El mundo de la medicina avanza a pasos agigantados a cada año que pasa. Las investigaciones se multiplican en distintos países, al mismo tiempo que lugares como el Hospital Clínic de Barcelona innovan constantemente sobre sus tratamientos y métodos de operación. Sin embargo, con frecuencia es el propio cuerpo el que sigue sorprendiéndonos, con capacidades más allá de nuestra comprensión.
Un hecho que Inés Moreno, más conocida como Traumatóloga Geek en redes sociales, ha añadido a su miniserie de crónicas médicas. La divulgadora suele indagar en distintos puntos de la línea temporada para rescatar personajes y ocurrencias de profesión, desde Florence Nightingale hasta el rey Sancho I de León. En esta ocasión, se ha centrado en la capacidad del corazón de mantenerse en funcionamiento incluso fuera del cuerpo.
“Explosión, un ruido seco, como si el aire te partiera por la mitad. Y luego, silencio. Pero no es la paz, es el cuerpo colapsando. Afganistán, 2009. Una patrulla pisa una mina. Un soldado salta por los aires. Y cuando cae, su pecho está abierto como un libro roto. El hueso ha desaparecido. Y ahí, entre sangre, nervio y caos, está su corazón. Fuera del cuerpo. Expuesto y latiendo. Imagínate ver esto, no en una peli, no en The Voice, en la vida real”, se retrotraía.
“Y el tipo está consciente, parpadea, te mira, mientras su corazón se agita y late al aire libre, sin chasis. ¿Por qué no se muere? Pues porque el corazón es el órgano más testarudo de todo el cuerpo humano. No necesita cerebro, no necesita permisos. Tiene su propio sistema eléctrico autónomo, como si tuviera un generador nuclear interno. El nodo sinoauricular, el marcapasos natural, el ritmo de la vida grabado en un músculo”, añadía.
Resistencia ante la adversidad
“Si no se rompe, si no se arranca, late. Por eso hay corazones que siguen latiendo después de los trasplantes. Por eso puedes morir cerebralmente y el corazón sigue ahí, resistiéndose, negándose. Ese soldado fue estabilizado, lo operaron y sobrevivió. Y su historia quedó como una advertencia brutal. Puedes perder sangre, puedes perder la conciencia, pero mientras tu corazón siga latiendo no está acabado”, insistía.
“La mayoría de nosotros no verá su corazón nunca. Pero te late cien mil veces al día sin pedirte permiso. Y si un día todo se va al carajo, probablemente será lo último que se rinda. Así que cuando lo sientas acelerado, latiendo en tu pecho, rompiendo silencio, no lo ignores. Está ahí para recordarte que sigue en la partida”, concluía.


