Ángel Durántez, médico experto en longevidad: “A los 44 y a los 60 tu cuerpo acelera el envejecimiento y empiezan a dispararse las enfermedades si no has hecho los deberes”
Longevidad
El especialista en medicina preventiva alerta de que el movimiento, el sueño y la forma de comer determinan cómo llegamos a esos dos picos de aceleración del envejecimiento
Ángel Durántez es pionero en Medicina de la Longevidad en España
Hay edades que llegan casi sin que nos demos cuenta. De jóvenes todos creen que eso de empezar a notar los signos de la edad aún queda muy lejos, hasta que un día cualquiera un adolescente se refiere a ti como ‘señor’ o ‘señora’. Ahí entiendes que ya no eres tan joven como pensabas.
Entonces, aparecen los pequeños avisos: una mañana te levantas, te miras al espejo y notas que has dormido peor, que te cuesta un poco más subir las escaleras o que aquello que antes hacías sin pensarlo ahora exige un esfuerzo extra. No es ningún drama, pero sí una señal de algo que la ciencia lleva años repitiendo, y es que hay momentos muy concretos en los que el cuerpo cambia de marcha y empieza a notar los signos del envejecimiento.
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Dos picos de aceleración del envejecimiento
Uno de los expertos que mejor lo explica es Ángel Durántez, uno de los médicos pioneros en España en medicina de la longevidad. Formado en medicina del deporte y especializado en prevención, lleva más de tres décadas trabajando con deportistas de élite, ejecutivos y pacientes que buscan optimizar su salud a largo plazo. Es autor del libro Joven a los 100, dirige una clínica de referencia en salud preventiva y fue reconocido por Forbes como uno de los mejores médicos del país en su área. A través del pódcast Tengo un plan, Durántez asegura que “a los 44 y a los 60 tu cuerpo acelera el envejecimiento, y ahí empiezan a aparecer las enfermedades si no has hecho los deberes”.
Su afirmación no se trata de ningún eslogan ni exageración, sino que el doctor hace referencia a un estudio reciente de proteómica liderado por el investigador Schneider, que identifica justamente dos picos de aceleración del envejecimiento biológico alrededor de esas edades. Según este, son momentos en los que los declives funcionales se hacen más visibles y en los que, estadísticamente, comienzan a multiplicarse los diagnósticos de salud más serios.
A los 44 y a los 60 es cuando se producen esos picos de envejecimiento, y depende de nosotros cómo llegamos a esas edades
“Los 44 y los 60 son dos momentos en los que el cuerpo pega un salto: empiezan a dispararse marcadores, aparecen síntomas que antes no estaban y mucha gente empieza a decir ‘ya no me encuentro bien’”, explica. Y a esa edad, añade, la diferencia entre quienes han cuidado sus hábitos y quienes no lo han hecho se vuelve abismal. “Es cuando se ve si has llegado entrenado o si solo has ido tirando”, sentencia.
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Si hay que saltarse una comida, mejor eliminar la cena que el desayuno
Pero, según el médico, este salto no ocurre de un día para otro. En realidad, se cocina mucho antes, y uno de los hábitos que más influye es cuándo y cómo comemos. Durántez explica que, en base a decenas de investigaciones que comparan diferentes patrones de ayuno y alimentación, nuestro cuerpo funciona mejor cuando desayunamos y peor cuando cenamos tarde. Tanto, que los estudios muestran que si hay que saltarse una comida, es mejor eliminar la cena que el desayuno:
“En un estudio reciente compararon dos tipos de ayuno intermitente: sin desayuno y sin cena. Y ganan los de sin cena, clarísimamente”, explica. La razón es que estamos biológicamente preparados para ingerir energía al despertar, cuando las hormonas y los ritmos circadianos trabajan a nuestro favor. En cambio, por la noche el cuerpo entra en un modo de reposo y reparación, y una cena abundante y tardía interfiere en ese proceso.
Es precisamente por esto por lo que muchas personas, cuando cenan tarde, notan que duermen peor, se sienten más inflamadas y tienen peores digestiones. Todo ello, unido a otros muchos síntomas, son los ingredientes perfectos para acelerar ese desgaste, que se hace más evidente a los 44 y a los 60.
Las cenas copiosas y tardías son un enemigo de la salud mucho mayor del que imaginamos
Aun así, la parte positiva es que está en nuestra mano cambiar esto, y aunque la alimentación es clave, hay un hábito que para él está por encima de todos: el movimiento. Lo repite una y otra vez, casi como un mantra. “El movimiento borra el tabaco, la mala alimentación y el alcohol”, afirma. No porque deje de tener impacto, sino porque el cuerpo humano está diseñado para funcionar en movimiento. Y cuando eso se respeta, la maquinaria completa trabaja mejor.
La salud no depende de un gran gesto aislado, sino de una suma de pequeñas decisiones
Es por esto por lo que, quizás, muchas de las personas que llegan a los 80 o 90 con una salud envidiable comparten un mismo perfil. No son culturistas ni atletas musculados. Son, como los describe él, “fibrados, finos, biotipo escalador”. Gente que ha mantenido un nivel constante de actividad, sin excesos, pero también sin largas temporadas de sedentarismo. Personas que han hecho de la fuerza una aliada y del movimiento un modo de estar en el mundo.
Aunque Durántez sabe de primera mano, como él mismo asegura, que la vida no siempre es lineal y que hay momentos para todo, también afirma que, de todo lo que ha aprendido, lo que siempre repite a sus pacientes es que el estrés afectivo envejece más que cualquier mala dieta. Por eso invita a mirar el envejecimiento con otros ojos, no como un destino inevitable, sino como un proceso moldeable:
No es tan importante saber cuándo vamos a morir, sino tratar que el envejecimiento nos llegue de la mejor manera posible
“No me preocupa cuándo voy a morir, sino cómo van a ser mis últimos años”, reconoce. Lo que más teme no es la muerte en sí, sino una década final llena de limitaciones, dolores y dependencia. Su objetivo es llegar a los 70 u 80 con fuerza suficiente para seguir moviéndose, cuidando su mente y disfrutando de su vida diaria.
Por eso, para él, el ayuno, la alimentación, el sueño o los hábitos diurnos no son dogmas, sino herramientas. “La salud no depende de un gran gesto aislado, sino de una suma de pequeñas decisiones”, insiste. Cenar antes, caminar más, evitar la inflamación crónica, proteger los ritmos circadianos, mantener masa muscular… Todos esos gestos construyen lo que él llama “la vida en salud”, un concepto que considera más importante que la propia longevidad.