Como una metáfora de lo que fueron su vida y su obra, la exposición que el Met de Nueva York dedica a Emily Sargent (1857-1936) se ha concebido como complemento y continuidad de la muestra de retratos de su hermano, John Singer Sargent (1856-1925), estrella de la pintura de la edad dorada, que cerró a principios de agosto. De John lo sabemos casi todo; en cambio, las acuarelas de Emily han sido un descubrimiento incluso para su familia.

Retrato de Emily Sargent por John Singer Sargent, (hacia 1877)
Los dos hermanos vivieron intensamente la influencia de su madre, pintora aficionada, que insistió en que sus hijos tuvieran una formación artística, y por la poca diferencia de edad que había entre ellos pintaron juntos la mayor parte de su vida, a lo que contribuyó que nunca se casaron. La comisaria de la exposición, Stephanie L. Herdrich, explica que “es evidente que Emily aprendió mucho de su hermano pintando junto a él, ya que viajaban juntos con frecuencia. A veces pintaban exactamente la misma composición. Hay varias obras en las que trabajaron juntos; parece que él le ofrecía consejos y sugerencias. Su técnica era audaz y experimental, características que compartía con su hermano”.

Escena de jardín con edificio, Villa Varramista (1908)
Dos hechos separaron sus carreras: una lesión de columna que sufrió Emily con cuatro años y que ella era mujer. Una y otra cosa determinaron a la familia a apostar porque solo John pisara las escuelas de arte formales, pese al innegable talento de su hermana. Como apunta Herdrich, “Emily Sargent pertenece a una generación de mujeres artistas que no tuvieron las mismas oportunidades que sus colegas masculinos”. El resultado es conocido: John se consagró como retratista, con obras como la polémica Madame X, mientras que Emily solo consiguió exponer una vez en vida. Sus vibrantes acuarelas de paisajes y arquitecturas fueron a parar en parte a un baúl que la familia descubrió en 1998: había 440.
Emily Sargent pertenece a una generación de mujeres artistas que no tuvieron las mismas oportunidades que sus colegas masculinos”
Herdrich explica su impresión al ver esas acuarelas por primera vez: “Fue maravilloso encontrarme con ella a través de su obra. Dado que pintaba principalmente para su propio placer, lo sentí como un encuentro personal que me permitió comprender mejor su creatividad y su experiencia del mundo. Me sorprendió la amplitud y variedad de su obra. Emily desarrolló un estilo propiamente dicho. Si bien experimentó con diversas técnicas, su gama de colores fue impresionante. Trabajaba con delicadas aguadas y capas de color cuidadosamente moduladas, a la vez que creaba obras extremadamente audaces y expresivas, casi abstractas. (...) La acuarela puede ser un medio implacable, y creo que abordó su trabajo con una enorme confianza.
La vida itinerante que llevaron los Sargent, primero por decisión de sus padres y después por las exposiciones de John –de quien Emily ejerció de secretaria y administradora, casi una mánager–, nutrió su obra de paisajes de media Europa, Asia, África, entornos tropicales...
El hallazgo de la familia permaneció oculto casi un cuarto de siglo, hasta que en el año 2022 decidieron distribuir una parte entre diferentes museos de Estados Unidos y Gran Bretaña, por la especial conexión de la artista con ambos países. El Metropolitano de Nueva York presenta ahora su parte de la donación junto con obras de John y un cuaderno de bocetos de la madre de ambos, Mary, de forma que sitúa las acuarelas de Emily en su entorno, complejo y creativo. De ahí el título de la exposición: Emily Sargent: retrato de una familia.
La exposición de John se muda a finales de septiembre al museo de Orsay, en París, con el título Sargent. Los años parisinos, y ofrece una espléndida excusa para escaparse a la capital francesa, si ello fuera necesario. Pero si están de paso por Nueva York, hasta el 8 de marzo próximo tienen ocasión de entrar en esta más discreta habitación dedicada a su hermana.