Desde pequeños, nos enseñan a ser responsables, a tener propósitos y metas, entre ellas estudiar para conseguir un empleo, mantenernos y alcanzar otros propósitos como comprar una vivienda, viajar, formar una familia, entre otros. Sin embargo, no nos preparan para enfrontarnos a situaciones que nos puedan desbordar a nivel laboral, pensando que el único objetivo es tener un buen puesto y buenas condiciones laborales.
La coach laboral Andrea Franco expresa que, a diferencia de lo que se cree, uno puede estar mal en el trabajo más allá del salario y de la pasión. “Hace algunos años que se habla de los problemas de salud mental relacionados con el trabajo, pero hasta que no me ocurrió a mí, yo creía que el burnout eran más bien casos aislados. Sobre todo, pensaba que se trataba de problemas de personas que trabajan en algo que no soportan o en ambientes laborales que casi parecen más típicos la época de los gladiadores”, expresa a través de su libro De quemada a realizad a.
El 'burnout' aparece en casos de sobrecarga laboral, presión y malas condiciones laborales.
Este síndrome tiene una particularidad: generalmente no empieza de repente. Son situaciones acumuladas que, aunque estés contenta en tu trabajo, pueden sobrecargarte, desequilibrando la vida personal y la profesional. Este síndrome puede empezar con pequeños gestos que vamos normalizando.
Nuestro cuerpo reacciona ante situaciones de inconformidad o amenaza: dolores de barriga, ataques de ansiedad, ganas de llorar, apatía, etc. Y, aunque tu cuerpo puede darte señales, es muy común que las normalicemos pensando que el problema es siempre del trabajador.
“El burnout no sucede de un día para otro. Es como el agua; empieza a hervir poco a poco hasta que te quema”, comenta. Para describir mejor esta situación, Franco lo explica con la historia del sapo: Si lo pones en una olla con agua hirviendo, saltará de forma automática debido a su instinto de supervivencia ante cualquier peligro o amenaza. Sin embargo, si lo pones en agua fría y calientas el agua lentamente, el sapo no se dará cuenta del peligro porque se sentirá cómodo. La temperatura irá subiendo gradualmente hasta que muera, sin tener la oportunidad de intentar escapar.
El burnout no sucede de un día para otro; es como el agua, empieza a hervir poco a poco hasta que te quema
Es importante recalcar que cuando se está mal en el trabajo, no tiene por qué ser en u sentido clínico, recalca la experta, sino que puede afectar a cualquier trabajador saludable. Algunos de los síntomas para identificarlo son levantarse llorando, dolor de barriga al recibir un correo del jefe, ansiedad los domingos por la tarde al pensar que el lunes es laborable, falta de ilusión, dedicar poco tiempo al trabajo o, simplemente, que este se convierta en un factor que impida vivir con normalidad.
“Sientes que es un trabajado que ha dejado de funcionar para ti, pero eres incapaz de dejarlo. No sabes qué hacer porque tienes miedo o porque estás 'casada' con la empresa”, recalca. Cuando te encuentras en esta situación, pasa igual que en una mala relación; eres consciente de lo que pasa, pero eres incapaz de dejarlo. Los motivos pueden ser el miedo a la incertidumbre, el agotamiento y porque te autosaboteas pensando que es algo pasajero, entre muchas otras razones.
”Un mal trabajo es como una relación tóxica; unos días te quiero y otros no te soporto”, explica. Y aunque a veces parece que la cosa mejora, siempre termina en el mismo punto, siendo destructivo”, recalca.
Franco señala que, aunque los demás te recuerden lo privilegiada que eres o las buenas condiciones que tienes, más allá de todo eso, lo que prevalece es la salud mental. Y cuando se sobrepasan los límites de la insatisfacción laboral, lo mejor es replantearse y buscar un nuevo rumbo profesional. “Recuerda que el éxito no se trata de aguantar, sino en saber cuándo es momento de irse”, concluye.
