“¡No seré un botín de guerra!”: Cleopatra, un mito en la vida y en la muerte

Personajes históricos

Carlos Primo Cano publica 'Las máscaras de Cleopatra. Génesis de una femme fatale (1830-1930)', una análisis sobre la última reina de Egipto, uno de los mitos populares más atrayentes de la historia de nuestra era

Elisabeth Taylor en el papel de Cleopatra en la película estrenada en 1963

Elisabeth Taylor en el papel de Cleopatra en la película estrenada en 1963

20TH CENTURY FOX / Album

En su libro Las máscaras de Cleopatra. Génesis de una femme fatale (1830-1930), el investigador y periodista Carlos Primo Cano investiga, desmenuza, analiza e ilustra la conversión romántica y modernista de Cleopatra, última reina de Egipto, en uno de los mitos populares más atrayentes de la historia de nuestra era, que ya tomó su forma en el siglo I d.C. con los poetas elegíacos romanos llamados del amor, Propercio, Tibulo y Ovidio. 

Los artistas y poetas renacentistas, estimulados sin duda por sus propias fantasías eróticas, hurgaron de nuevo en el relato de Plutarco dedicado a Antonio en sus Vidas Paralelas, en otro intento de desenmascarar a esta supermujer enigmática, de la que no existe casi arqueología material, que fue capaz de conquistar a hombres y naciones con su magnética inteligencia. William Shakespeare recuperó parte de su historia en la tragedia Antonio y Cleopatra en 1606. En el siglo XX, el escritor francés André Malraux dijo que Cleopatra fue y será siempre “una reina sin rostro”.

William Shakespeare recuperó parte de su historia en la tragedia 'Antonio y Cleopatra' en 1606

Se dice que la última aparición en la antigua Roma de la reina Cleopatra se produjo en el desfile de la victoria de Octavio sobre el ejército de Marco Antonio y la monarquía egipcia, en el año 29 a.C., bajo la forma de una escultura de cera en la que no faltaba la famosa áspid. Pues la reina ya estaba muerta; en Alejandría se había quitado la vida tras la derrota, clamando “¡no habrá triunfo sobre mí!”. Se había envenenado con la mordedura de la serpiente, un símbolo de poder, divinidad y oscuridad del antiguo Egipto. 

Desaparecieron la dinastía Ptolemaica y el reino de Egipto, a pesar de las “conversaciones de paz” que mantuvo con su amante oficial Julio César para unir y gobernar juntos ambos imperios, y de su posterior e intensa relación con Marco Antonio, perseguida sin tregua ni escrúpulos hasta la muerte por el ambicioso Octavio.

'El hallazgo de Moisés' de Lawrence Alma-Tadema

'El hallazgo de Moisés' de Lawrence Alma-Tadema

Album / Fine Art Images

Creo que no se necesitan más ingredientes para ponerle rostro a “la reina sin rostro” y dejar volar la imaginación… ilimitadamente, por cierto, según argumenta Carlos Primo, que ya en la introducción a su libro, escribe: “Mi tesis es que, en el siglo XIX y principios del XX, los pintores se inspiran en la literatura, y los escritores componen sus textos contemplando estatuas, cuadros o miniaturas.” Aparecen por doquier retratos y relatos de esa “dama despiadada, la femme fatale, un arquetipo femenino que conjuga crueldad y seducción, y que es más una proyección de los fantasmas del deseo masculino que el reflejo de los atributos reales de la mujer decimonónica, embarcada en la lenta conquista de sus derechos políticos”.

En realidad, la mujer fatal existe desde que el poeta Propercio, hace unos dos mil años, escribiera otro título para ella, el de Meretrix Regina (Reina Puta), y la inmortalizó como el símbolo del exceso oriental que amenazó, por su relación con Marco Antonio, con desnaturalizar el mismísimo núcleo de la autoridad política y militar de Roma. En un artículo publicado en The Guardian hace ya dos décadas, la académica clasicista y divulgadora Mary Beard explica que, si Octavio puede ser visto como el campeón de la libertad masculina, entonces Cleopatra y Antonio materializan su peligrosa antítesis con su “desenfreno, embriaguez y velos de tul, tan fuertemente asociados por Propercio y Horacio a los niveles más extremos del lujo afeminado”.

‘Las máscaras de Cleopatra’, de Carlos Primo Cano

‘Las máscaras de Cleopatra’, de Carlos Primo Cano

Editorial Carpenoctem

La romanización de Cleopatra es implacable, porque contiene toda la carga de la moralidad machista de su época y de todas las épocas que siguieron, al convertirla en manipuladora, seductora, sexualmente libre y hechizada. Así se rechaza lo poco que se sabe en realidad de esta mujer de origen griego alejandrino que recibió una educación excelente, fue una gran oradora, y reinó en una sociedad multiétnica y plurilingüe.

Si es cierto que, al recluirse en Alejandría con la idea de quitarse la vida, Cleopatra exclamó “¡No seré un botín de guerra!”, entonces es que no era consciente de su protagonismo absoluto en la tragedia que así finalizaba, sólo para dar comienzo a un mito que, poco después de su muerte, desfiló sobre la alfombra roja de Roma en forma de icono hecho de cera. Quiero pensar que ella no se derritió bajo el sol de la dictadura de los hombres que la deseaban y por igual la humillaban.

Lee también
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...