Volver a patrones clásicos con pequeños detalles inesperados parece la respuesta a un empache generalizado por las formas blandas, la resaca del renacimiento Y2K, tiempos convulsos y la bajada de fiebre del confort devenido de la pandemia de la covid. No es casual la vuelta de las siluetas eduardianas en las pasarelas, como en la de Dior Homme por Jonathan Anderson. Ni el retorno a la sastrería tras la exposición del Met Superfine tailoring black style y su consecuente Met gala. Todo parece coagularse en una máxima común: heredar lo clásico con un enfoque radicalmente contemporáneo.

La pasarela de Dior homme 2026 por Jonathan Anderson ha supuesto una declaración de intenciones, entender el archivo como imprescindible para la identidad
Es esa propiedad de inmejorable, en palabras de Miguel Milà, lo que parece ser el factor clave para entender la tendencia. Podemos vivir un renacimiento de la estética Y2K que conviva con el punk chic japonés, el barroquismo neochentero, el heroin chic y a su vez un marcado estilo clean look minimalista wabi sabi que abandere el oxímoron del lujo silencioso. Resultado: arcoíris social yuxtapuesto a la pérdida de pertenencia generacional en los tiempos de la inmediatez.

La premiada marca Soshiotsuki con el premio LVMH descubre la tendencia por volver a la sastrería con vigor
En el armario se traduce con pliegues más rígidos, como los chalecos de la marca japonesa Soshiotsuki o bien los pantalones de pinza en favor de un andar más estilizado. En busca de ese centro de gravedad permanente con carácter vuelven las corbatas, los detalles de cortesía como los broches o los guantes así como los relojes de diseño limpio que colaboran a una busca del tiempo pérdido. Los cuellos dramáticos combinados con piezas minimalistas o básicos de sastrería ganan terreno a paso de mocasín.
Vuelven las corbatas, los detalles de cortesía como los broches o los guantes...

La nostalgia invade las pasarelas como la de Jacquemus con su Le Paysan
No es casualidad que la gilda, la ensaladilla rusa o los macarrones gratinados de la abuela sobre bandeja de plata sean el nuevo fetiche foodie. Ni que la rebeldía política e ideológica de la generación Z se manifieste alineada con movimientos trad y de ultraconservadurismos prematuros. Tampoco lo es que el mocasín sea el zapato por excelencia tras la fiebre por la sneaker. Cuando lo establecido ha sido cuestionado, volver a los pliegues de siempre se presenta como una ilusión de cambio. La aparente garantía de que, a la postre, todo brillaba más ayer.
Nota a pie de página
Clásicos contemporáneos
El retorno a las siluetas sobrias con ligeras formas de inesperado se manifiesta en las marcas.Un regreso cómo el de Jacquemus a sus orígenes con Le paysan, alguna percha de Balenciaga Couture de corte minimal en el último desfile de Demna, las reintepretaciones de Hereu al folclore con sus nuevos zapatos de piel de vacuno gallego, los broches jazmín de Tíscar Espadas, las plumas de Montblanc curadas por Wes Anderson, los guantes de Ferragamo así como las corbatas de Hermès o bien los chalecos de sastre de la marca japonesa Soshiotsuki.
Heredar el tiempo
Incluso los referentes de estilo juvenil como el actor americano Jacob Elordi, vistiendo Bottega Veneta en Venecia, o marcas como Acne Studios abanderan una defensa del traje y los pliegues atemporales.
Esa atemporalidad revisitada se extrapola a muchos sectores, ya bien sea el gastronómico, el de las artes mayores y menores, y por supuesto el político, determinando un modo de vida concreto.