Nuestra piel está constantemente expuesta a una gran variedad de factores externos que, aunque muchas veces pasan desapercibidos en nuestro día a día, pueden acelerar su envejecimiento de forma significativa y comprometer su salud a largo plazo. Elementos como el humo del tabaco, la contaminación ambiental o la radiación solar actúan de forma silenciosa, pero constante, afectando la estructura y apariencia de la piel incluso desde edades tempranas.
Estos agentes no solo contribuyen a la aparición de arrugas y manchas, sino que también pueden alterar procesos celulares profundos que, con el tiempo, debilitan nuestras defensas naturales. ¿Qué tienen en común todos estos factores? ¿Cómo interactúan con nuestra piel y qué mecanismos desencadenan para provocar un deterioro visible e invisible? Entender este proceso es clave para saber cómo proteger nuestra piel de forma efectiva y mantenerla saludable, luminosa y joven por más tiempo.

Arrugas
El dermatólogo Gustavo Garriga ha dedicado un vídeo en sus redes sociales donde explica cómo ciertos factores ambientales y hábitos perjudiciales, como el tabaquismo o la exposición solar sin protección, generan un proceso conocido como estrés oxidativo, que daña progresivamente la piel desde el interior. “Los radicales libres pueden oxidar nuestra piel, afectar a nuestro colágeno, pigmentar nuestra piel e incluso pueda afectar al ADN de nuestras células provocando así cáncer de piel”, explica.
Y lo más preocupante es que los radicales libres actúan generando una reacción en cadena, es decir, estos oxidarán una molécula de nuestra piel, la cual a continuación oxidará a otra, esta oxidará la siguiente y así de manera continua hasta afectar a las diferentes estructuras de nuestra piel. “De forma parecida a lo que ocurre cuando caen las fichas de un dominó o cuando se caen las cartas de un castillo de naipes”.
El estrés oxidativo puede tener múltiples consecuencias visibles y profundas en la piel. Entre sus efectos más destacados se encuentra la reducción del colágeno y de las fibras de elastina, lo que provoca una pérdida de firmeza, la aparición de arrugas y una piel con menos elasticidad. Además, este proceso también puede alterar la producción de pigmento, favoreciendo la aparición de manchas, así como capilares dilatados que afectan al aspecto uniforme del rostro.
Pero lo más preocupante ocurre a nivel celular: el daño oxidativo puede alcanzar incluso el ADN de nuestras células, “aumentando el riesgo de desarrollar cáncer de piel, especialmente cuando se combina con una exposición solar intensa y sin protección”. Todo ello convierte al estrés oxidativo en un enemigo silencioso pero poderoso.

Arrugas
¿Y qué podemos hacer para prevenir estos daños? “Pues bueno, como ya os comentaba, la protección solar es un factor clave, ya que nos permitirá disminuir estos efectos de la radiación solar, pero además también podremos utilizar moléculas con acción antioxidante como sería la vitamina C. Así que si en algún momento habéis escuchado que la vitamina C es un estupendo anti-aging, se debe a esto mismo. Al ser un potente antioxidante, podrá poner freno en esta reacción en cadena de tal manera que cortará la cascada de estrés oxidativo y ayudará a evitar que se produzca este deterioro de moléculas en nuestra piel y así no se ayudará, por tanto, a tener una piel más sana y bonita”, apunta el dermatólogo.
En definitiva, el estrés oxidativo es una de las principales amenazas para la salud y el envejecimiento prematuro de la piel. Factores como el tabaco, la contaminación y la radiación solar actúan de forma constante, debilitando las estructuras cutáneas y favoreciendo la aparición de arrugas, manchas y otras alteraciones visibles e invisibles. Por eso, es fundamental adoptar medidas que incluyan el uso diario de protección solar y la incorporación de antioxidantes como la vitamina C.