando podemos volver emocionalmente a esa experiencia que quedó incompleta, a esa necesidad no respondida, y terminarla. El trauma se reprocesa cuando iluminamos lo que faltó. Como terapeutas, ponemos luz ahí, pero el objetivo no es depender de alguien que cubra nuestras necesidades ahora, sino que la propia persona pueda tener una mirada compasiva hacia sí misma.

Para sanar el trauma es fundamental el trabajo en red

Natalia Bertrán, psicóloga

El primer paso es pedir ayuda: a un amigo, a alguien de confianza, o incluso informarse, leer, investigar. Es fundamental el trabajo en red. Yo, por ejemplo, no soy médica ni experta en hormonas o microbiota, pero me coordino con otros profesionales que pueden tratar los síntomas físicos, mientras yo acompaño emocionalmente para sanar la raíz del trauma.

Ese trabajo en red es clave para devolver el equilibrio al sistema. Además, es esencial promover un estilo de vida coherente, no solo “saludable” en términos externos. Actividades como el yoga, la meditación, caminar en la naturaleza, una dieta nutritiva, y rutinas que respeten nuestros ritmos son fundamentales. Pero también es importante no sobrecargarnos con hábitos “saludables” que al final nos estresen más. El estilo de vida debe reflejar nuestras necesidades reales y reducir la hiperactivación del sistema nervioso.

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