Marta Mármol, nutricionista: “El peor hábito para tu digestión no es lo que comes, es cómo lo haces. Si comes con prisa, con estrés o con miedo a que algo te siente mal”

BIENESTAR

Cuando experimentamos estrés, ansiedad o miedo, el sistema nervioso simpático se activa, priorizando funciones de “supervivencia”

Marta Mármol

Marta Mármol

¿A cuántas personas ves comiendo en un restaurante, un bar, o incluso en casa, con el móvil al lado o pendientes del reloj? Hace tiempo que la hora de la comida, la cena e incluso el desayuno, dejó de ser un momento para relajarse y disfrutar de los sabores. Ahora, se ha convertido en un trámite que hacemos por obligación, sin darnos cuenta de su importancia para nuestro bienestar general. Las prisas, la tecnología y la incapacidad para despejar la mente han ganado terreno, y en un mundo donde los problemas digestivos parecen estar en aumento, pocos se detienen a pensar que los pequeños hábitos diarios pueden ser más determinantes de lo que imaginamos.

Harvard Health Publishing explica que el intestino y el cerebro están conectados a través del eje intestino-cerebro, una red de nervios, hormonas y señales químicas que hacen que lo que sentimos tenga un efecto directo en cómo digerimos los alimentos. Cuando experimentamos estrés, ansiedad o miedo, el sistema nervioso simpático se activa, priorizando funciones de “supervivencia” y reduciendo la motilidad intestinal, la producción de jugos gástricos y la absorción de nutrientes.

Esto no solo ralentiza o interrumpe la digestión, sino que también puede aumentar la inflamación gastrointestinal y agravar problemas como síndrome de intestino irritable, acidez o hinchazón. Por el contrario, estados de calma activan el sistema parasimpático (“descansar y digerir”), favoreciendo un tránsito intestinal regular, una mejor asimilación de nutrientes y una microbiota más equilibrada.

Prisas a la hora de comer

Prisas a la hora de comer

Getty Images/iStockphoto

Así lo explica, a su vez, la nutricionista española Marta Mármol en el pódcast Tiene Sentido. Según ella, “el peor hábito para tu digestión no es lo que comes, es cómo lo comes: con prisa, con estrés o con miedo a que algo te siente mal. Comer rápido o con miedo activa tu sistema nervioso simpático y bloquea el proceso digestivo”. Esto ocurre porque cuando tenemos prisa o estamos tensos, el cuerpo entra en modo de “supervivencia”, priorizando funciones vitales como el aumento del ritmo cardíaco y la producción de adrenalina, lo que reduce la capacidad del sistema digestivo para funcionar de manera óptima. 

Comer mientras miramos el reloj o nos distraemos con el móvil, por ejemplo, no solo nos impide disfrutar de la comida, sino que también dificulta la masticación adecuada, lo que puede generar molestias digestivas, mayor sensación de hambre, y hasta contribuir a desequilibrios metabólicos. Además, este tipo de hábitos puede causar picos en la glucosa, lo que afecta tanto nuestra energía a corto plazo como el equilibrio hormonal a largo plazo.

Mármol también resalta que no es solo “qué” comes, sino “cómo”, “con quién” y “en qué contexto”. Esta forma de ver destaca la importancia de la calidad de la experiencia al comer, no solo la cantidad ni la elección de los alimentos. Comer en un ambiente relajado, junto a personas que nos transmitan tranquilidad y sin prisas, puede marcar una gran diferencia. Por eso, recomienda tomarnos un momento para hacer una pausa antes de comer: respirar profundamente, relajarnos y masticar despacio. 

Estos pequeños hábitos tienen un impacto sobre la digestión, activando el sistema parasimpático, lo que no solo facilita el proceso digestivo, sino que también optimiza la absorción de nutrientes y favorece una mejor energía a lo largo del día. Así, no solo alimentamos nuestro cuerpo, sino que también cuidamos nuestra mente y nuestras emociones, ya que un estómago en calma es un reflejo de un cuerpo y una mente equilibrados.

Prisas a la hora de comer

Prisas a la hora de comer

Getty Images/iStockphoto

En definitiva, no solo importa qué comemos, sino también cómo y en qué estado emocional lo hacemos. La ciencia respalda esta idea: desde el trabajo de Harvard Medical School y el Massachusetts General Hospital publicado en PNAS (The Stressed Gut, 2005), que demostró cómo el estrés altera la motilidad y la permeabilidad intestinal, hasta la revisión de la Universidad de Cork (The Effects of Stress and Diet on the “Brain–Gut” Pathways, 2022), que vinculó la activación del eje estrés-intestino con inflamación y cambios en la microbiota.

Incluso estudios de la Universidad Estatal de Iowa (Mindful Eating: The Stress-Digestion-Mindfulness Triad, 2020) muestran que la calma y la atención consciente al comer favorecen una digestión buena. Así que, tomarse un momento para respirar y comer sin prisa no es solo un consejo de bienestar: es una estrategia con aval científico para cuidar nuestra salud digestiva.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...