París descubre los secretos de las perlas y su momento más álgido en los locos años veinte

Va de perlas

Organizada por L’École, la Escuela de Artes Orfebres impulsada por Van Cleef & Arpels cuenta la historia olvidada de la aventura artística, comercial y humana que se originó en torno a este fascinante biomineral

Las joyas se popularizaron en los años veinte

Las joyas se popularizaron en los años veinte

Paul Westlake

Coco Chanel lo dejó muy claro. Las mujeres necesitan tiras y tiras de perlas. La perla, salvaje o cultivada, perfectamente irregular o imperfectamente perfecta, fue el más inspirador de sus amuletos. Una pieza imprescindible en cualquier guardarropa femenino. La vía rápida para desafiar las convenciones y los corsés inadmisibles de su tiempo. Pero esta rebelde de la moda que ha hecho sus fobias y filias buenas para siempre no fue ni la primera ni la última en caer rendida a la belleza de esta rareza.

Para unos las lágrimas de Afrodita, para otros, gotas caídas del cielo, las perlas nos fascinan desde la antigüedad (se sabe de la existencia de pescadores de perlas en el neolítico) y todavía inspiran a los grandes joyeros modernos. Pero ¡atención! ya no son solo tiras y tiras de perlas para las mujeres. A día de hoy se han convertido también en uno de los accesorios masculinos más deseados. Todos adoran desde siempre las perlas, pero ¿cuántas personas saben que estuvieron en el centro de un intenso comercio entre el golfo Pérsico y Francia desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX?¿Que monopolizaron la industria del lujo y la cultura parisina durante décadas?

Coco Chanel siempre defendió que las mujeres necesitan tiras y tiras de perlas

Organizada por L’École, la Escuela de Artes Orfebres impulsada por la autoridad en la materia que es Van Cleef & Arpels, la exposición París, Ciudad de las perlas, cuenta la historia olvidada de este sorprendente aventura artística, comercial y humana que se originó en torno a la perla. Desde finales de la década de 1860 hasta finales de la década de 1930 (durante la tercera república francesa) la práctica totalidad de las perlas recogidas en el golfo Pérsico se vendían en París y las manos más expertas las montaban en las joyerías de la plaza Vendôme.

Libros de cuentas, telegramas, documentos de archivo, recuerdos y fotografías de época dan testimonio de la magnitud de este comercio que generó la apertura de rutas por tierra, mar y luego, hasta por el cielo. La obsesión por la belleza de este extraño biomineral impulsó un auge económico sin precedentes para acabar generando inmensas fortunas y también esas piezas extraordinarias que se erigieron en un icono de los locos años veinte. Justo cuando la cosmética se convirtió en industria, la joyería vivió su momento más descarado de exceso, surgían los primeros relojes icónicos y llegaban las perlas cultivadas. 

Obra de George Barbier para la ‘Gazette du bon ton’ de 1914

Obra de George Barbier para la ‘Gazette du bon ton’ de 1914

George Barbier

La necesidad de alegría desatada en esta década permitió que este fascinante carbonato cálcico se convirtiera en el complemento perfecto. El más deseado. Un imprescindible símbolo de modernidad. Y en la seña de identidad en esa estética flappers (término británico acuñado para señalar a las mujeres que parecían adolescentes en su locura por celebrar la alegría tras el fin de la guerra a través de la moda) que no supuso solo una revolución de la estética sino del ideal femenino.

En los locos años 20 la obsesión por las perlas se volvió casi enfermiza

Lo ideal era envolverse en perlas. Llevar tantas como fuera posible hasta el punto de que Cocó Chanel las engarzó artificiales en largos collares para quien no pudiera permitirse las auténticas, o sí, pero en una nueva muestra de provocación. Hacer brillar la rareza de las perlas se convirtió más que nunca en una obsesión casi enfermiza para joyeros, pero también para todos los artistas parisinos en el sentido más amplio. Independientemente del medio de expresión artística (ópera, pintura, fotografía, diseño de carteles, ilustración o cine), las erigieron en símbolo de una nueva era. 

Buscando penetrar los misterios finales de estos biominerales, la exposición parisina abarca un cruce de historia, arte y ciencia presentando un centenar de piezas procedentes de una veintena de las más prestamistas prestigiosos, como el Museo de Artes Decorativas de París (Musée des Arts Décoratifs de París), el Petit Palais-Museo de Bellas Artes de París, colecciones patrimoniales de las Maisons Van Cleef & Arpels, Cartier y Fred, o la excepcional colección privada de Albion Art.

Broche, circa 1930 en platino, perla, diamantes de la colección Van Cleef 
& Arpels

Broche, circa 1930 en platino, perla, diamantes de la colección Van Cleef & Arpels

Van Cleef & Arpels

“Además de esos pescadores de perlas neolíticos, se descubre la fascinación que causaban a una famosa reina del Renacimiento y a dos de las estrellas más queridas de Hollywood”, explican los responsables de esta inmersión artística que ofrece L’École en su nueva dirección parisina. Es en los Grands Boulevards. Ha querido el caprichoso destino que la sede actual se haya trasladado a solo unos pasos de la rue Lafayette, que es ni más ni menos el lugar que antiguamente agrupaba a los comerciantes de perlas finas.

Ahí es donde, tras una introducción gemológica sobre el origen de las perlas, se recorre toda la historia que persigue a la pasión joyera desde finales del siglo XIX hasta la actualidad a través de seis secciones. Proponen al espectador adentrarse en aspectos diversos e inciden en su papel revolucionario en la segunda década del siglo XX. Con un enfoque sensorial, la exposición ayuda a“despertar los sentidos del visitante”, explican desde la organización. Una piscina de perlas permite la experiencia táctil, cárteles de época muestran el interés por este material de artistas como George Barbier y el acompañamiento de piezas musicales igualmente compuestas en su honor hacen el resto. 

Anillo de René Lalique de 1910

Anillo de René Lalique de 1910

Lalique

Pero la parte más impresionante es la muestra expresada en anillos, brazaletes, collares y broches donde la perla es la reina de las composiciones más delicadas. Hay piezas maravillosas. Auténticas obras maestras que hablan del savoir faire de Van Cleef & Arpels, delicadas piezas firmadas por Dusausoy o René Lalique y joyas únicas de Boucheron o Germain Bapst y Lucien Falize. Una maravilla abrazando casi todas las posibilidaades del blanco.

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