“Sé obsesivo”. Ernesto Naranjo recuerda haber oído este mantra desde su primer día en Central Saint Martins, en Londres. En los siete años que transitó por los pasillos de la que es considerada la mejor escuela de moda del mundo, ese consejo —no conformarse con la primera idea que se te ocurra— resonó constantemente en su cabeza. “Pegaba unos letreros con la palabra obsessive en el armario, en la cocina... para recordarlo”.
Naranjo (Pilas, Sevilla, 1991) no es el único español que ha recorrido este camino particular hacia la obsesión. Antonio Banderas, impulsado por una fascinación tardía en su carrera, se matriculó en un curso en el 2015. John Galliano, el gigante de la moda nacido en Gibraltar de madre gaditana, comenzó en el mismo año de formación obligatorio que Naranjo: Foundation.

Bocetos de Ernesto Naranjo mientras estudiaba
El programa está orientado a reconfigurar la mente del estudiante, para que al final del año se le asigne una especialización –Womenswear, Menswear, Print, Communication y Knitwear– según su perfil. El objetivo no es crear una forma uniforme de hacer arte, sino enseñar a pensarlo. En el libro Foundation: Lecciones fundamentales de arte y diseño de Lucy Alexander y Timothy Meara, se invita a la reflexión para los creativos en ciernes: “Los alumnos aprenden a asumir riesgos y abrirse a la posibilidad de fracasar”, explican. “Los proyectos exigen una toma de decisiones rápida y un enfoque exploratorio de la creación”.
Naranjo describe la diferencia entre su yo del primer año y su yo del segundo como si fueran personas distintas: “Le perdí el miedo a la creación, a que la prenda no estuviese del todo bien terminada, pero fuese una idea interesante”. Recuerda la libertad de aprender en el antiguo edificio del Soho —actualmente en Kings Cross desde el 2011—: “Era un edificio supersucio que se caía a pedazos, pero el ambiente era muy libre. No había demasiadas normas, cortábamos en el suelo, había gente de todo el mundo”.

Look de Paula Cánovas del Vas de la colección primavera/verano 2025
En medio de esa multiculturalidad, tenía una compatriota con quien compartir los altibajos: la diseñadora murciana Paula Cánovas del Vas (1991). “Ernesto y yo éramos uña y carne. Vivíamos puerta con puerta, así que compartíamos no solo ideas, sino también muchas horas de trabajo, comidas rápidas entre clases y noches sin dormir”, explica. El escenario de aprendizaje para la modista fue la biblioteca, donde “pasaba horas leyendo sobre escultura, filosofía o teoría de género, sin tener claro cómo eso se traduciría en una colección”.
Los profesores son una pieza clave en el proceso de traducción de ideas. “No teníamos asignaturas, solo tutorías con profesores de varios ámbitos que daban su opinión. Siempre preguntaban: ‘¿Por qué?’, ‘¿de dónde viene esto?’”, recuerda Naranjo. La falta de preguntas era mal augurio. “Los profesores no eran duros gritándote ni criticando tu trabajo, eran duros cuando no se comunicaban con nosotros. Había ocasiones en que llegabas a una tutoría y el profesor miraba tu trabajo y no hablaba, nada, cero. De repente pasaba la página dos veces, cerraba el sketchbook y se iba con otro alumno”.
Es un ambiente muy competitivo. Sobrevive el más fuerte”
Elisa Palomino (Cuenca, 1969), exalumna de Saint Martins, pasó por las marcas de Galliano y Cavalli, entre otros, y fue una de las profesoras que marcaron a Naranjo con una filosofía diferente. “En CSM te dicen que los profesores no están allí para enseñarte, sino para que aprendas de tus compañeros. Yo no estoy de acuerdo. Si me pagan por enseñar, voy a enseñarles todo lo que he aprendido en las tribulaciones por las que he pasado”, explica. Cuenta su llegada a Londres a los 16 años y cómo encontró su lugar: “Había fiestas, y todo el mundo hacía sus propios vestidos, íbamos a mercadillos vintage en Brixton y comprábamos ropa vieja para cortarla. Yo no era la rara, todo el mundo era más raro que yo”.
Entre tanta libertad, Palomino puso ciertos límites, incluso con su mejor amigo de entonces, Lee McQueen. “Él era un rebelde total, siempre desafiando a la institución. Una vez me pidió vello púbico para introducirlo en una falda. Le dije que de ninguna manera. No iba a darle algo tan personal, por mucho que lo quisiera”.

Elisa Palomino en su etapa como alumna de CSM
Marta Velasco Velasco (Barcelona, 1990) describe el departamento de textil como alejado de algunas presiones que aquejan a la sección de moda en Saint Martins, en parte debido al mar de opciones disponible para quienes entran en textil. “En textiles cada persona hace cosas distintas. Hay personas que quieren hacer tejidos comerciales para fast fashion o trabajar en lujo o automovilismo. Cabe de todo un poco”.
La artista prefirió ese ámbito, donde “dan espacio para que las distintas personas puedan desarrollarse”, apunta. “Si me pedían un print, hacía el print, pero además un libro, un photoshoot y un vídeo. Entregaba la colección que me pedían y presentaba mucho más”. Incluso tuvo la libertad de trabajar con lo personal, como hacía McQueen, centrando un proyecto en los dientes de leche que le habían caído de niña y había conservado.

El proyecto ‘Let the nutmeg dry’ de Marta Velasco Velasco, con textiles inspirados en Indonesia
Como alumna y como directora del programa de Fashion Print, Elisa Palomino se dio cuenta de algo especial sobre el alumnado de Saint Martins. A través de su experiencia haciendo facturas para clientes descubrió que tenía discalculia, una condición similar a la dislexia, pero con los números. Como profesora, constató que esta situación era común. Un estudio de la doctora en neuropsicología Beverly Steffert, en 1997, con 360 estudiantes de Foundation reveló que el 75% tenía dislexia.
Palomino impulsó la realización de pruebas de detección para los estudiantes de segundo año que lo desearan. Una de esas estudiantes fue Velasco Velasco, quien relata que “muchísimos compañeros tenían dislexia”. Define que sus diseños “no se quedan en un dibujo”; son, en sus propias palabras, “todas las capas de materia que crean una diferencia, el papel, la sombra. Luego pienso en cómo habitará el espacio, cómo lo vas a sentir”.

Bocetos de Marta Velasco Velasco mientras estudiaba
Otro ámbito en el que poder experimentar a través de Saint Martins son las prácticas. Tanto Paula Cánovas del Vas como Ernesto Naranjo trabajaron con Galliano, una experiencia que Palomino destaca como “un doctorado en sí mismo. Después de eso, puedes hacer cualquier cosa”. Allí, Naranjo aprendió sobre el negocio. “Venía de Saint Martins, que era creatividad pura y dura. Y de repente vi fichas técnicas y fabricaciones. Saber que otra persona ha de entender tu proyecto te enseña a diseñar de otra forma”.
Con toda la presión a la que se enfrentan en la carrera, el máster es un paso más, especialmente para los diseñadores de moda. Álvaro Mars (Orihuela, Alicante, 1998) soñó mucho tiempo con ingresar en la escuela y lo logró al cuarto intento (tercero con el máster). Tras ganar el Global Talents Worldwide en el 2019, buscó expandir sus capacidades artísticas. Desde el primer día tenía en mente el desfile de final de año, en el que solo entra entre la mitad y un tercio de la clase.

Bocetos de Álvaro Mars mientras cursaba el máster en moda femenina
“Imagínate llegar a lo que se supone que es la plataforma más importante para diseñadores emergentes y no poder mostrar tu trabajo (...) Es un ambiente muy competitivo, lo mejor de lo mejor. El que llega al final no es el que más sabe ni el que más talento tiene, es el más fuerte. Refleja un poco la industria”.
Las últimas semanas para Mars estuvieron llenas de nervios. Para poder participar en el desfile, visto en todo el mundo, los estudiantes deben mostrar su colección ante un tribunal. “He visto gente que sale llorando, que le da un puñetazo a una pared, que rompe diseños”. Los nervios se manifestaron en Mars de una forma distinta: “Mi colección tuvo un look muy malo. Entré temblando porque dije: no sé por dónde puede salir”. El consuelo fue inmediato. El director del máster se levantó y dijo: “Lo que estás haciendo es tan deseable que reconocemos a la mujer a la que estás vistiendo sin tener que verla”.

Chaqueta de Calvin Klein de la colección otoño/invierno 2025
Álvaro Mars trabaja actualmente como diseñador junior para Calvin Klein y mantiene firme su sueño de ser director creativo de “una gran casa de alta costura (...) Voy persiguiéndolo y lo tengo que conseguir”, afirma.
A cargo de su marca, afincada en París, Paula Cánovas del Vas ha sacado provecho de las investigaciones que hizo en Saint Martins sobre cómo el cuerpo de la mujer ha sido objeto de observación, deseo y control. “A partir de ahí, el voyeurismo se volvió un hilo narrativo en mi trabajo”, destaca la ganadora de Vogue Fashion Fund 2022.

La colección de primavera verano del 2025 de Cánovas del Vas examina la mirada masculina sobre el cuerpo femenino
Central Saint Martins reconoció el hilo en las telas de Marta Velasco Velasco al comprar una pieza de su proyecto final. Cinco años después se exponía la obra al lado de piezas de McQueen. Su trabajo explora los patrones artísticos bajo la influencia del colonialismo.
Elisa Palomino abandonó su puesto de profesora titular hace un par de años, sintiendo que era cada vez más “complicado” reunir una clase diversa de estudiantes para el departamento de estampado de moda debido al aumento del precio de las matrículas tras el Brexit. Pero aún sigue las carreras de quienes ha guiado: “Sé todo lo que siguen logrando. Ese cordón umbilical nunca se corta”, apunta.

La última colección de Ernesto Naranjo se inspira en las Ziegfeld Girls
Palomino no es ajena a las dificultades de pasar por la escuela, pero enfatiza que es por una razón. “Yo quería lo mejor para mis estudiantes. Quizás a veces presioné un poco de más y no debería haberlo hecho. Pero solo quería que fueran los mejores”.
La obsesión ya no define el taller de Ernesto Naranjo como lo hacía cuando era estudiante. Un consejo de Galliano le viene más rápido a la mente: “Siempre me decía: paso a paso, no corras”. Ahora, con su propia marca, que saca una colección al año, Naranjo dice: “Creo que es importante para el ADN de la marca y para la salud mental que el crecimiento sea orgánico, no forzado”.