Lo que muchas veces se llama amor es, en realidad, otra cosa. Se toleran gritos, celos o indiferencias creyendo que forman parte del paquete. Se interpreta la ansiedad como deseo y el control como protección. A menudo, se cae en la idea de que cuanto más duele, más intenso es el vínculo. Y en ese proceso, se normaliza lo que no debería tener cabida en una relación. El problema no está solo en lo que se aguanta, sino en haber aprendido a llamar amor a lo que no lo es.
En medio del ruido emocional, hay dinámicas que se repiten. Relaciones que suben y bajan sin parar, que se alimentan de rupturas y reconciliaciones, que basan su fuerza en la incertidumbre. Melanie Acevedo, psicóloga especializada en vínculos afectivos, explicó en Instagram que muchas personas acaban atrapadas en esas dinámicas por una razón concreta: “Hay una trampa de adrenalina que hace engancharse a relaciones inestables”.
Toxicidad
El subidón emocional no es una señal de amor
Durante años, las ficciones románticas reforzaron la idea de que el amor verdadero tenía que ser intenso, desbordante y caótico. En ese contexto, cualquier relación que no provoque sobresaltos o dudas constantes parece tibia o incompleta. Incluso aburrida.
Para Acevedo, este pensamiento distorsiona la percepción afectiva, ya que “nos enseñaron a confundir amor con intensidad”. La consecuencia es evidente: se rechaza la calma y se busca lo extremo, incluso cuando eso implique sufrimiento.
Cuando una persona crece con el mensaje de que los celos son una prueba de interés o que discutir a gritos demuestra pasión, el malestar deja de ser una alerta para convertirse en rutina. Esa idea, según Acevedo, lleva a una conclusión errónea pero extendida: “Creer que si no duele, no es real”.
Frente a eso, lo que se propone no es la ausencia de emociones, sino un tipo de vínculo que no dependa de altibajos constantes. En sus palabras, “el amor maduro no vive de explosiones, vive de la estabilidad, el compromiso, el perdón y la comunicación”.
No se trata de eliminar la intensidad, sino de entender que un amor sano no quema, acompaña. No acelera el corazón por miedo, lo serena porque sabe que no se va. ”Más allá de momentos de pasión y mucha adrenalina, procura echar raíces que sostengan un amor sano a través del tiempo”, pide la experta.