Si hay un alimento que parece tener los días contados en la nevera, esa es la lechuga en bolsa. Aunque es cómoda, rápida de preparar y perfecta para ensaladas al momento, lo cierto es que su duración es limitada. En apenas dos o tres días, muchas veces ya ha perdido su textura crujiente, aparecen hojas blandas o con mal color, y, a veces, se estropea por completo, sobre todo con las altas temperaturas. Pero no solo ocurre en verano: a lo largo del año, la lechuga es una de las hortalizas frescas más delicadas y difíciles de conservar.
La nutricionista Julia Farré explica por qué sucede esto y cómo podemos alargar los días de la lechuga con un truco muy fácil de aplicar. El problema, dice, está en la humedad que se genera dentro del envase una vez abierto. “La lechuga dentro de la bolsa, ¿qué va a pasar?”, plantea. “Que va a coger humedad y esto va a hacer que se ponga blandurria y fea en pocos días”.
Lechuga en bolsa
Ese exceso de humedad dentro de la bolsa crea el ambiente perfecto para que las hojas deterioren: pierden consistencia, empiezan a pegarse entre sí, se oxidan más rápido y pueden aparecer bacterias o moho. Sin embargo, la nutricionista propone una solución práctica y muy sencilla: “El truco es añadir un trozo de papel de cocina absorbente dentro antes de cerrarla y guardarla”, explica.
La lechuga dentro de la bolsa va a coger humedad y esto va a hacer que se ponga blandurria y fea
Este papel actúa como una esponja que absorbe el vapor y la humedad que se acumulan dentro de la bolsa, ayudando a mantener las hojas frescas y secas durante más tiempo. El resultado: una lechuga que se conserva mejor, sin necesidad de cambiar de envase ni hacer preparaciones complicadas con ella. Eso sí, la nutricionista recomienda revisar el estado del papel: “Cuando el papel ya esté húmedo hay que cambiarlo”.
Además de este truco, hay otras recomendaciones que pueden ayudar. Por ejemplo, cerrar bien la bolsa con una pinza o goma, para que no entre de la nevera el aire frío directamente. También es recomendable guardar la lechuga en el cajón de las verduras, donde la temperatura y humedad están más reguladas. Incluso, se puede guardar en un tupper con tapa, pero siempre con el papel absorbente dentro. Otra estrategia útil consiste en dividir la lechuga en porciones más pequeñas si sabes que no vas a consumirla toda de golpe. Separar las hojas en varios tuppers individuales evita que se estropee toda la bolsa y, además, ayuda a tener siempre una ración lista para comer.
El truco es añadir un trozo de papel de cocina absorbente dentro antes de cerrarla y guardarla
Otro consejo útil es evitar lavar las hojas si no la vas a consumir en el momento. Si se hace, hay que secarlas bien antes de guardarlas, ya que cualquier resto de agua provoca que se humedezcan antes. Y si notas alguna hoja en mal estado, es mejor tirarla cuanto antes para evitar que contamine al resto.
Gestos simples como estos pueden marcar la diferencia entre tirar una bolsa entera de lechuga a los pocos días o disfrutarla durante casi una semana. Y, encima, tratándose de una hortaliza tan ligera, hidratante y rica en vitaminas como la lechuga, conservarla bien te va a permitir aprovecharla mejor y reducir el desperdicio.
