Banquete exquisito: Murakami y Louis Vuitton se sientan a la mesa del arte

Murakami es al manga lo que Wesselman a la mayonesa Hellmann’s o Warhol a la sopa Campbells. Es el creador de la viñeta-escultura, del monstruo simpático, de la flor multicolor. La diferencia, grandes genios los tres, es que los dos últimos nunca expusieron en Versalles (le palais) en una muestra que será recordada siempre. Sus figuras sonriendo en los pasillos del poder omnímodo de los Luises que tocaron el sol... Aunque la luz la trajeran los Ilustrados.

Takashi es casi tocayo de Takeshi Kitano, el cineasta de la violencia y la ternura, y comparte apellido con Haruki, el brillante novelista, altavoz de la ansiedad, eterno candidato al Nobel. El artista incansable, cuya narrativa visual atraviesa géneros y sensibilidades, no se compara a un cineasta o a un literato. Sino más bien a un maratoniano, otra especialidad japonesa: “Pienso que los artistas somos bastante parecidos a los deportistas, siempre tenemos que dar lo mejor todos los días, incluso si la forma de mi cuerpo puede ser un poco diferente a la de un atleta...”, explica con retranca.

Murakami, como Yayoi Kusama o Yoshitomo Nara (también Ai Weiwei) son prolíficos hasta la extenuación. Disponen de ayudantes, claro, pero ¿cómo pueden parir tantas ideas en tan poco tiempo? “Mi trabajo sale de uno de los dos escritorios que tengo, uno para trabajar y el otro para comer”.

Hay algo proustiano en su labor (y no son las magdalenas). Además de las mesas, también se mete en la cama, igual que escribía el autor francés con su célebre mantita: “Me acuesto y busco ideas”. ¿Cómo las ordena? No lo hace. “Tengo más proyectos de los que puedo contar; le pido a mi asistente que haga la programación y trabajo en base a eso”.

En el fondo, el genio es un mandado al que, además de sus propios planes, le gusta colaborar con músicos, diseñadores y marcas globales como, ahora, Louis Vuitton, que también apuesta fuerte por Kusama. Las marcas de lujo francesas se inspiran en el Lejano Oriente igual que hace 150 años Manet, Monet, Bonnard, Mary Cassatt, Van Gogh, Gauguin y Klimt se enamoraron de los ukiyo-e de Utamaro y Hokusai. Murakami (y sus godzillas de colores de chuchería) siguen iluminando el futuro con su antorcha.