Cada vez son más comunes los problemas digestivos. Seguro que conoces a alguien que dice sentirse hinchado todo el día… o quizá esa persona eres tú. Has recurrido a pruebas médicas, probado distintos alimentos, eliminado otros de tu dieta… gestos que realizas poco a poco y que, aun así, no parecen dar resultado.
Inma Borrego es profesional sanitaria especializada en salud digestiva desde hace más de ocho años. “Me formé en psiconeuroinmunología clínica, microbiota humana y enfoque sistémico para poder entender lo que muchas veces no se ve en una prueba complementaria, pero se siente cada día en el cuerpo”, explica la experta.
Borrego acompaña a personas que se sienten perdidas frente a sus síntomas digestivos a encontrar sentido, conectar las piezas y recuperar el equilibrio. “Porque cuando entiendes lo que te pasa, ya no puedes seguir tratándote igual”, revela. En una entrevista para La Vanguardia, la especialista explica cómo muchas personas viven esta situación, cuáles son las posibles soluciones y cómo aprender a escuchar las necesidades de tu cuerpo.
Comes y, al rato, globo: hinchazón, presión o incomodidad. ¿Por qué tantas personas tienen la barriga siempre dura?
Lo que pasa es que el intestino no solo digiere lo que comes. También carga con lo que vives. Con las prisas, con el ruido, con todo lo que no dices pero te tragas. Y eso lo sobrecarga. Porque no está hecho para sostenerlo todo. Con el tiempo, la digestión se ralentiza, las emociones se enquistan y el cuerpo empieza a funcionar a medias: no descansas bien, no digieres bien, no te sientes bien.
Y llega un momento en que simplemente no puede más. Siempre digo que no hace falta una prueba médica para saber que algo va mal. A veces basta con escuchar lo que te está diciendo la barriga. Esa hinchazón, esa presión… no es solo física. Es una llamada. Pide una vida más pausada, más coherente, y sobre todo, mucho menos indigesta.

Mujer con problemas
¿Cómo saber si la hinchazón que sentimos es solo digestiva o si hay algo emocional detrás? ¿Qué señales lo delatan?
Muchas personas creen que la hinchazón depende únicamente de lo que han comido. Y claro, cuando un día un mismo alimento les sienta bien y al siguiente les sienta fatal, no entienden qué ha podido pasar. Y es que lo que ha cambiado, muchas veces, está en cómo llegas a esa comida: si has dormido mal, si llevas días en tensión, si hay algo que te preocupa pero no terminas de mirar. Porque aunque el alimento sea el mismo, el entorno emocional y mental no lo es. Y eso el intestino y la microbiota lo notan.
Hay emociones que no se expresan, no porque no existan, sino porque en su momento no hubo espacio seguro para sentirlas
De hecho, en consulta veo casos de gente con alimentación impecable que, aun así, sigue hinchada. Personas que no toleran ni una ensalada los días que están nerviosas, tristes o al límite. No porque el alimento esté mal… sino porque el cuerpo ya está saturado. Si la hinchazón aparece sin un patrón claro, cuando lo que comes no basta para explicar lo que sientes en el cuerpo, o cuando notas que tu barriga responde más a cómo estás que a lo que has comido… ahí hay una pista.
Antes de comer, para treinta segundos y pregúntate: “¿Cómo me siento ahora?” Y si esa hinchazón insiste, a pesar de todo lo que controlas en tu alimentación, quizá no sea algo que tengas que eliminar de lo que comes… sino algo que necesitas mirar en tu vida.
¿Qué emociones están más ligadas al sistema digestivo? ¿La ansiedad, la rabia, la tristeza… se sienten en el estómago?
Sin duda. Y no como metáfora, sino como respuesta real del cuerpo. La ansiedad acelera. La tristeza ralentiza. La rabia contrae. Y todo eso se nota en el aparato digestivo, que está directamente conectado con el sistema nervioso. No es casualidad que muchas personas describan la hinchazón como una “presión” en el abdomen, o que hablen de un “nudo” en el estómago cuando están angustiadas. Tampoco lo es que haya diarrea justo antes de una reunión importante, o estreñimiento en etapas de bloqueo emocional.
Lo que vivimos se siente. Y lo que no nos permitimos sentir… también. Hay emociones que no se expresan, no porque no existan, sino porque en su momento no hubo espacio seguro para sentirlas. Y el cuerpo aprende a retenerlas, como una forma de protección. Pero si eso se prolonga, si lo que sientes no encuentra salida ni acompañamiento, el cuerpo acaba buscando otra forma de expresarlo. Y muchas veces, esa vía es el intestino: inflamaciones que aparecen y desaparecen, digestiones que se bloquean sin motivo aparente, malestares que no encajan en ningún diagnóstico.
Cuando miras de cerca, hay un patrón que se repite: vidas hiperorganizadas por fuera, completamente desbordadas por dentro
Cuerpos que siguen funcionando a marchas forzadas; que ya no pueden seguir tragándose la rabia, la frustración, la insatisfacción ni esa tensión acumulada durante años. Y no hace falta un gran trauma para que eso pase. A veces basta con vivir demasiado tiempo desconectado de uno mismo. Sosteniéndose por fuera… mientras por dentro el cuerpo va acumulando lo que no encuentra forma de salir. Hasta que un día, lo dice claro. Y lo dice desde el lugar donde más se siente: el intestino.
Dice que el intestino “grita” lo que la mente calla. ¿Cuál es el tipo de paciente que más ve repetido en consulta?
Pues sin duda, lo que más veo son personas que no tienen un diagnóstico claro, pero sí muchos síntomas. Personas que no se rinden fácilmente, que investigan todo, que lo dan todo, que comen bien, se cuidan, han probado distintos tratamientos, se han hecho un montón de pruebas… y aun así siguen con la barriga inflamada, gases, digestiones lentas o cambios constantes en el tránsito intestinal.
Y no entienden por qué. Y claro, llegan frustradas. Porque, en teoría, no están haciendo nada mal. Pero cuando miras de cerca, hay un patrón que se repite: vidas hiperorganizadas por fuera, completamente desbordadas por dentro. Personas que controlan hasta el último detalle de su rutina, pero no se permiten aflojar ni un segundo. Que se exigen estar bien. Que incluso han convertido el autocuidado en otra lista de tareas por cumplir. Personas que viven en modo alerta, con el sistema nervioso activado casi todo el día.
En ese momento en que el cuerpo ya no puede más, también aparece la oportunidad: dejar de exigirse soluciones rápidas y empezar a mirar hacia dentro
Y eso, aunque no siempre se vea en una prueba, altera directamente la motilidad intestinal, la microbiota, la digestión. Todo está bajo control… menos su vida. Y ahí es donde empiezan las señales físicas. Porque ese perfeccionismo en los hábitos suele esconder una inseguridad más profunda: La sensación de no saber cómo salir del camino que llevan.
De no estar viviendo como querrían, pero no saber cómo cambiarlo. Y como no se puede controlar eso, lo intentan compensar controlando todo lo demás. Y ahí es donde empieza el bucle. Porque, en realidad, es una trampa. El cuerpo aguanta… hasta que deja de hacerlo. No es solo estrés. Es un estado fisiológico sostenido en el tiempo que no permite digerir bien. Y si no hay espacio real para parar, descansar o simplemente coger aire… si no hay esa sensación interna de seguridad, el tubo digestivo lo nota.
Antes de comer, para treinta segundos y pregúntate: “¿Cómo me siento ahora?” Y si esa hinchazón insiste, a pesar de todo lo que controlas en tu alimentación, quizá no sea algo que tengas que eliminar de lo que comes
Se inflama, se vuelve más sensible, más lento, más irritable. Y por mucho que ajustes tus hábitos externos, si el cuerpo por dentro no siente que puede bajar la guardia… no hay digestión que funcione bien. Pero justo ahí, en ese momento en que el cuerpo ya no puede más, también aparece la oportunidad: dejar de exigirse soluciones rápidas y empezar a mirar hacia dentro. Porque muchas veces, salir del bucle no empieza haciendo más… sino dejando de cargar tanto.

Mujer con problemas
Cuando el malestar persiste, pero los resultados dicen “todo está bien”, no es que no haya nada. Es que hay que mirar desde otro ángulo
¿Qué le diría a alguien que vive hinchado y se ha hecho pruebas médicas que no muestran nada anormal?
Lo primero, que no está solo. Y que no se lo está inventando. Porque el cuerpo no necesita una analítica alterada para estar pidiendo ayuda. Muchas veces las pruebas convencionales no muestran nada porque están diseñadas para detectar enfermedades estructurales o inflamaciones graves. Pero no captan lo que ocurre cuando hay una inflamación de bajo grado, una alteración en la microbiota, una disfunción en la motilidad intestinal o un sistema nervioso desregulado.
Y todo eso, aunque no deje rastro en una colonoscopia o en una analítica básica, puede generar síntomas muy reales. Cuando el malestar persiste, pero los resultados dicen “todo está bien”, no es que no haya nada. Es que hay que mirar desde otro ángulo. Ya no se trata solo de buscar qué tengo, sino de preguntarse qué me está pasando ahora mismo que el cuerpo no está pudiendo sostener. Y ahí empieza el cambio. Porque no se trata de buscar un nuevo alimento culpable o hacerse otra prueba más. Si no de empezar a escuchar lo que el cuerpo lleva tiempo intentando decir