Mar Casas, experta en protocolo: “Hay que quitarse las gafas de sol cuando entablamos una conversación desde el minuto uno. El cerebro piensa que hay peligro y no da confianza”
Bienestar
Muchas personas no utilizan las gafas de sol como protección, sino también como un recurso estético clave para reforzar su imagen personal
Mar Casas, experta en protocolo.
La comunicación es esencial para la vida en sociedad. No solo permite establecer relaciones y transmitir información, sino que también es clave para proyectar una imagen personal coherente y auténtico. Aunque la forma más común de comunicarnos sea a través del lenguaje verbal, nuestro cuerpo también habla: la postura, los gestos, la mirada e incluso la forma en que vestimos forman parte de un lenguaje no verbal que se transmite de forma silenciosa, pero contundente.
Las gafas son esenciales durante el verano.
Hoy en día, existen profesionales especializados en imagen y protocolo, como es el caso de Mar Casas, quien lleva más de dos décadas trabajando en el sector, organizando eventos para empresas e instituciones y enseñando cómo las normas sociales y los pequeños detalles pueden marcar la diferencia tanto en la vida cotidiana como en los negocios. Durante una charla en el pódcast Tiene Sentido, analizó algunos de los errores más comunes que cometen las personas al interactuar en público y puedan repercutir directamente a la percepción de seguridad y confianza que proyectamos.
Es mejor dejar en el coche todos los complementos que no son necesarios para conversar
Uno de los aspectos que más ha llamado la atención es el uso de las gafas de sol. Este complemento, que muchas personas asocian exclusivamente con la protección ocular,- como en verano-, si no que también cumple una función estética para complementar los outfits. “No estamos en una situación como en la nieve, donde uno tiene que protegerse de verdad. Otra excepción es en la playa, dónde sí podemos permanecer con ellas”, afirma.
Casas destaca que incluso un look sofisticado puede verse perjudicado si se acompaña de gafas de sol, sobre todo en momentos inapropiados. Por eso recomienda dejar en el coche todos los complementos que no sean necesarios para relacionarse con los demás: “Parecen espías. No deberían llevarlo cuando se bajan del coche. Es mejor dejar todos los complementos que no son necesarios para conversar”, señala.
El cerebro piensa que hay peligro porque se pueden caer en cualquier momento
Aunque para muchos las gafas aportan un toque de identidad personal, desde el punto de vista del protocolo, su uso debe limitarse en situaciones sociales o profesionales, especialmente cuando se inicia una conversación; llevarlas puestas puede ser percibido como un acto de desconfianza o desinterés.
“Hay que retirarlas cuando entablamos una conversación. Se quitan o desaparecen desde el minuto uno cuando llega se llega al evento” aclara Casas. Más allá de lo estético, las gafas cubren los ojos, una de las zonas más expresivas del rostro, y esto puede provocar que el cerebro, inconscientemente, analice ese objeto como algo que se puede caer, romper o generar un movimiento inesperado, por lo que se puede activar un pequeño estado de alerta. “El cerebro puede pensar que hay 'peligro' porque se pueden caer en cualquier determinado. Por eso, en una entrevista o en la mesa es mejor no llevarlas puestas”, señala.
Otro detalle que critica es el uso de las gafas como diadema, tanto en hombres como en mujeres. Esto no solo distrae, sino que transmite inseguridad y una imagen descuidada. “Con las gafas puestas tienes la sensación de que en cualquier momento, cuando la persona se mueva, esas gafas van a ir en el suelo. Nos puede dar una sensación similar de peligro y no estamos cómodos, es algo cerebral”, confiesa la experta.
La manera en que nos sentamos es otro indicio que revela mucho sobre nuestra personalidad. “Cuando estamos en una mesa de reuniones, toda la vida se ha dicho que las manos tienen que estar a la vista”, explica. Esto responde a normas que se han ido construyendo con el tiempo, en función de lo que ha demostrado funcionar socialmente, y muchas de ellas se mantienen vigentes. Hoy en día, tener las manos visibles en una comida sigue siendo una referencia de buena educación y transmite disposición y atención al entorno.
Uno de los errores más comunes en el protocolo es anteponer la comodidad personal a la adecuación al contexto, lo que puede romper la armonía del evento y enviar señales erróneas.“La primera impresión va a ser tu tarjeta de visita de ahora en adelante. Por eso hay que medir muy bien qué tipo de ropa eliges, qué colores, cuál es el entorno, cuál es el objetivo, con quién vas a relacionarte, dónde va a tener lugar ese encuentro”, concluye Casas.