La nostalgia de la ‘dolce vita’ italiana

En imágenes

Un viaje por las fotografías Ferdinando Scianna y Bruno Barbey impresas en papel

La modelo Christy Turlington en Portofino

CChristy Turlington en Portofino. Fotografiada por Arthur Elgort para Vogue, 1992. 

© Arthur Elgort_Condé Nast_Shutterstock

“No hay final. No hay principio. Solo existe la pasión infinita de la vida.” Con esta frase, el director de cine Federico Fellini reflexionaba sobre la importancia de vivir la vida con intensidad, con pasión, sin importar si es efímera o eterna. Así lo plasmó en La dolce vita, un filme que destapaba los excesos de una élite harta de las reglas y costumbres de una sociedad rural y católica. Este grupo, una mezcla de nobles, actores, modelos, periodistas e intelectuales, vivía de fiesta en fiesta, experimentando un estilo de vida hedonista y extravagante, rodeado de glamour, lujo y algo de decadencia. 

Esa imagen libertina catapultó a Italia como el destino ideal para disfrutar de los placeres de la buena vida. Tras su estreno, la percepción del mundo sobre Italia, y especialmente sobre Roma, cambió para siempre.

El verano es el momento perfecto para redescubrir ese espíritu italiano

Una imagen clásica de la Toscana: un Fiat 500 circulando junto a una hilera de cipreses.

Una imagen clásica de la Toscana: un Fiat 500 circulando junto a una hilera de cipreses.

© Victor Maschek/Getty Images

El verano es el momento perfecto para redescubrir ese espíritu italiano. Como fuente de inspiración, hace unos años se publicó un libro de fotografías que captura esa esencia de los años sesenta: Dolce Vita (Assouline). Un viaje inolvidable por el estilo de vida italiano a través de los ojos de Ferdinando Scianna y Bruno Barbey, con introducción de Cesare Cunaccia. Desde Roma hasta la Toscana, pasando por los verdes paisajes de Umbría, las escarpadas costas de Liguria, las playas de Sicilia, Capri, Positano y la luminosa Amalfi, el libro nos transporta a lugares que aún hoy conservan esa filosofía vital, alegre y típicamente italiana.

“Mucho ha cambiado, pero gran parte del hechizo permanece intacto, confiado a una belleza y una joie de vivre que son imposibles de replicar en otro lugar”, explica Cesare Cunaccia en el libro. Solo hay que rebuscar en las imágenes del libro para darse cuenta.

De fondo la catedral de Milán, delante un joven Marcello Mastroianni en 1960, año del estreno de 'La Dolce Vita'

Marcello Mastroianni, sinónimo del tipo del estilo 'dolce vita', en Milán, 1960. 

4 © Farabola_Bridgeman Images

Según el libro, nos cuenta que el origen de este transformación  tuvo lugar la noche del 5 de noviembre de 1958. Aquella noche, en el restaurante Rugantino de Trastevere, Aïché Nana —actriz, bailarina— hizo un striptease improvisado frente a un grupo de jóvenes adinerados y algunos rostros conocidos del espectáculo. El fotógrafo Tazio Secchiaroli no solo estuvo allí, sino que capturó la escena y la publicó en L’Espresso y Life, causando un gran escándalo. Desde entonces, ya nada volvió a ser igual. 

Fellini se inspiró en este episodio para una escena de su película, en la que el fotógrafo de una fiesta similar se llamaba Paparazo. A partir de entonces, los fotógrafos que tomaban imágenes clandestinas sin permiso fueron conocidos como paparazzi.

Diversión en barco en ell lago de Como.

Cruzando el lago de Como a toda velocidad y disfrutando de las vistas. 

© Oliver Pilcher

Pero el frenesí no se quedaba en Roma. La fiesta tenía varias direcciones, y una de ellas era Portofino. Ese rincón costero, encantador y discreto, era un imán para la aristocracia y las estrellas: los duques de Windsor paseaban por su puerto; la princesa Margarita lo frecuentaba; Ava Gardner lo descubrió mientras rodaba La condesa descalza; y Richard Burton y Elizabeth Taylor pasaron allí su luna de miel. Se alojaron en una suite del hotel Splendido, un lugar que parece flotar sobre una colina, rodeado de viñedos, con piscina infinita y spa Dior... puro lujo con sabor italiano.

Modelos,  la primavera- verano 1967, fotografiados sobre el techo del palacio Pucci en Florencia

Modelos con diseños de Emilio Pucci posan en el Palazzo Pucci, frente a la cúpula de la Catedral de Santa María del Fiore, también conocida como la Catedral de Florencia, 1967. 

© Philippe Le Tellier_Paris Match via Getty Images

En Florencia, la dolce vita tenía otro ritmo. Allí vivía la familia Bellini, anticuarios de renombre, que organizaban fiestas extravagantes. Su villa en Marignolle se llenaba de realeza y estrellas: el príncipe Rainiero y la princesa Grace, Irene de Grecia, Greta Garbo, Sophia Loren, Josephine Baker, Paulette Goddard... todos pasaron por allí. Muchos se hospedaban en la Villa San Michele, un antiguo monasterio, en Fiesole, convertido en hotel. Desde ahí, la vista de Florencia  quita el aliento. Se alcanza a ver incluso hasta las colinas de Chianti, con sus viñas que parecen peinadas a mano.

Capri, por supuesto, era otro de los epicentros de aquel hedonismo sofisticado. Allí reinaba Mona Bismarck, siempre rodeada de su corte: Cecil Beaton, Cristóbal Balenciaga, los Maugham y, más tarde, Hubert de Givenchy. Las fiestas en la piscina del Beach Club Canzone del Mare se volvieron legendarias: champán y música frente al mar.

Dos camareros preparan la mesa para la cena en la terraza frente al mar del Grand Hotel San Pietro en Taormina.

Dos camareros preparan la mesa para la cena en la terraza frente al mar del Grand Hotel San Pietro en Taormina.

© Stefano Scata

Y si hay un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, es la Costa Amalfitana. Basta con descansar bajo una sombrilla naranja del San Pietro di Positano para olvidarse del mundo. El hotel, incrustado en un acantilado como una joya secreta, regala vistas espectaculares del mar Tirreno. Caminar por las callejuelas de Positano, Ravello o Amalfi es como sumergirse en un mundo idílico.

Hacia finales de agosto llegaba el Festival de Cine de Venecia. Era el broche de oro de la temporada. El Casino del Lido se llenaba de figuras como Vittorio De Sica, que pasaba horas en sus mesas. Mientras tanto, estrellas como Gina Lollobrigida, Brigitte Bardot,  Jane Fonda, Marcello Mastroianni y Faye Dunaway buscaban refugio  en hoteles como el Gritti Palace, un palacio del siglo XV sobre el Gran Canal, o el Hotel Cipriani, donde saborear un Bellini se convierte en un rito. También estaba el Excelsior, joya arquitectónica de la belle époque, fue testigo de noches interminables.

Portada del libro 'La Dolce Vita'

Portada del libro 'Dolce Vita'

Assouline
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