Para Patrick Norguet (Tours, 1969), el diseño nace de una historia: un libro, un viaje, una conversación o un simple detalle capaz de trascender. Así ocurrió con Ozzy, una butaca inspirada en la golilla, símbolo de refinamiento en las cortes del siglo XVII. Como con el resto de sus creaciones, el creador francés seduce con sencillez y permanencia. En esta conversación, Norguet reflexiona sobre la importancia del detalle, la relación entre artesanía e industria, la sensualidad en los objetos y el lujo entendido como vínculo humano.
Un cuello hecho butaca...
Mi enfoque es plural, mi trabajo es mi inspiración, viene de un conjunto de temas, pasiones, fascinación, encuentros, una materia que alimenta mi creatividad y mi deseo de dibujar objetos. De hecho, Ozzy comienza por la lectura de un libro sobre la historia del traje y la aparición del cuello en la historia del vestuario, un signo de nobleza al principio. Este pequeño detalle me inspiró este trabajo sobre el plegado, para una butaca.
¿El diseño debe tener memoria?
La comprensión de la historia es esencial para crear e inventar el presente, incluso el futuro. Me gusta mucho la palabra herencia. Los productos que funcionan son a menudo objetos que inconscientemente son evocadores, evocadores de una cultura, de una época, de una referencia, de un material, de un saber hacer... Los límites de la memoria serían conformarse con lo “vintage”, con fines de marketing.
Esbozos de la silla y la butaca Ozzy
La silla Ozzy tiene el respaldo de cuero plegado
¿Cuál es el gesto o el detalle más sutil de la colección Ozzy que casi nadie nota, pero que, para usted, lo dice todo?
Ozzy parece ser un objeto comunicativo; visiblemente su éxito está ligado a su carácter. Encierra por su diseño un potencial de seducción importante, lo cual se explica por su simplicidad, su funcionalidad, su evidencia, su elegancia, su calidad; un conjunto de elementos que lo hacen popular y satisfactorio.
Se dice que todo buen diseño comienza con una historia.
El proceso creativo comienza siempre con una historia, un encuentro, una fábrica, un material, una música, un viaje y muchas otras cosas más. Las ideas siempre vienen de una inspiración. Para Ozzy, es ante todo una historia de encuentro, la de un diseñador y una marca: Flexform. Más allá del diseño, es una historia de energía, de pasión, de diálogo, de cultura y de afecto. Ya no puedo diseñar sin ese contexto basado en la calidad de la relación con mi cliente. Flexform es una marca viva, encarnada por sus propietarios y su equipo, una dirección donde el producto sigue siendo el protagonista. Esto se ha vuelto singular; muchas marcas ya ni siquiera comprenden sus propios productos...
Entre industria y saber hacer artesanal, ¿qué papel tiene la mano experta del artesano?
Siempre ha sido esencial pero desvalorizada desde hace varios años o pasada por alto. La encuentro desde el inicio de mi carrera y está muy presente en Italia. Explica el éxito del made in Italy. En cada fábrica de pequeño o mediano tamaño, hay ese hombre de cierta edad que posee ese saber hacer y lo transmite. Un proyecto, incluso industrial, pasa siempre por las manos del artesano o del experto. Aquí no hay IA, sino diálogo, pruebas, ensayos, correcciones, replanteamientos al servicio del diseño y la creatividad. Más que nunca es tiempo de reconectar con la inteligencia, el saber hacer y la cultura.
¿Cómo definiría usted el concepto de belleza?
La belleza es polimorfa, se basa en la historia y la cultura, es plural pero también ligada a la emoción, una forma, un material, una implementación ligada al equilibrio y la justeza.
¿Menos es más?
Sí, si la idea es fuerte. La simplicidad es lo más difícil: conservar la pureza del concepto requiere eliminar lo superfluo. Pero también creo en la libertad creativa: a veces el “más” puede ser necesario. Lo importante es no caer en fórmulas vacías
¿Ha tenido que renunciar alguna vez a una idea maravillosa porque no era funcional?
La función forma parte del trabajo del diseño, eso está teorizado, pero lo maravilloso puede liberarse de eso porque lo maravilloso debe absolutamente compartirse. Comencé mi carrera así, con una silla no funcional pero maravillosa, entre arte y diseño: la Rainbow chair. Este proyecto vio la luz porque lo “maravilloso” brillaba. Me liberé de la función, con la única motivación de compartir. Giulio Cappellini lo comprendió también. Estábamos en el año 2000...
“Comencé con una silla no funcional pero maravillosa, entre arte y diseño: la Rainbow”
¿Qué lo impulsó a convertirse en diseñador?
Comenzó como un medio de expresión: el dibujo. Una herramienta de comunicación y evasión para mí desde muy joven. Originario de una región de Francia donde descansa Leonardo da Vinci, descubrí su fascinante obra desde pequeño. Mi recorrido me llevó de forma natural hacia la industria y luego hacia el arte. La creatividad puede expresarse de múltiples formas. Lo que me interesa son las emociones. Pienso que la música es una de las disciplinas más potentes para transmitir emoción.
¿Qué es el refinamiento?
El refinamiento nace de la cultura y la elegancia, que no se compran, se cultivan. Se traduce en una proporción justa, una curva precisa, un detalle delicado. Es un largo camino intelectual, alimentado de sensibilidad y humildad, creo. Es armonía, como la nota justa en la música. La elegancia se traduce entonces en mi trabajo, comenzando por el dibujo. Todo se basa en el dibujo: una proporción, una curva, una línea, la delicadeza de un detalle…
¿La elegancia y el confort deben ir siempre de la mano?
No necesariamente. Me gustan los contrastes. La vulgaridad también puede ser necesaria a veces para traducir un sentimiento. Pero debo admitir que es más agradable vivir con personas elegantes que vulgares...
¿Cómo crear permanencia en una era de lo instantáneo?
El marketing se ha apropiado del término “timeless”, muy de moda actualmente, pero como decía Dieter Rams, “un buen diseño es un diseño que dura”. Ese es el verdadero desafío del diseñador: trabajar con suficiente intensidad para encontrar el objeto justo. Es más fácil estar en la moda de masas en este mundo de lo instantáneo: se corre menos riesgo, se obtiene un resultado rápido. Al analizar ciertos productos, se detecta rápidamente la falta de trabajo del diseñador, y más por más, termina siendo menos.
La mesa Kobo, diseño de Patrick Norguet
¿Qué es el lujo?
Pasé dos años en Louis Vuitton antes de abrir estudio. Incluso un detergente, bien publicitado, puede venderse como un producto de lujo... (risas). La palabra lujo se ha usado mucho en marketing, pero no tiene que ver con la ostentación, sino con el respeto, la herencia y la pasión por el oficio, con las relaciones humanas. Solo trabajo con personas con las que me gustaría almorzar. La confianza y la humildad son la verdadera riqueza. Y A menudo, el lujo nace de personas sencillas, personas que aprendieron un oficio y que con pasión transformaron su aprendizaje en excelencia.
El lujo es, por encima de todo, una historia de relaciones humanas y respeto
Si pudiera viajar en el tiempo, ¿iría al pasado o al futuro?
Los poderosos parecen querer imponernos un futuro donde la experiencia se aleja del mundo real y no me fascina vivir detrás de una pantalla. Las revoluciones modernas siempre se han reducido a negocio y ganancias bajo el disfraz de “modernidad”. De “Tiempos modernos” de Chaplin a Steve Jobs y Mark Zuckerberg, las revoluciones modernas siempre se han reducido a historias de negocio y ganancias bajo el disfraz de “modernidad”. Yo iría a dar un paseo por los años 20, el período de entreguerras, una época de despreocupación, el París de entonces, con sus artistas, poetas, escritores...
¿Ser diseñador cambia su mirada sobre lo cotidiano?
Es un oficio que puede ser invasivo, ya que la creación está íntimamente ligada a nuestra sensibilidad. Capturo muchas cosas en mi vida cotidiana, debido a mi entorno; eso alimenta permanentemente mi persona y, por tanto, mi trabajo. Por suerte tengo la capacidad de “cerrar los ojos” o dejarme llevar sin analizar, gracias a la naturaleza. Necesito esa inmersión en un entorno natural, virgen, armonioso y sin huellas de civilización, que permite reencontrar un lugar sano dentro del ecosistema.
¿Tiene un objeto fetiche que conserva desde hace años y que siempre lo acompaña?
No me cargo de objetos, por lo general. Tengo objetos afectivos que suelen ser marcadores de una emoción vivida, o con fuerte carga emocional, ligada a un recuerdo, un instante, una época, un encuentro… Como los álbumes de fotos de nuestros abuelos, que nos permiten recorrer el tiempo y los recuerdos.
Muy personal 1
¿Qué es lo que más le asombra o maravilla?
Mi hija, Blanche. Lo demás, al final, tiene poca importancia.
2
Un lugar que le apacigüe
Escalar y alcanzar la cima de una montaña.
3
¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
Necesitaría varias vidas para satisfacer mis pasiones. Salir a caminar por la montaña, los autos y la velocidad, la música con mi vieja Gibson… Y pasar tiempo con mi hija y su pasión: la equitación.
4
¿Qué pieza de otro diseñador le habría gustado firmar?
El sillón Flag de Hans Wegner
5
¿Cuál es el elogio más hermoso que le han hecho?
“Papá, tengo suerte, eres un superpapá...”
¿Qué aporta el diseño a la experiencia cotidiana, especialmente en lugares de paso rápido como un McDonald’s? ¿Todo puede ser dignificado?
El diseño solo tiene sentido si va acompañado del ser humano. Quiero decir que lo bello por lo bello, sin las cualidades humanas necesarias para nuestro bienestar, no tiene razón de ser. Prefiero un restaurante envejecido con una acogida increíble y cálida, antes que uno que, por imagen, ha recurrido a un diseñador o decorador, con una camarera (o camarero) salida de un casting, sin alma. El diseño se ha convertido, a veces, en un barniz estilístico y de marketing sin interés. Pero el diseño, si se piensa con justeza y modestia, puede sinceramente mejorar ciertas condiciones humanas. Tuve la experiencia trabajando para McDonald’s. Fue un reto, pero vi cómo cambiaban los comportamientos.
Son los detalles los que marcan la diferencia”
En el libro Dialogues, que presentaba su trabajo con fotos de Taylor-Young, eligió mostrar sus piezas con mucha sensualidad… ¿Por qué?
Ese libro fue una necesidad para mí después de veinte años de carrera, casi una terapia, un marcador necesario, y no quería hacer el enésimo libro de un diseñador, sino un objeto personal. La sensualidad del libro resume muchas cosas: la atracción, el placer de los sentidos. ¿No cree que a nuestro mundo actual le falta terriblemente sensualidad?
¿Y qué buscaba expresar con ese enfoque?
Quería fotografiar los objetos con personas: un hombre mayor, un cuerpo generoso, una silueta… Un diálogo entre la materia y los cuerpos, las almas, la poesía, la emoción, la sensualidad. Un conjunto de palabras que constituyen mi gramática y mi enfoque de la creación y del diseño.
¿Tiene una consigna o lema que lo guía?
“Son los detalles los que marcan la diferencia”.
¿Qué es lo que nadie adivinaría al verlo?
Que soy Géminis (risas).
