A lo largo de su vasta e ilustre carrera cinematográfica, Isabella Rossellini nunca fue nominada al Oscar. Aunque recibió un David di Donatello especial y también un premio del Festival de Berlín, sus reconocimientos más importantes se deben a su trabajo televisivo, en la serie Chicago Hope, por la que fue candidata al Emmy, y en el telefilme El crimen del siglo, por el que en 1997 recibió su primera nominación al Globo de Oro.
Todo puede cambiar gracias a su precisa interpretación en Cónclave, con la que el alemán Edward Berger da el salto al cine hablado en inglés. En ella, junto a un ilustre elenco que incluye a Ralph Fiennes, John Lithgow y Stanley Tucci, encarna a la hermana Agnes, la madre superiora que sabe cuál es el momento para intervenir en la compleja elección de un nuevo Papa.
El Vaticano da a las mujeres un papel de invisibilidad. Ellas deben servir, aunque pueden expresar sus opiniones”
A los 72 años, Rosellini obtuvo hace pocos días una segunda nominación al Globo que, en este caso, parece predecir que la Academia de Hollywood al fin se acordará de ella. Sería un honor que ciertamente merece la hija de Ingrid Bergman y el director Roberto Rossellini, y ex esposa de Martin Scorsese, no sólo por este filme sino por una trayectoria que inició cuando en 1976 curiosamente también encarnó a una monja en un filme protagonizado por su madre y dirigido por Vincente Minelli, Nina.

La actriz encarna a la hermana Agnes en 'Cónclave', bajo la dirección de Edward Berger
¿Qué fue lo que le llevó a decirle que sí a Cónclave?
La historia me conmocionó, pero también me había encantado Sin novedad en el frente, me pareció que era una película increíble. Tengo que confesar que no pude ver el final, porque es una película tan antibélica y describe los horrores de la guerra con un impacto emocional tan fuerte que no pude terminarla. Pero viéndola me di cuenta de que Edward Berger es un director magnífico. Particularmente en el plano visual. Lo que ha hecho en Cónclave es notable.
¿Algún ejemplo?
Hay una toma desde el aire en la que somos puntitos. Las monjas son los puntos azules y los cardenales son los rojos. Edward nos hizo movernos en la piazza de una manera muy precisa, porque era una forma de demostrar cómo funcionan las jerarquías. Las monjas caminábamos con rapidez por el cuadro, probablemente hacia la cocina. Los cardenales estaban hablando, moviéndose con libertad. Era como una coreografía. Berger es un director increíble que no necesita palabras, se expresa como un pintor con las imágenes para contar una historia. En esos segundos en los que ve cómo se mueve la multitud, nos muestra cuál es el rol de los hombres y las mujeres en la Iglesia Católica, y eso ayuda mucho. Además somos buenos amigos con Stanley Tucci y John Lithgow, por lo que me entusiasmó la idea de trabajar con ellos. A Ralph Fiennes le conocía, tenemos una buena amiga en común, una vieja condesa italiana, Beatrice Borghettori. Y además había que filmar en Roma, ¿cómo le iba a decir que no?
Me casé dos veces, me divorcié otras dos, tuve dos hijos. Me parece que no hubiese podido ser una buena monja”
¿Qué descubrió sobre el lugar que ocupan las mujeres en las altas esferas del Vaticano en su investigación para este papel?
El Vaticano le da las mujeres un papel de invisibilidad. Ellas deben servir y ser respetuosas con los hombres. Es una sociedad patriarcal. Eso no impide que tengan autoridad y puedan expresar sus opiniones, por más que en la película mi personaje no hable mucho, pero aún desde el silencio se puede tener mucha autoridad. Hablamos con el director sobre este aspecto y luego lo reflejamos en las escenas. También hablamos de la autoridad silenciosa de las monjas, y que es una vida que ellas han elegido. La hermana Agnes eligió ser monja, no es una mujer oprimida. Tomó una decisión y acepta ser parte de una sociedad patriarcal.
¿Cómo fue el rodaje?
Normal. Uno llega al plató, ensaya y luego el director te dice si le ha gustado lo que hiciste o no, o te pide algunos cambios. Luego viene el equipo técnico, ven lo que se tiene que hacer, y hay que esperar a que coloquen las luces. Una vez está todo listo, repites la escena 5 o 6 veces, hasta que el director te dice que cree que tiene lo que necesita. Así se hicieron las cosas en Cónclave, no fue nada excepcional o diferente.

La actriz, de 72 años, durante el festival de Toronto, el pasado septiembre
¿Cuál fue el momento más intenso?
Sin duda, la gran escena que tiene mi personaje, porque ella tiene que exudar mucha autoridad sin demasiado diálogo. Tiene una presencia silenciosa, pero cuando finalmente habla, su monólogo es una bomba, porque cambia el rumbo del cónclave. A decir verdad esa escena me preocupó porque había 120 hombres en el salón, y a eso había que sumar al equipo técnico. El director era hombre y el guionista también. Por eso yo tenía que mostrarme muy segura de mi misma. De todos modos, me parecía que mi personaje tenía que estar tan nerviosa como lo estaba yo, así que usé mi nerviosismo para la escena.
¿De qué manera se preparó para interpretar a un personaje tan contenido que de pronto explota?
Me imaginé que ella era como una sombra. Y como tal, está siempre presente. Cada vez que me enfocaba la cámara, trataba de prestarle atención a todas las palabras del cardenal, incluso los detalles. Traté de que se le viera muy alerta. Eso es lo que creo que le dio a la hermana Agnes su presencia. No habla porque está cumpliendo con el voto que tomó cuando se hizo monja. Su rol es ser invisible, pero eso no quiere decir que no vea o no escuche. Así que intenté que se le viese muy atenta a todo lo que pasa a su alrededor. Y cuando finalmente denuncio a uno de los cardenales que está mintiendo, simplemente estoy diciendo la verdad. Él estába mintiendo, y por eso mi personaje dice que tiene ojos y oídos, y que lo que el cardenal dice no es lo que ocurrió. Y luego hago una reverencia, porque la hermana Agnes vuelve a ser invisible. Pero lo hace después de decir lo que se tenía que escuchar.
Para mí la película es una oda a la duda. En la vida no tenemos respuestas”
En la primera escena en la que la hermana Agnes habla, confronta al personaje de Fiennes cuando él quiere hablar con los otros cardenales. ¿Cuál fue la conversación que tuvo con él y con el director antes de filmar la escena?
En la Iglesia Católica, el rol de los hombres y el de las mujeres son muy distintos y están muy separados. La hermana Agnes está a cargo de todas las monjas. Cuando hay un accidente, porque una monja derrama vino y sale gritando del comedor, porque ha ocurrido algo más, yo soy quien tiene que calmar las aguas. Fiennes sospecha que tal vez haya algunas negociaciones con respecto a la elección, y quiere saber qué está pasando. La hermana Agnes le dice que no, porque son dos mundos separados. Y aunque yo soy la que está a cargo del mundo de las mujeres, él es más fuerte que yo. Como es una sociedad patriarcal, él tiene más autoridad. Por eso le hago una reverencia, pero sin ocultar mi enojo. Es una manera de demostrar que yo haré lo que él me diga, porque respeto las jerarquías, pero no estoy de acuerdo con su decisión.

Hace seis años, la actriz y modelo representó en Barcelona su monólogo 'Link link Circus'
¿Qué piensa del enfrentamiento dentro de la curia que muestra la película?
Soy romana, y en mi ciudad sabemos que en la Iglesia Católica hay una tendencia progresista, y una más izquierdista, así como también están las conservadoras. El director me dijo que le encantaban las películas como Todos los hombres del presidente, donde se debate la existencia de diversas corrientes políticas, pero para mi Cónclave no es solo una película política,
también humana. Hay cardenales que pecan por su ambición humana y pagan las consecuencias. Otros tienen un pecado de juventud, y por eso la pregunta es si se les debe castigar por eso. La película tiene varias capas, no solo hay un debate entre las ideas liberales y las conservadoras, sino también las humanas. Obviamente tiene una gran cuota de suspense. Para mí la película es una oda a la duda. Como dice el personaje de Fiennes, la seguridad no es buena, y la duda es la realidad. Me pareció muy emocionante esa frase desde un punto de vista filosófico, porque en realidad en la vida no tenemos respuestas.
Como mujer que nunca se ha callado sus opiniones, ¿cuál fue el mayor desafío de interpretar a este personaje?
Fue interesante interpretar a alguien que no habla, pero que tiene autoridad. A veces los propios cardenales se sienten intimidados por su presencia. Y como ella no está en la discusión, porque no puede votar, puede tener una mirada diferente de la situación, y eso en cierta forma le da más poder, porque al no estar en la competencia no tiene nada que perder.
¿Contó con asesores religiosos durante el rodaje?
Sí, claro. Teníamos dos asesores religiosos, y además el filme está basado en un libro que fue escrito después de una profunda investigación. Los asesores se aseguraron de que cada gesto y cada cosa que hiciéramos fuera correcta. De todos modos, como crecí en Roma, siempre he estado muy familiarizada con la Iglesia Católica. Mi abuela paterna era muy religiosa. Mi padre era católico y mi madre era protestante. Ninguno de los dos iba a la iglesia, pero yo fui a una escuela de monjas, desde primer grado hasta que tuve 16, así que estaba muy familiarizada con las monjas y su autoridad.
La hermana Agnes es muy estoica, pero a la vez hay en ella un toque de ternura. ¿Fue una decisión suya o estaba en el guion?
Fue una decisión mía y muy pensada, hablé con el director y el guionista sobre ello. Me pareció que ella debía tener mucho estoicismo, es lo que le da autoridad. Además, como les conocía de cerca por la escuela sabía cómo funcionan en la vida real.

La actriz, hija de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini, convivió desde niña con el universo del cine (Andreas Rentz/Getty Images)
¿Le parece que la descripción que la película hace de ellas es correcta?
Claro. Dentro de la Iglesia Católica hay monjas que quieren tener aún más autoridad, aunque a decir verdad la tienen. Es cierto, no pueden votar para elegir al Papa, tampoco para elegir al cardenal, pero eso no les vuelve silenciosas. Todo el mundo les escucha y busca su aprobación. La pregunta, obviamente, es cuál es el rol que las mujeres deben tener en la sociedad. Lo que tengo muy claro es que estoy muy feliz de haber nacido en el siglo XX y no en el anterior. Por lo menos puedo votar, puedo tener propiedades, y una cuenta de banco a mi nombre. Puedo elegir qué carrera seguir. Ciertamente hemos recorrido un largo camino, más allá de que también hay retrocesos.
Que yo fuera a la universidad fue excepcional. Fui la primera de mi familia que lo hizo”
¿Le presta atención a lo que ocurre en el Vaticano?
Por supuesto. Yo crecí con un Papa llamado Juan XXIII que era querido por todo el mundo. Cuando vives en Italia, el Papa aparece en las noticias todos los días. Recuerdo que todas las noches el Papa aparecía a las 20.30 horas para decirle a los niños que era hora de ir a dormir. Decía una oración y nos decía que tuviéramos lindos sueños. Era como tener un abuelo. La presencia del Papa es mucho mas fuerte en la sociedad italiana, particularmente en Roma, que en otras partes del mundo. Él se mostraba como un abuelo, y así crecí yo.
¿Sigue yendo al restaurante romano que atienden las monjas?
En realidad llevé allí a Stanley Tucci, porque él lo sabe todo sobre restaurantes, especialmente en Italia, pero no conocía L'eau vive, que está regentado por monjas, al que mi madre solía ir para que no le molestaran. Mi madre detestaba que los paparazzi le molestaran, por lo que iba a este restaurante de las monjas en el que ellas se ocupaban de preservar su privacidad.
¿Tiene una mirada optimista sobre el futuro de las mujeres en la sociedad?
Yo nací en Italia en 1952, cuando no había división entre la Iglesia y el Estado. Y nuestra constitución estaba basada en la religión. En 1976, los dos poderes se separaron. No había divorcio, y sin embargo mis padres se separaron, porque uno no puede evitar enamorarse de otras personas. Tuvieron relaciones que en su momento se llamaban extramaritales, aunque hubiesen formado una familia. Mis padres se pudieron casar después de nacer nosotros, porque finalmente obtuvieron una anulación del matrimonio. En esa época no había divorcio ni aborto. Las mujeres no podían tener propiedades ni cuentas bancarias. Hubo un enorme avance, y yo lo he experimentado.
Mi madre me decía que la actuación era una llamada para ella. En mi caso, fue seguir la tradición familiar”
Hoy es muy distinto, afortunadamente.
Veo las diferencias incluso en mis hijos. Mi hija ha ido a la universidad, y nadie cuestionó que tuviera una carrera o un master. Que yo fuera a la universidad fue excepcional. Fui la primera de mi familia que lo hizo. Mi hermana fue la primera en obtener un doctorado, y luego yo obtuve mi master. Mi tía ni siquiera fue a la escuela, era una mujer muy educada, pero lo aprendió todo por su cuenta. Ciertamente las cosas han cambiado mucho para nosotras. Hubo momentos en que ese avance fue muy lento, y otros como el actual, donde hay un retroceso, porque en todo el mundo hay una vuelta atrás con respecto al aborto y el control de la natalidad. Yo entiendo las razones del debate moral sobre estos temas, pero estoy convencida de que es un derecho esencial para las mujeres. Tenemos que poder decidir cuándo queremos ser madres.
¿Cree que hubiese podido ser una buena monja?
No lo sé. Me casé dos veces, me divorcié otras dos, tuve dos hijos. Me parece que no hubiese podido ser una buena monja.
Cuando me propusieron de nuevo ser modelo de cosmética, 23 años después, me sentí tan conmovida que me puse a llorar”
Pero si su vida hubiese tomado un camino diferente, ¿cree que tiene talentos que le hubiesen ayudado siendo religiosa?
Cuando iba a la escuela de monjas le pregunté a la que me caía mejor si le había resultado difícil convertirse en monja, y cómo lo había tomado su familia. Ella me contó que había sido difícil porque su madre quería ser abuela. Por eso en su familia estaban tristes, y le preguntaban si no le alcanzaba con ser devota e ir a la iglesia a diario. Querían que se casara y tuviese hijos. Fue una batalla para ella. Mi madre me decía que la actuación era una llamada para ella. En su generación no eran muchas las mujeres que podían tener una carrera. Mi madre decía que la actuación la había elegido a ella. En mi caso, la actuación era tradición familiar. A mi me encantaba estar en el set con mis padres. No me tuve que rebelar para ser actriz. Lo mío era una extensión de lo que hacía mi familia. Nunca fue una llamada ni una rebelión.
Usted fue la modelo mejor pagada del mundo y ahora volvió a trabajar con Lancôme. ¿Puede hablar sobre esa relación?
Sí, es fantástico. No esperaba volver y me volvieron a llamar 23 años después (risas). Me sorprendió mucho. La directora me dijo que cuando ella era más joven se sintió ofendida cuando me despidieron. Creo que la generación de mujeres más jóvenes se ofendía más por la discriminación por edad y la misoginia, mucho más que nuestra generación, que lo aceptaba porque estábamos acostumbradas. Cuando me pidieron que volviera, me sentí tan conmovida que me puse a llorar.
Su sentido del humor es fantástico y muy absurdo. ¿Es algo que heredó de sus padres?
Así es. Mi padre era una persona seria, pero también sumamente gracioso, al punto de que a veces tenía que salir de la habitación para recuperar el aliento. Mi madre tenía un sentido del humor muy ingenioso y encantador, le encantaba reirse. Siempre decía que el humor te permite sobrevivir a cualquier problema, que siempre y cuando puedas reírte de algo, es un recurso para sobrevivir y minimizar y superar los problemas. Así que hubo mucha risa en mi infancia. La risa era algo venerado y para nada condenado.