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Miró, el mago del color enamorado del negro

Arte

Una exposición en la galería Cayón en Madrid auspiciada por el nieto del genial pintor surrealista revela la importancia del “color más importante” en su obra

'La baigneuse', 1938. Punta seca sobre papel Arches

Joaquin Cortes

Joan Punyet tenía 15 años cuando falleció Joan Miró, su abuelo. Pero recuerda con claridad la primera vez que entró en el estudio del maestro, cuando tenía 10. “Yo era un niño que quería crecer, y él era un hombre de 85 años que quería ser niño de nuevo, recuperar el ojo infantil”. Punyet, artista multidisciplinar, revive en conversación con Magazine cómo le impresionó el uso de los colores en aquellas primeras visitas al espacio creativo de su abuelo, en Mallorca, y pone énfasis en uno: “Usaba el color negro para dar estructura y fuerza gestual a sus pinturas”.

'Personnage, oiseau, étoile', 1943. Gouache, pastel y lápiz conté sobre papel

LV

Punyet hace esta reflexión en la presentación de la exposición Joan Miró: presencia del negro, que estará abierta al público hasta el 31 de octubre en la galería Cayón de Madrid (Blanca de Navarra, 7 y 9) y con la que celebran los 20 años de su apertura.

Los dos viajes que Miró hizo a Japón, en 1966 y 1969, fueron, según Punyet, el detonante de que el negro acabase siendo “el color más importante” en su obra, especialmente el primero: “Sus visitas a los maestros de la caligrafía sumi-e le impactaron muchísimo, la forma como la meditación daba origen a un gesto creativo auto­mático”.

Miró usaba el color negro para dar estructura y fuerza gestual a sus pinturas”

Joan Punyet

Punyet se refiere a una técnica de pintura con tinta china sobre papel de arroz que nació en China y se extendió a Japón y Corea asociada al budismo zen, la poesía y la caligrafía. En esta práctica, el artista, después de una profunda meditación, esboza un primer trazo no controlado por la conciencia.

“Al ver practicar esa técnica, mi abuelo se acordó de la escritura surrealista y también del action painting que practicaba Jackson Pollock en Nueva York. Y de un libro al que siempre volvía como referencia: Los campos magnéticos”, escrito por André Breton y Philippe Soupault en 1920 y considerado la primera obra literaria surrealista. “Miró era un poeta y un pintor. Nunca distinguió entre la pintura y la poesía”.

'Chien I', 1972. Óleo y ceras sobre papel marrón arrugado pegado a papel Kraft

Joaquin Cortes

Explica Punyet que, partiendo de esta idea de automatismo creativo, Miró utilizaba una técnica de pintura concreta que se movía entre el azar y el juego: “Cogía el bote donde limpiaba los pinceles, donde había una mezcla de agua, trementina, aguarrás, disolvente y todos los colores que hubiera usado, ponía un lienzo blanco en el suelo, arrojaba sobre él esa agua sucia y la dejaba secar. Luego, a partir de esa mancha creada al azar, repasaba con el negro para dar estructura y aplicaba otros colores”.

¿Pero por qué usaba el negro preferentemente sobre otros colores: “El negro siempre se ha asociado al pecado, a lo prohibido, a significados negativos. En cambio, para Miró era lo contrario —explica su nieto—. Lo mismo que para Manet, Velázquez, Goya o finalmente Soulage. El negro para ellos es renacimiento, nueva vida. Es una nueva luz, como el ave fénix”. Y en este sentido, se refiere a aspectos técnicos concretos: “Si miras una pintura acrílica, el color negro refleja toda la luz, desprende luz. Y necesitamos el negro para que destaque el blanco”.

El negro siempre se ha asociado al pecado, a lo prohibido; en cambio, para Miró era lo contrario”

Jaon Punyet

En cuanto a las obras que se han seleccionado para exponerlas en Cayón, Punyet destaca que engloban un periodo desde 1938 hasta los años ochenta del siglo pasado y pone énfasis en una pintura de 1943, Personnage, oiseaux, étoile, “un momento de penurias, de hambre y de penalidades para la familia”, y en cómo luego la práctica del maestro fue evolucionando, a la par que aumentaba su repertorio de materiales y soportes: “Miró no fue nunca repetitivo ni previsible; al contrario, fue trasgresor hasta el último momento de su vida”.

La influencia de su abuelo determinó a Joan Punyet a encaminar su carrera hacia la defensa de su legado. Decidió estudiar la carrera de Historia del Arte en Nueva York, después de lo cual pasó cinco años en París formándose y diez años más fuera de España hasta tener un perfecto dominio de los idiomas necesarios y el conocimiento preciso de la manera correcta de gestionar el extenso patrimonio de un genio del nivel del creador Barcelona, “una tarea que no es nada fácil si se quiere hacer bien”, explica.

'Personnage, oiseaux', 1975. Óleo, tinta china y lápiz grafito sobre cartón

LV

En la actualidad, Punyet es la cabeza visible de la Sucesión Miró y unos de los principales responsables de la divulgación de su obra. Una tarea que ejerce con gusto y plena responsabilidad, arropado por su magnetismo personal y su aire de intelectual cercano.

En esa tarea de defensa del legado de Miró, y a pesar de su fama universal, Punyet considera que el influjo de Miró en el arte moderno aún no está suficientemente valorado: “Los artistas norteamericanos de después de la Segunda Guerra Mundial, como Mark Rothko, Jackson Pollock, Barnett Newman y otros, vivieron de la creatividad de Miró, y eso no se ha explicado bien; en Estados Unidos lo ignoran, es necesario explicarlo a las nuevas generaciones”.

Los artistas norteamericanos de después de la Segunda Guerra Mundial vivieron de la creatividad de Miró”

Joan Punyet

Punyet se refiere a cómo la influencia de Miró contribuyó a expandir las técnicas, los temas e incluso la espiritualidad de los expresionistas abstractos de posguerra, que tomaron de su obra características como el automatismo nacido del subconsciente, el valor de los materiales —pintura y soporte—, las figuras suspendidas y la importancia del gesto del artista al pintar —esa “fuerza gestual” a la que se refiere Punyet—, como parte fundamental de la obra y su significado.

Esas bases fueron imprescindibles para que surgieran movimientos como el action painting y la pintura de campos cromáticos, cuyos máximos representantes fueron precisamente los citados Pollock y Rothko. Para reivindicar ese legado, la familia Miró promueve una exposición que abrirá puertas en marzo del 2026 en la Phillips Collection de Washington DC.

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Y en la intimidad, ¿cómo era su abuelo? “Un hombre profundamente generoso que siempre ayudaba a todos los pintores y los poetas que se le acercaban. En nombre de esa generosidad y solidaridad, la familia ha creado hasta tres fundaciones de apoyo a creadores [en Barcelona, Palma y Mont-roig del Camp]. Y una persona que con su mujer, Pilar Juncosa, supo construir una convivencia de más de cincuenta años. Si se fue a vivir a Mallorca fue para escapar de la vida de las galerías de arte y para encontrar el sol, la luz” que tanto valor da a sus negros intensos. “Mi abuelo decía que en su vida había dos puntos principales: Cristo, entendido como entrega, generosidad y sacrificio, y el sol, en el sentido de la espiritualidad”. Dos puntos de luz iluminados por el color negro.