En el barrio del Putxet de Barcelona, un pequeño ático de apenas sesenta metros cuadrados se transforma en un recorrido sensorial donde la geometría alargada deja de ser una limitación para convertirse en el hilo conductor de una reforma cuyo objetivo principal era optimizar el espacio y trasmitir acogimiento. La interiorista Cristina Cirera, que firma la reforma, define su trabajo como la creación de escenas capaces de emocionar. La clienta, de origen libanés y amante del Mediterráneo, quería un hogar donde el lujo conviviera con la calidez, con materiales nobles como los mármoles y un toque inspirado en los riads marroquíes, que inspiró discretamente las formas curvas de algunas estancias y las puertas correderas.
La vivienda se organiza en un recorrido por capas que guía al visitante desde la entrada hasta la zona de noche, un paseo en el que cada espacio tiene un ritmo y un carácter propio. Desde la entrada, un banco lineal perimetral marca la dirección y la transición entre áreas: primero dos escalones conducen a una terraza íntima que aporta luz, aire y sensación de apertura, des ahí se accede a una zona de día abierta, donde se integran cocina, comedor y salón en un solo espacio. El punto de unión de toda esta sala es el banco de travertino rojo alicante y la encimera de la cocina, ambos diseñados a medida con el mismo material. Una mesa ovalada de mármol rojo Alicante suaviza la linealidad y aporta un gesto escultural.
“Era importante que la clienta pudiera estar cómoda con su hijo; necesitábamos un sofá enorme y acogedor”, explica Cristina Cirera
“Transformamos el pasillo en cocina; así aprovechamos al máximo la longitud del piso”, comenta Cirera. Revestida con travertino rojizo y mármol rojo Alicante, su encimera y banco a medida actúan como piezas escultóricas que articulan visual y funcionalmente todo el espacio. El trabajo cuidado de los mármoles permite apreciar la riqueza de la piedra sin recargar el conjunto. “La clienta adora los mármoles, así que trabajamos el despiece con muchísimo cuidado”, añade.
La continuidad material se extiende a paredes y techos, revestidos con estuco de cal arenoso aplicado a mano. “El estuco hace aguas, parece arena. A nivel visual es muy envolvente y, además, funciona muy bien acústica y térmicamente”, explica Cirera. Para compensar la intensidad de los tonos rojizos y terracotas, para el pavimento se optó por el blanco. “Era importante que el pavimento bajara un poco la intensidad y diera respiro; el mármol blanco vetado aporta esa frescura y equilibrio”, señala la interiorista. Los cambios de color y textura se acentúan en la zona de noche, con tonos azulados que suavizan la transición y generan un ambiente relajante.
Una mesa ovalada de mármol rojo Alicante suaviza la linealidad y aporta un gesto escultural
La vivienda cuenta con dos dormitorios, con un baño accesible desde ambas revestido en azul claro y equipado con un mármol tropical con matices verdosos, amarillos y azulados, para rebajar la intensidad de los ocres del resto de la vivienda. “Es un mármol maravilloso, con una profundidad casi mágica”, comenta Cirera. Los armarios tapizados en una suave tela azul aportan suavidad y calidez, equilibrando la dureza de los materiales pétreos.
El tratamiento de los techos fue un hallazgo. Al retirar los falsos techos, aparecieron vigas de hierro originales que, lejos de ocultarse, se conservaron y se forraron con un trasdosado para mejorar la acústica y la temperatura. “Nos gustaron tanto que decidimos mantenerlas”, dice Cristina. Su presencia marca la dirección del espacio, aporta dinamismo y genera un diálogo visual con el suelo y los muebles, reforzando la sensación de continuidad.
Dos escalones conducen a una terraza íntima que aporta luz, aire y sensación de apertura
La iluminación se plantea como un elemento central de la atmósfera. “Eliminamos al máximo la luz directa. Soy más de vela que de foco”, asegura la interiorista. La luz cálida y ambiental acompaña a los materiales, realzando el relieve del estuco, la intensidad del travertino y los reflejos del mármol, creando un hogar acogedor y meditativo.
El mobiliario a medida refuerza la funcionalidad y la narrativa del recorrido. Un gran sofá en el salón permite la convivencia familiar y aporta confort, mientras bancos, encimeras y muebles integrados liberan el centro, facilitando la circulación. “Era importante que la clienta pudiera estar cómoda con su hijo; necesitábamos un sofá enorme y acogedor”, explica Cristina. En un espacio reducido, minimizar materiales y potenciar la coherencia fue fundamental. “En un piso pequeño, cuantos menos materiales, mejor”, añade.
Los armarios de los dormitorios, tapizados en una suave tela azul aportan suavidad y calidez
El dormitorio infantil diseñado por Cristina Cirera
El proyecto se distingue por los contrastes: los rojos intensos y terracotas conviven con el mármol blanco y los tonos azulados, las rectas se suavizan con curvas y diagonales, y los elementos escultóricos dialogan con la funcionalidad diaria. “No puedo hacer un proyecto homogéneo: siempre necesito un contrapunto visual”, afirma Cristina. Cada decisión —desde la selección de materiales hasta la iluminación, la disposición del mobiliario o el tratamiento de los techos— refleja su enfoque de crear escenas donde la luz, el color y la textura generan emoción.
Este ático del Putxet demuestra cómo un espacio pequeño puede convertirse en un hogar que respira, conmueve y combina lujo y calidez mediterránea. Cada rincón invita a quedarse, en un recorrido poético y profundamente sensorial. “Me defino como creadora de escenas. Me gusta impactar con escenografías de luz y material. Tienes que sentir algo cuando entras en tu casa, en una tienda o en un restaurante”, concluye Cristina Cirera.

