Cuando Nicolas Ghesquière llegó a Louis Vuitton en el 2013, confesó que de niño coleccionaba imágenes de maletas Vuitton, aunque nunca tuvo una. Para él, Vuitton representaba “la idea de viaje y de sueño”. Acaso por ello decidió que las colecciones crucero —las que se permiten que brille la refinada artesanía de la maison— se inspiraran en su propio hilo biográfico: lugares que representen una vivencia sobre la cual construye una propuesta de moda histórica y a la vez futurista.
El año pasado viajó hasta aquellos veranos en los que, junto a su familia, el creador normando viajaba a la costa catalana y recalaba en Barcelona, donde el Park Güell se convirtió en su paraíso. Si de niño no pudo desprenderse de la arquitectura de Gaudí, este año fue un episodio de su juventud el que alumbró su colección crucero 2025, en Aviñón. En el 2020 visitó la exposición La beauté in fabula en el marco del festival de teatro. “Pasé dos días inmerso en las increíbles salas del palais, donde descubrí la obra de Bill Viola, que me impresionó e influyó mucho. También estaban Christian Boltanski, Pierre et Gilles, Pina Bausch, Björk... y la capilla de San Carlos, absolutamente magnífica”, afirma Ghesquière.
La ropa tiene poder, es capaz de transformar el estado de ánimo y la apariencia y afinar la actitud
Fue en mayo cuando Ghesquière ofreció un desfile memorable, en el palacio de los Papas, una fortaleza gótica del siglo XIV cargada de historia papal y teatralidad, patrimonio de la humanidad de la Unesco. “Esta increíble fortaleza medieval se ha convertido en un escaparate para la expresión artística contemporánea. Me gusta la visión revolucionaria y decidida de Jean Vilar, fundador del festival, que junto a su círculo de amigos, entre los que se encontraban actores como Gérard Philipe y Jeanne Moreau, prácticamente desconocidos en aquella época, les dijo: “Hacer teatro aquí es imposible, así que hagámoslo”.
Para Ghesquière, la moda, hoy más que nunca, también es teatral. Para una firma global como Vuitton, espectáculo. La colección introduce tejidos técnicos, piel tratada y combinaciones poco habituales (vinilo, neopreno, metalizados) que dan a la moda un aire experimental sin perder lujo. Y, como es habitual, juega con volúmenes inesperados, cortes geométricos y proporciones que reconfiguran la figura femenina. Con la banda sonora de Excalibur, las prendas transmiten fuerza, modernidad y una visión activa de la mujer, lejos de la fragilidad romántica.
La actriz Emma Stone a su llegada a un desfile que convocó a 450 personas
La colección crucero 2026 explora el aspecto performativo de la ropa, su valor artístico inherente, su fuerza narrativa y el poder emocional que desata. Los escenarios se implican en la narrativa conceptual. Por ello la Cour d’Honneur del palacio de los Papas, un laboratorio cultural para todas las formas de expresión, inspiró a Louis Vuitton a reflexionar sobre el carisma de un vestuario.
La ropa tiene poder, es capaz de transformar el estado de ánimo y la apariencia y afinar la actitud. La maison siempre ha apoyado a los artistas en su viaje, como recuerda Gesquière: uno de los ejemplos más legendarios es el baúl del compositor y director Leopold Stokowski, que data de 1929. “Esta colección es, en gran medida, una reflexión sobre el papel que desempeña la ropa. En el escenario, adquiere toda la dimensión del teatro, proyectando una imagen y un carisma, acentuando un estilo y un carácter. Acompaña, apoya y empodera. La teatralidad de la ropa es un tema fascinante, y la presencia en el escenario ofrece una fuente inagotable de inspiración. Aporta un aura añadida. Pero tanto si la ropa es para el día a día como si es para estar bajo los focos, transmite una medida de confianza, seguridad o tranquilidad, una pista sobre la personalidad”, reflexiona Nicolas Ghesquière.
La actriz Sophie Turner llegando al desfile
La colección incluye túnicas medievales y capas asimétricas y una amplia profusión de mallas metálicas, al estilo Juana de Arco, “armaduras femeninas para la vida cotidiana”, afirmó Nicolas Ghesquière. Los accesorios marcaron el paso: botas ecuestres con ojales de plata, botines abiertos por delante, al estilo de Juego de tronos, cosidos con espejos y otros materiales preciosos. Los bolsos Alma lucían adornos dorados que imitaban las cubiertas de libros antiguos, siguiendo la técnica del manuscript illumination (iluminación de manuscritos). Moda como teatro, moda como memoria, moda identidad.