¿Has oído hablar alguna vez del inconsciente? Es un concepto difícil de definir ha simple visto y por eso ha sido y es uno de los pilares más enigmáticos y estudiados de la psicología. Más que un almacén de recuerdos reprimidos o emociones ocultas, el inconsciente condiciona nuestra forma de actuar, de decidir e incluso de relacionarnos.
Es difícil definir el inconsciente con palabras
Para la psicoterapeuta y escritora Marly Kuenerz, especializada en procesos inconscientes y simbólicos, una de las claves para entenderlo está en observar y entender el cuerpo: “La gente no sabe que el inconsciente está en tu cuerpo, y cuando te das cuenta de eso empiezas a tener intimidad contigo mismo”.
Kuenerz defiende que el cuerpo actúa como un receptor permanente de información emocional y sensorial, incluso cuando no somos conscientes de ello. “El cuerpo sabe más que tú… hay una información corporal que no escuchamos mucho”, afirma. Según su enfoque, la primera señal de ese diálogo interno se manifiesta en sensaciones físicas: “El hecho de que te sientas pesado o ligero cuando recibes una noticia o tienes que ver a alguien… Ahí ya te está hablando el cuerpo”. Para la experta, estas señales permiten detectar si una decisión, una persona o una situación van acorde a lo que nosotros queremos en lo más profundo de nuestro ser.
Invertir tiempo en ti para escucharte y comprenderte es importante para conocerte mejor
Además, también explica que el inconsciente no se expresa con palabras, sino mediante “un lenguaje simbólico, de imágenes”. Por eso los sueños, por ejemplo, no siguen la lógica cotidiana: mezclan tiempos, lugares y situaciones que pueden resultar incoherentes a simple vista, pero que están cargadas de significado. Estas imágenes que generamos, que pueden conmover o inquietar sin que sepamos por qué, son una vía para acceder a esa “sabiduría ancestral” que, según ella, habita en el cuerpo y en la mente. Entender el inconsciente implica dirigir la atención hacia dentro y aprender a descifrar ese “lenguaje silencioso”.
Freud también quiso definir el inconsciente
El inconsciente es un tema recurrente, y la psicología clásica ya lo había descrito antes. Sigmund Freud lo definió como un depósito oculto de impulsos, deseos y recuerdos que influyen en nuestra vida sin que seamos capaces de acceder a ellos de forma directa. Lo representó con la imagen de un iceberg: la mente consciente sería la parte visible sobre el agua, mientras que el inconsciente, que es mucho más grande, está sumergido. El subconsciente actuaría como una zona intermedia, siendo accesible pero con esfuerzo.
Las investigaciones actuales también aportan datos sorprendentes sobre el inconsciente. Estudios en neurociencia estiman que aproximadamente el cerebro procesa más de 40.000 impulsos neuronales por segundo, mientras que solo unos 5.000 llegan a la conciencia. El resto se integra en el sistema inconsciente, que regula funciones como la presión sanguínea, la temperatura o incluso la detección automática de señales emocionales en otras personas.
Al final, la clave está en desarrollar nuestro conocimiento interno, el que permite reconocer qué señales provienen del miedo, cuáles de viejas heridas y cuáles de la verdad profunda de uno mismo. En ese proceso, en esa escucha, está el camino más directo hacia el autoconocimiento.

