En la península ibérica (y no digamos en las islas) existen muchos lugares que, por su naturaleza privilegiada, su clima, la limpieza y temperatura del agua del mar, la vida que generan sus ricas tierras y la magia del interior de sus aguas, propician la felicidad de quien los habita. Son lugares que hacen que el espíritu se eleve, que el cuerpo se sienta parte de ellos y que las ansias de belleza se colmen.
Y aunque quien encuentra uno cree que no hay nada mejor, lo cierto es que solo hay que viajar un poco para saber que siempre existirá un nuevo cielo por descubrir. Entre todos esos paraísos hay uno elegido desde siempre por la alta burguesía catalana y francesa, que se ha conseguido librar del horror del turismo de masas: la Costa Brava.
Sus playas aún conservan un aire salvaje. Hay calas íntimas y apartadas, algunas accesibles solo a pie por caminos de ronda
Las tierras que miran al Mediterráneo en esta zona han conservado gran parte de su esencia. La Costa Brava se extiende a lo largo de más de 200 km de litoral entre Blanes y la frontera con Francia. Sus acantilados abruptos, sus calas escondidas y la vegetación mediterránea, que resiste al viento de la tramontana —un viento característico que ha esculpido su paisaje—, colman la belleza del mar, que ha perfilado una de las formas de vivir más cercanas a la felicidad. Un dato importante para subrayar la magnitud ecológica: más del 30% de la superficie gerundense está protegida por su interés natural.
Sus playas aún conservan un aire salvaje. Hay calas íntimas y apartadas, algunas accesibles solo a pie por caminos de ronda, otras únicamente por mar. Los pinos crecen al borde del litoral, y las copas que coronan los elevadísimos troncos parecen huir de la cercanía con el cielo a la que aboca semejante altura, retorciéndose y formando figuras de belleza increíble. Perfuman el aire con un aroma verde, profundo y sereno.
Terraza y piscina de agua salada del Hotel Cala Pi
La austeridad natural convive con pequeños núcleos costeros —pueblos medievales como Pals, con su torre de las Horas y su aldea empedrada— que ofrecen historia, calma y autenticidad. Con calas aisladas como vala Sa Forcanera o S’Alguer. También a esta costa pertenece el refugio para el arte y la cultura que siempre fue Cadaqués.
Súmense a eso los pequeños placeres que aportan la arena pedregosa de las playas —que desaparece de la piel a un toque de mano y masajea las plantas de los pies durante el paseo—; la temperatura del agua (que permite el baño en todas las estaciones); la vida alegre de las aves, sobre todo palomas y gaviotas; la gastronomía espectacular; y la cultura del bien vivir que siempre ha caracterizado a la gente de esta zona.
Y, una vez sumado, se puede entender por qué inspiró tanto a Picasso y a Dalí; por qué fue el sitio elegido por Ava Gardner (que también adoró siempre Madrid), por Frank Sinatra (a quien probablemente arrastró ella), por Elizabeth Taylor algunas temporadas, y por Serrat y De Niro, y Nicholson y Connery, y una lista interminable coronada por Lady Gaga y Penélope Cruz con su marido, Bardem.
Un cielo dentro del paraíso
Todos los paraísos cuentan con cielo e infierno. Y aunque probablemente el averno de este litoral sea otra maravilla, nosotros solo vamos a hablar de uno de esos sitios con los que sueña todo el que mira hacia la Costa Brava.
El restaurante Aurum está especializado en vinos
Nos referimos al hotel Cala del Pi, situado sobre la cala del mismo nombre y hacia la que tiene bajada privada. Situado justo al lado de la casa que alojó a Robin Williams durante años, por él han pasado caras como la de Sting, Dulceida y Hugh Grant, por poner un ejemplo.
Este cinco estrellas abrió sus puertas en 2006 y se reformó hace solo un año. Desde el inicio se planteó como un espacio solo para adultos, lo que permite que, a la hora de la siesta, sus dos piscinas exteriores con vistas al Mediterráneo —una de ellas de agua salada— se vean rodeadas de camas balinesas con personas que duermen o leen, entregadas al absoluto goce del silencio que, en realidad, está lleno de olas rompiendo en la arena de la cala y del graznido de alguna gaviota. También puede ocurrir que, a veces, tras la cena en el restaurante y con una copa de un vino excelente en mano, una comensal se levante para conversar con las personas de la mesa de al lado, con el encanto y la delicadeza con que pasaban estas cosas antes de que existieran las redes sociales.
Exterior del hotel Cala del Pi
Franceses, canadienses, españoles, alemanes… un turismo que se adapta al lugar sin modificarlo y que aprende a gozar por unos días de uno de los cielos terrenos. Podrían no salir de las habitaciones y suites (con exquisita decoración mediterránea, camas king size, gran televisión integrada en mueble de madera clara o en espejo, escritorio y butacas) que, además, esconden otros placeres en el cuarto de baño, como inodoros calefactados y amenities de Natura Bissé. No salir de ellas sería también estar fuera, en cierto modo, gracias a las terrazas perfectamente equipadas que miran de frente al mar.
El restaurante Almarí y su chef, José Sánchez, continúan con esa filosofía de “mediterranizarlo” todo: cada plato es un homenaje al paisaje y a la gastronomía de la Costa Brava. En otro de sus espacios culinarios, el restaurante Aurum, se puede disfrutar de la bodega seleccionada por Aziz Atabki, especializada en vinos con denominación de origen Empordà.
El spa es uno de los principales reclamos del establecimiento
Pero muchos de esos huéspedes que gozan de la oferta gastronómica se sorprenden al encontrarla porque han acudido al hotel atraídos por el spa. De hecho, el Spa & Wellness Lecalm es el gran reclamo, según me cuenta su directora, Anna Romerales: “por eso no hay clientes que no pasen por la zona de aguas y el 90% también reserva tratamientos en cabina”.
El circuito cuenta con piscina climatizada con bancos lumbares, jacuzzi, cascadas, cueva de hielo, sauna finlandesa, hammam, todo tipo de duchas de sensaciones (tropical, escocesa, etc.), zona de descanso con luminoterapia y tumbonas calientes.
En las cabinas, todos los tratamientos son exclusivos y se realizan con marcas de primer nivel como Natura Bissé
En las cabinas, todos los tratamientos son exclusivos y se realizan con marcas de primer nivel como Natura Bissé, Coola y Scens. Una curiosidad es que, a diferencia de la mayoría de los spas, en este casi todas son dobles (cuentan con dos camillas) porque, como nos dice Anna Romerales, “la mayoría de los huéspedes vienen en pareja”. Entre la oferta de experiencias —que incluye clases de yoga frente al mar, paseos en barco o rituales de bienestar, por ejemplo— las románticas son las más solicitadas.
Pero si entre todo lo que ofrece la carta de tratamientos estéticos hubiera una estrella, sin duda sería “la que tiene el nombre del hotel: el Ritual Cala del Pi”.
Todas las terapeutas que trabajan en Le Calm están formadas en Ayurveda
¿En qué consiste?
Todas las terapeutas que trabajan en Le Calm están formadas en Ayurveda. Por eso están capacitadas para realizar un diagnóstico del cliente y decidir, sin hacer muchas preguntas, detalles personalizados como la temperatura del aceite o la presión de las manos. Pero, en principio y salvo excepciones, el Ritual Cala del Pi se hace con una presión media.
Todo comienza con un peeling a base de sal marina. Con la piel limpia y preparada, empieza un masaje manual que dibuja un pino en el cuerpo, siguiendo su anatomía: de pies a cabeza. El protocolo juega con la idea de recrear las sensaciones y los beneficios que aportan los paseos por la deliciosa cala. Por eso, además del masaje con aceite esencial de pino —formulado especialmente y en exclusiva para el tratamiento—, se utilizan unos sacos artesanales realizados con una tela rellena de arena de la playa.
Aceite de pino exclusivo para los tratamientos del spa
Esas herramientas artesanales y naturales (que no pueden comprarse) se apoyan, calientes, sobre las piernas, haciendo homenaje a los pasos que se dan al caminar por la cala. Su efecto relajante y placentero es también terapéutico: mejoran la circulación sanguínea y ayudan a realizar un suave drenaje. En otro de los momentos del protocolo se aplica una crema en espuma fría, desde los tobillos hasta las rodillas: “es como una ola que cubre la pierna mientras se pasea por la orilla”, nos cuenta la directora del spa. La sensación es refrescante, pero además tensa y mejora la firmeza de los tejidos.
En la espalda, el masaje relajante con aceite esencial tiene un poder parecido al del aire que se respira en la cala. Los altos pinos que crecen hacia el cielo y retuercen sus copas por efecto del viento desprenden un aroma conocido por su valor terapéutico, su capacidad para serenar las emociones y aportar luz a la mente. “Es un aroma que abre las vías respiratorias y ayuda a encontrar solución a las ideas rumiantes”.
Noventa minutos después, la piel aparece radiante y relajada, la figura desinflada. Y el estado mental es otro, uno que ha dicho adiós a las obsesiones y que saluda a la belleza de la vida.
Una Nochevieja mágica
Para despedir el año y celebrar que llega uno nuevo, en el hotel se celebra una Cena de Fin de Año exclusiva, rica en sabores mediterráneos y frente al mar. Habrá también fiesta, música, baile y copas después. Pero, además, los huéspedes de este hotel “casi siempre reservan un facial antes de la noche”, nos cuenta Anna Romerales. Nosotros, sin duda, nos haríamos un Ritual Cala del Pi.
Dónde
Hotel Cala del Pi
Avda. Cavall Bernat, 160, 17250 Platja d'Aro (Girona)

