Antonio Verdejo, profesor en el Instituto Turner para la Salud Cerebral y Mental de la Universidad de Monash en Australia, se hacía eco de un estudio de PLoS Biology sobre la toma de decisiones en la adolescencia y la edad adulta. 92 participantes de entre 12 y 42 años se sometieron a distintas pruebas cognitivas para medir el “ruido” mental a la hora de elegir entre distintas opciones, y cómo este variaba a medida que pasaban los años.
“El resultado principal del estudio es que una reducción del ruido decisional estimado en las pruebas es un mediador de la relación positiva entre la edad y el uso de estrategias de decisión sofisticadas como, por ejemplo, la habilidad para incorporar no solo tu historia previa de ganancias y pérdidas, sino también la posibilidad de que haya cambios en el contexto de predicción, por ejemplo, antes de reservar un hotel”, exponía el investigador español en un artículo de Science Media Centre.
Las decisiones erróneas que se toman como adolescente pueden formar un carácter y unos parámetros que, más adelante, influyen en la toma de decisiones adulta. Otra de las voces que se ha pronunciado sobre este hecho Julia Borbolla, psicóloga clínica mexicana especializada en niños y adolescentes, con más de cuatro décadas de experiencia a sus espaldas. Durante una intervención en el ciclo de conferencias Aprendemos Juntos 2030, de BBVA, la poniente destacaba una imponente cifra para justificar esta conexión.
“Yo les puedo asegurar que un 80% de las creencias que ustedes tienen se formaron en su adolescencia. Es el momento en el que te enfrentas a tu propia identidad, a tu propia pertenencia. La pertenencia a la adolescencia es importantísima y es un momento tan crucial, porque si lo analizamos es cuando tomamos decisiones, no a qué nos vamos a dedicar, ¿eh? Empezamos a elegir relaciones de pareja y dependiendo cómo nos fue, nos quedan grandes éxitos, triunfos que en la adolescencia se sintieron espectaculares y lo visualizas maximizado”, explicaba.
Conexiones cruciales
“Y ahí te deja, no como como una palomita de éxito. Y también deja heridas, heridas profundas, heridas que muchas veces no tuvieron tiempo de cicatrizar, y que vuelven a salir cuando somos adultos. Lo que lograste o lo que no lograste tiene un gran significado en tu vida adulta, pero tenemos toda una vida por delante para tirar creencias que nos frenen, y para revivir creencias que nos impulsen”, insistía. Sin ir más lejos, el propio Antonio Verdejo llegaba a conclusiones similares sobre el estudio original de PLoS Biology.
“El estudio es innovador y riguroso y los modelos computacionales son sólidos y están bien descritos. La principal limitación, que los autores reconocen, es que para saber si realmente la reducción del ruido decisional tiene una ‘función madurativa’ se necesitaría un estudio longitudinal en el que los mismos participantes completen las pruebas a lo largo de varios años, permitiendo estimar la reducción del ruido en cada persona y entender si permite predecir el desarrollo de decisiones más sofisticadas”, reflexionaba.


