El mundo de la medicina avanza a pasos agigantados a cada año que pasa. Las investigaciones se multiplican en distintos países, al mismo tiempo que lugares como el Hospital Clínic de Barcelona innovan constantemente sobre sus tratamientos y métodos de operación. Sin embargo, parte del éxito también puede estar en la implicación del paciente: reforzar su cuerpo, haciéndolo inmune a la mayoría de lesiones y condiciones.
Un hecho que Inés Moreno, más conocida como Traumatóloga Geek en redes sociales, ha añadido a su miniserie de crónicas médicas. La divulgadora suele indagar en distintos puntos de la línea temporada para rescatar personajes y ocurrencias de profesión, desde Florence Nightingale hasta el rey Sancho I de León. En esta ocasión, se ha centrado en la adaptación del cuerpo a las actividades más extremas, y cómo eso puede reforzarnos a gran escala.
“Puedes cambiar tus huesos con lo que haces cada día. Sí, y por eso los samuráis tenían tibias como espadas y los escaladores manos que parecen rocas. Tus huesos no son ladrillos, son tejido vivo. Y si los entrenas, cambian. En el siglo XIX, un alemán, Julius Wolff, lo explicó: el hueso se adapta al estrés que recibe, como si tu esqueleto fuera de arcilla, pero endureciéndose. Los samuráis entrenaban con impactos: espadas, caída, peso, lucha… Vivían cargando su cuerpo al límite”, contaba.
“¿El resultado? Sus tibias eran más gruesas, más densas, más fuertes que las de cualquier otro campesino de su época. No nacieron así, se las ganaron. Y hoy pasa lo mismo. Los escaladores no tienen manos, tienen herramientas. Agarres extremos y soportar el peso del cuerpo con los dedos. Generan cambios brutales: dedos ensanchados, muñecas más densas que una Kettlebell. No es genética, es adaptación”, remarcaba.
Insistencia y perseverancia
“Tus huesos escuchan lo que haces. ¿Nada? Se debilitan. Impacto, carga o tensión, se refuerzan. Como un entrenamiento Saiyan, pero real, sin bolas de dragón. Solo huesos, estrés y tiempo. ¿Quieres huesos fuertes? No es magia, es mecánica, es biología con cicatrices. Y recuerda, no naciste de acero, pero puedes volverte inquebrantable”, sentenciaba. Moreno también se pronunciaba recientemente sobre los avances de la higiene en el campo médico.
“Inspirado en los estudios de Pasteur, Joseph Lister tuvo una idea revolucionaria: ¿y si la infección no venía del aire, sino de los propios médicos? Empezó a lavar sus manos y los instrumentos con ácido carbólico, un antiséptico rudimentario. El resultado: la mortalidad posoperatoria se desplomó. Pero, en vez de ser recibido como un salvador, se rieron de él. ¿Lavarme las manos? Por favor, soy cirujano. La comunidad médica prefería seguir matando que admitir su error”, destapó.