“El término SIBO proviene del inglés Small Intestinal Bacterial Overgrowth, o lo que es lo mismo: sobre crecimiento bacteriano del intestino delgado. Aunque ahora se hable mucho de él, no es un fenómeno nuevo”, cuenta Sandra Ortonobes, biomédica y creadora de contenido en su canal de YouTube 'La Hiperactina'.
En este, dedica un vídeo para hablar del SIBO, uno de los síndromes que más se comentan en redes sociales y que, muchas veces, tendemos a autodiagnosticar. Para saber más sobre qué consiste, cuáles son sus causas y cómo solucionarlo, nos adentramos en el contenido de la especialista y así resolver las dudas.
Según una experta
Qué es el SIBO
“Para entenderlo, primero hay que hablar de la microbiota, ese conjunto de microorganismos —bacterias, virus, hongos y parásitos— que viven en diversas partes de nuestro cuerpo: pulmones, piel, vagina y, muy especialmente, en el sistema digestivo. En los últimos años, la microbiota ha ganado protagonismo al descubrirse su papel esencial en la salud humana”, empieza a explicar Sandra en su vídeo.
Esta flora intestinal sintetiza vitaminas, ayuda a descomponer alimentos indigeribles (como la fibra), fortalece el sistema inmunológico y actúa como una barrera contra infecciones, tal y como ella misma cuenta. “Aunque tenemos microbiota en varias zonas, la gran mayoría reside en el colon, es decir, en el intestino grueso”, sigue.
Si algún mecanismo falla, las bacterias pueden multiplicarse en exceso, dando lugar al SIBO
El intestino delgado, en cambio, contiene muchas menos bacterias. “Esto se debe a dos factores fundamentales: la motilidad intestinal (el movimiento constante del intestino para que los alimentos no se queden estancados) y la presencia de jugos digestivos (como la bilis y el ácido gástrico), que tienen propiedades antimicrobianas. Estos mecanismos dificultan el asentamiento y proliferación de bacterias en esta parte del tubo digestivo”, relata la biomédica.

Qué es el SIBO-Istock
Pero si alguno de estos mecanismos falla, las bacterias pueden multiplicarse en exceso, dando lugar al SIBO. Es decir, un aumento anormal de bacterias —especialmente en las “invasivas” que normalmente no habitan allí— en el intestino delgado. “Este crecimiento no siempre causa síntomas, pero puede convertirse en un problema cuando bacterias como la Escherichia coli inflaman el intestino”, cuenta.
Por qué aparece
Cuáles son sus causas
Según Sandra, hay tres razones por las que puede aparecer el SIBO en nuestro organismo.
1. Problemas con los jugos digestivos. “Algunas personas no producen suficiente ácido gástrico. Esto puede deberse, por ejemplo, a una operación en la que se les ha extirpado parte del estómago (como en el caso de un tumor). También puede ser consecuencia del uso prolongado de medicamentos como el omeprazol, empleado para tratar la acidez estomacal”, explica.
Así también lo asegura un estudio realizado en la Universidad de México, que confirma la relación entre esta clase de medicamentos y el SIBO. La investigación analizó a 200 personas y se demostró que aquellos que utilizaron esta clase de fármacos por más de un año tenían más prevalencia y severidad de los síntomas.
“Aunque este tema sigue siendo debatido en la comunidad científica, hay estudios que sugieren que reducir el ácido gástrico puede facilitar la aparición del SIBO”, sigue. El mensaje es claro: no hay que jugar con los jugos digestivos.
2. Alteración de la motilidad intestinal. Si el intestino no se mueve bien, los alimentos se estancan, creando un entorno perfecto para que las bacterias crezcan, tal y como afirma la biomédica. “Es similar a un desagüe atascado: si el agua no fluye, se acumula y proliferan microorganismos. Las cirugías abdominales, como el bypass gástrico (para perder peso), pueden alterar el tránsito intestinal. También algunas enfermedades inflamatorias como el Crohn, la celiaquía, o incluso medicamentos como los opioides pueden ralentizar el movimiento intestinal y favorecer el SIBO”, asegura.
3. Problemas estructurales. “Por ejemplo, una válvula ileocecal disfuncional (que normalmente actúa como compuerta entre el intestino grueso y el delgado) puede permitir que las bacterias del colon asciendan al intestino delgado y proliferen allí. El resultado: un caso más de SIBO”, cuenta.
Cómo identificarlo
Síntomas
“Las bacterias invasivas del intestino delgado producen enzimas y toxinas que dañan las células intestinales y causan inflamación. También generan gases molestos al digerir los alimentos, dando lugar a síntomas típicos como hinchazón, dolor abdominal, gases o diarrea. Además, al afectar el intestino delgado —donde se absorben la mayoría de los nutrientes—, pueden interferir en la absorción de vitaminas y minerales, lo cual, en casos prolongados, puede causar déficits nutricionales (por ejemplo, de vitamina B12 o hierro) y pérdida de peso no deseada”, cuenta Sandra sobre cómo notamos el SIBO en el cuerpo.
Lo más complicado de todo esto es que los síntomas del SIBO no son exclusivos de esta afección. También pueden darse en personas con síndrome del intestino irritable, intolerancia a la lactosa o enfermedad celíaca, entre otros trastornos. Por ello, la experta defiende que es esencial identificar si tenemos verdaderamente SIBO, pero, ¿cómo hacerlo?
Diagnosticar el SIBO no es sencillo
“Diagnosticar el SIBO no es sencillo. Históricamente, se ha utilizado la endoscopia para aspirar líquido del intestino delgado y analizar su contenido bacteriano. Pero este método es invasivo, lento y caro, por lo que en la práctica se recurre más a menudo al llamado test de aliento”, cuenta.
Este consiste en, tal y como relata la biomédica, administrar al paciente un azúcar (como glucosa o lactulosa) que servirá de alimento a las bacterias. “Durante unas tres horas, se le pide que sople en unos tubos cada 20-30 minutos, para analizar los gases expulsados (hidrógeno o metano). Si hay SIBO, las bacterias fermentan el azúcar rápidamente, generando estos gases detectables en el aliento”, asegura.

Cómo identificar el SIBO-Istock
Sin embargo, este test no ofrece resultados absolutos. “Su precisión depende de muchos factores: la dieta del paciente, si está tomando medicamentos, si sufre diarrea, o incluso el tipo de bacterias que tenga naturalmente. Por eso es fundamental que este análisis lo realice un especialista capacitado, que pueda interpretar correctamente los resultados y evitar diagnósticos erróneos”, advierte la especialista.
Abordar la causa
Tratamiento
“Lo primero que debemos entender es que el SIBO no es una enfermedad aislada, sino un síntoma de que algo no funciona correctamente en el aparato digestivo”, revela. Por tanto, para tratarlo eficazmente, no basta con eliminar las bacterias: hay que encontrar la causa raíz del desequilibrio que permitió su aparición.
“El tratamiento más habitual comienza con antibióticos específicos que ayudan a reducir el número de bacterias en el intestino delgado. Uno de los más conocidos es la rifaximina, que tiene la particularidad de actuar principalmente en el intestino sin afectar demasiado al resto del cuerpo”, sigue Sandra en su vídeo. A veces, tal y como esta asegura, se combina con otros antibióticos dependiendo del tipo de gas producido (metano o hidrógeno), lo cual se determina con el test de aliento.
El SIBO es una consecuencia de otro problema, solo eliminar las bacterias no es suficiente
“Ahora bien, como el SIBO es una consecuencia de otro problema, solo eliminar las bacterias no es suficiente. Si no se corrige el origen del desequilibrio (problemas de motilidad, producción de jugos digestivos o alteraciones estructurales), es probable que el SIBO reaparezca”, confirma. Por eso, muchos especialistas insisten en adoptar un enfoque multifactorial que combine antibióticos con cambios en el estilo de vida, dieta y tratamiento de enfermedades subyacentes.
¿Modificarla?
Nuestra dieta
La dieta también juega un papel fundamental en el manejo del SIBO. “Algunos pacientes siguen dietas bajas en FODMAPs —un tipo de carbohidratos fermentables que pueden alimentar a las bacterias— para reducir los síntomas mientras se lleva a cabo el tratamiento”, cuenta la biomédica. Sin embargo, se trata de una herramienta de control sintomático, no de una cura. “De hecho, las dietas demasiado restrictivas pueden afectar negativamente a largo plazo si no se hacen bajo supervisión médica”, afirma.
En algunos casos, también se utilizan probióticos o prebióticos, pero este es un tema controvertido: no todos los especialistas están de acuerdo en su uso cuando hay un sobre crecimiento bacteriano activo. “Algunos estudios sugieren que podrían empeorar los síntomas si no se usan adecuadamente”, concluye Sandra en su canal de YouTube.