Los telares acunaron el arte abstracto moderno desde sus inicios. Entre tejidos, alfombras, tapices y cestas, con máquinas manuales o computerizadas, durante un siglo el anhelo de expresar el sentimiento desgajado de toda figuración se ha plasmado en las tramas tanto como en la pintura, la escultura o la música.
Esta es la tesis y la conclusión de la exposición Woven histories: textiles and modern abstraction (Historias tejidas, textiles y abstracción moderna), abierta en el MoMA de Nueva York hasta el 13 de septiembre, un recorrido cronológico que agrupa más de 150 piezas y a cerca de 60 creadores. Sobre todo creadoras, puesto que en este arte han sido mayoría, desde las pioneras como la suiza Sophie Taeuber-Arp, contemporánea de Vasili Kandinski y Paul Klee y una de las dadaístas más importantes, pese a lo cual la crítica se olvidó de ella durante décadas por la crítica.
La exposición deja claro el compromiso de este arte tanto con la expresión del sentimiento como con la utilidad práctica
La exposición deja claro el compromiso de este arte tanto con la expresión del sentimiento como con la utilidad práctica. También su carácter cíclico, ya que las inquietudes y los temas reaparecen a lo largo de las generaciones. Y otro aspecto: el espíritu crítico, desde el inicio del movimiento y más acentuado ahora, en el momento de denunciar los abusos de la industria textil global y la moda rápida.
El recorrido de la exposición se inicia con el dadaísmo de Taeuber-Arp y Hannah Höch y el constructivismo de Liubov Popova y Varvara Stepanova, que tras la revolución soviética reconvirtieron su obra artística en diseños utilitarios, y continúa con Sonia Delaunay, que volvió al equilibrio entre la moda y la producción artística.
![Collage II (On Filet Ground) (Collage II [Auf Filetgrund]);Hannah Höch;c. 1925;9 3/4 x 7 5/8](https://www.lavanguardia.com/files/content_image_mobile_filter/uploads/2025/04/25/680c020b8d163.jpeg)
Collage II (Sobre rejilla). Hannah Höch, hacia 1925
Delaunay editó en 1929 Tapis et tissus, una colección de grabados que incluía diseños de alfombras, tapices y telas de unos 50 artistas y diseñadores, entre los cuales estaban las alemanas Anni Albers y Gunta Stölzl. Albers, que se matriculó en la Bauhaus en 1922, por su longevidad (1899-1994), tuvo la ocasión de ejercer una enorme influencia.
En 1933, el cierre de la Bauhaus por el régimen nazi acabó con una era de innovación artística, pero al mismo tiempo propició la dispersión de sus miembros, especialmente en Estados Unidos, donde Albers se estableció con su marido, Josef, en el Black Mountain College, en Carolina del Norte. Conocido como la Bauhaus americana por su planteamiento holístico, el centro funcionó de 1933 a 1957 y por él pasaron los mejores talentos del momento: entre otros, Walter Gropius, Aldous Huxley, Robert Motherwell, Willem de Kooning, Robert Rauschenberg, Ruth Asawa, Dorothea Rockburne o Cy Twombly. Albers abrió allí un taller de tejido. Cuando lo cerró, fue la primera artista textil que tuvo una exposición propia en el MoMA de Nueva York, en 1949.
En el siglo XXI, una nueva generación de artistas explora las capacidades de la vestimenta para romper con los órdenes sociales dominantes
El magisterio de los Albers abrió camino a una generación de artistas, entre ellas Eva Hesse y Sheila Hicks. Coinciden en el tiempo con la venezolana Gertrud Goldschmidt, Gego, expuesta estos días en la galería Elvira González de Madrid (Línea, forma y espacio, hasta el 24 de mayo).
A medida que el siglo XX se acercaba a su fin, la abstracción fue incorporando elementos de la era de la información. Ya mucho antes los artistas habían usado el telar mecánico jacquard –inventado en 1801, los primeros modelos de esta máquina empleaban tarjetas perforadas para tejer patrones prediseñados sin necesidad de conocimientos del operario–, pero en la última década del siglo XX Analia Saban, Marilou Schultz y Jovencio de la Paz trabajaban con telares computerizados. En contraste, como siempre en este arte, otros creadores extraen su inspiración de tecnologías anteriores al telar, como la red anudada, explotada por Rossbach, la italiana Marisa Merz y la brasileña Mira Schendel.

Ed Rossbach, Constructed color wall hanging, 1965, rafia sintética trenzada. Emery Fund, 1968
A partir de las décadas de 1960 y 1970, coincidiendo con la explosión del punto industrial, la mayor atención a la ropa como símbolo de identidad personal y de identificación cultural, social y política y, más tarde, el surgimiento de la moda rápida, el arte textil recupera temas de la Bauhaus para reflexionar sobre maneras de vivir. Las artistas feministas de esta segunda ola se centraron en la vestimenta como un significante clave de identidad y estilo de vida. En este sentido, la exposición del MoMA se centra en cuatro artistas: Rosemarie Trockel, Andrea Zittel, Paulina Ołowska y Ellen Lesperance.
En el siglo XXI, una nueva generación de artistas explora las capacidades de la vestimenta para romper con los órdenes sociales dominantes y afirmar identidades comunitarias, partiendo de una tendencia que nace en la teoría feminista y queer de la década de 1960, se desarrolla en una época marcada por la globalización, los estudios poscoloniales y las llamadas “políticas de identidad” y busca evocar las comunidades y subculturas con las que cada una se identifica y compromete. En esta línea se mueven Jeffrey Gibson, Liz Collins, Ann Hamilton, Diedrick Brackens, Igshaan Adams o Teresa Lanceta.
La exposición se cierra con una sección que reflexiona sobre la gran producción textil y denuncia sus desigualdades: una industria que mueve un billón de dólares a costa de bajos salarios, explotación laboral y degradación ambiental, pese a que avanza tímidamente hacia la responsabilidad. En este punto de inflexión histórico, Woven histories da fe de la tensión del momento.

Ruth Asawa, rodeada de sus características esculturas de alambre trenzado
Exposición unipersonal
Ruth Asawa, de costa a costa
Simultáneamente a Woven histories, el MoMA de San Francisco ofrece Ruth Asawa: retrospective, una exposición con más de 300 obras que el museo de la ciudad dorada, donde Asawa tuvo su hogar y su escuela, presenta en colaboración con su homólogo de Nueva York. En la muestra, sus conocidas esculturas tejidas con alambre en bucle (en la foto superior), que aún hoy ejercen influencia en artistas como Arik Levy, compartirán espacio con otras que demuestran su espíritu experimentador y con algunas de colegas como Josef Albers e Imogen Cunningham. Asawa tiene también presencia en Woven histories.