La aparición de Pedro Pascal el martes en la premiere londinense de Thunderbolts, la última película de Marvel, generó una cascada de titulares a propósito de la camiseta que eligió para acudir al evento: ¿qué significa el “Protect the Dolls” que podía leerse en ella?
Dolls —muñecas— es un término afectuoso, popular en el entorno trans, para referirse a mujeres del colectivo desde un lugar de complicidad. El mensaje completo, “Protect the Dolls”, se ha convertido en una consigna urgente ante el retroceso de derechos que está viviendo la comunidad trans a escala global. En Reino Unido, precisamente, la Corte Suprema dictó hace apenas unos días una sentencia de 88 páginas que redefine el término “mujer” en el marco de la legislación sobre igualdad: a partir de ahora, solo se considerará como tal a quien haya nacido con sexo biológico femenino. Es decir, las mujeres trans quedan excluidas del marco legal que garantiza protección contra la discriminación.
El mensaje completo, “Protect the Dolls”, se ha convertido en una consigna urgente ante el retroceso de derechos de la comunidad trans
El fallo —celebrado por algunos sectores conservadores y calificado de “devastador” por voces de la comunidad trans— no es un caso aislado. Llega en un momento en que las políticas restrictivas hacia las personas trans se están endureciendo también en Estados Unidos, Hungría y otros países europeos. En este contexto, una camiseta deja de ser una prenda y se convierte en un acto de resistencia.
Diseñada por Conner Ives y presentada originalmente al cierre de su desfile del pasado febrero, la camiseta ha sido adoptada como emblema por celebridades como Troye Sivan, Haider Ackermann y el propio Pascal. Las ventas, que ya han superado los 250.000 dólares, se destinan a Trans Lifeline, una organización que ofrece apoyo a personas trans en situación de crisis. En el caso de Pedro Pascal, el gesto de llevarla tiene además una dimensión íntima: su hermana menor, Lux Pascal, es actriz, activista y mujer trans.
Esa camiseta no es solo una declaración política: es una muestra de afecto fraternal. Y también, en cierto modo, un recordatorio —silencioso, visible, contundente— de que los símbolos importan, especialmente cuando quienes están siendo atacados son los más vulnerables.
En este mismo clima Desigual ha lanzado su nueva campaña con Ester Expósito como protagonista. El eslogan elegido: “Not a Doll”. Visualmente impecable, celebra la autenticidad y la libertad de ser una misma. Ester Expósito —que, como tantas mujeres, ha visto su imagen sometida una y otra vez al bisturí escrutador de la audiencia—reivindica que no es un objeto, que no está aquí para agradar, que no es una muñeca.

“Not a Doll”, la campaña de la marca junto a la actriz Ester Expósito
En las imágenes, en el vídeo y en la camiseta que ya está disponible en la web de la marca, “Not a Doll” funciona como mensaje emancipador. Es directo, potente y visualmente impecable. En el contexto actual, también es inoportuno, porque basta con mirar a un lado y leer “Not a Doll”, y al otro “Protect the Dolls”, para sentir, como mínimo, una grieta. No hay antagonismo, no hay contradicción directa. Pero sí hay una especie de cortocircuito simbólico. Como si el mismo término —“doll”— pudiera significar autoafirmación o amenaza, según quién lo pronuncie y desde dónde.
Muchos usuarios en internet no han tardado en señalarlo. En redes, Not a Doll ha sido calificada de sorda e insensible, no tanto por lo que dice, sino por no haber medido lo que puede llegar a significar en este momento concreto. La comparación con Protect the Dolls ha sido inevitable, y para muchos, dolorosa.
La campaña de Desigual no va en contra de los derechos trans. No borra. No ataca. Pero llega en un momento en el que los símbolos se han vuelto campo de batalla, y en el que cada palabra —incluso las bienintencionadas— puede ser leída bajo una luz distinta. Mientras las firmas diseñan sus campañas, editan sus lemas y afilan sus manifiestos de marca, la vida sigue.
Las leyes cambian. Las personas pierden derechos. Y lo humano, cuando estás en una posición de ventaja —por visibilidad, por medios, por lugar en el mundo—, es dejar pasar al otro. No porque tu mensaje no importe. Sino porque, a veces, el momento obliga a escuchar antes de hablar.