El ser humano vive experimentando emociones de forma constante a lo largo de su vida, desde los momentos más emocionantes y felices hasta los más difíciles o dolorosos. Entre estas emociones se encuentran los celos, una respuesta natural que surge cuando una persona percibe una amenaza sobre algo que considera propio, como una relación o un vínculo con alguien apreciado.
No hay ningún sentimiento que sea intrínsecamente dañino. Todos, de hecho, son innatos y, a veces, nos ayudan a darnos cuentas de las cosas que realmente valoramos. Sin embargo, como muchos sucede con muchos aspectos emocionales, los extremos nunca son saludables. En este sentido, los celos, cuando se prolongan en el tiempo o se manifiestan de manera intensa, pueden causar daños en quien los siente, en la persona que los recibe y también en el entorno.
No solo sufre la persona que es celosa, sino que hace sufrir mucho a la persona que recibe estos celos
La psicóloga Elena Puig Guitart, da algunos consejos sobre esta emoción. Ella lo define como “un sentimiento profundo de miedo, de inseguridad, de no sentirte lo suficientemente valioso y de temer que puedes perder algo o alguna persona que quieres muchísimo”, empieza explicando.
Para trabajar los celos, según la psicóloga, el paso más importante, es reconocer que se están sintiendo. Una vez que se toma consciencia de ello, es posible comenzar un proceso de gestión emocional. “Implica un trabajo de autoestima, un trabajo de saber expresar, saber poner límites, trabajar las pequeñas acciones, el yo puedo, el yo soy capaz, porque todo esto da un sentimiento de poder personal, que lo que hace es que no tengo tanto miedo a que los demás me fallen”, señala.

Los celos causan inseguridad a la persona que los recibe.
Comprender esta emoción permite profundizar en sus causas, lo cual facilita encontrar soluciones. Con frecuencia, los celos tienen su origen en la inseguridad interna y experiencias pasadas, siendo factores desencadenantes.
Debo cambiar yo y debe cambiar mi seguridad y la satisfacción que yo tengo con mi vida
Es importante entender que no solo sufre la persona que siente celos, sino también quien los recibe. “No solo sufre la persona que es celosa, sino que hace sufrir mucho a la persona que recibe estos celos. Y normalmente aquí se montan unas dinámicas donde la persona que recibe los celos comienza a esconder ciertas cosas que son absolutamente neutras solo para que la otra persona no se enfade. Y aquí estamos potenciando efectivamente a la persona celosa”, advierte Puig.
De este modo, cuando los celos no se gestionan de forma adecuada, la persona que los recibe puede llegar a evitar situaciones con el objetivo de no hacer sentir a la otra persona más amenazada, lo que en realidad agrava el problema y potencia la falta de comunicación, un aspecto esencial para que cualquier relación afectiva pueda funcionar de manera saludable.
Además de esta reflexión e introspección personal, se empieza a tomar consciencia que, aunque no podemos cambiar a los demás, sí podemos cambiar la forma en que una situación nos hace sentir. Por lo tanto, trabajar los celos forma parte de un proceso de desarrollo personal que implica enfrentarse al miedo a la pérdida y otras inseguridades. También significa aprender a expresar lo que sentimos desde la honestidad, establecer límites sanos y a fortalecer la confianza y la seguridad en nosotros mismos. “Desde el otro yo no puedo trabajar mi vida porque no tengo capacidad de cambiar el otro. Debo cambiar yo y debe cambiar mi seguridad y la satisfacción que yo tengo con mi vida”, concluye Puig.