La voz de Mari Trini, ecos de libertad femenina
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Un libro y un documental recuperan a la compositora, cuyas canciones alentaban a la libertad de las mujeres
Mari Trini en un concierto en Bogotá en 1972 en su cima musical
Mari Trini, ¿te sientes sola?, le preguntan en 1975 a la por entonces cantante más famosa del país. “¿Sola?”, se extraña la entrevistada. “No, no, tengo a Claudette, a mis perros, mi casa…” Hacía tiempo que Mari Trini y esa mujer francesa, trece años mayor que ella, compartían techo, amistades y diversiones. Para la sociedad de la época eran, simplemente, dos señoras que vivían juntas. En ningún momento la artista justificó o maquilló la relación, aunque las revistas se empeñaran en presentar a su compañera como colaboradora, secretaria, amiga o asistente, la misma consideración que habían recibido, por ejemplo, las parejas de Marguerite Yourcenar o Gertrude Stein.
En la España de Mari Trini, con una ley vigente que obliga a las mujeres a pedir permiso al padre o al marido para comprar, vender o viajar, hay otros casos de los que nadie habla. Al menos, en público. La futura académica Carmen Conde, la primera en llegar a la docta institución, convive con Amanda Junquera. Gloria Fuertes, que sale en televisión con chaqueta, corbata y un humeante cigarrillo, intenta superar la temprana muerte de Phillys Burrows Turnbull, la americana de la que ha sido inseparable durante más de una década.
Mari Trini y su compañera durante décadas, Claudette
Mientras canturrean Yo no soy esa, todas estas mujeres, a las que habría que añadir actrices, periodistas, profesoras, reeditan, consciente o no, El círculo de costura, aquel selecto club que reunió a Greta Garbo, Marlene Dietrich o Barbara Stanwyck. En la oscuridad del franquismo, Mari Trini, Gloria Fuertes y un largo etcétera de famosas a las que no se les conoce novio, marido o protector son el espejo para muchas solteras atrapadas en el hogar paterno, en el convento o el matrimonio.
En un país masculino y singular, Mari Trini, Cecilia, María Ostiz, Ana María Drack, Mercedes Juste, Massiel… dan voz a las mujeres, las visibilizan más allá del arquetipo de muñeca de cera, chica ye-yé o el no somos ni Romeo ni Julieta que el franquismo tolera en pro de la modernidad.
En un país masculino y singular, Mari Trini, Cecilia, María Ostiz, Ana María Drack … dan voz a las mujeres
Como propugnan los movimientos feministas en EE. UU. y Europa, ese discurso nace de las mujeres y está dirigido a ellas para, desde ahí, extenderse a la ciudadanía. Ese proto feminismo hispano genera alguna confusión: “No soy feminista, ni política”, proclama Mari Trini, porque durante la dictadura ambos términos tienen connotaciones peligrosas y en democracia parecen socavar la independencia ideológica de quien los reclama.
Desde esa equidistancia, no siempre entendida, Mari Trini desafía otra censura más, la de la industria discográfica, tan temerosa de que cualquier mensaje transgresor pueda afectar al negocio. Sin embargo, ironiza sobre la mili y el adulterio (Señor Juez), describe relaciones triangulares entre mujeres (Ayúdala), se pone en la piel de esposas que conviven con un marido gay (Despiértame), denuncia la penalización del aborto (Como debe ser) y reclama que los amantes clandestinos puedan vivir sin exponerse (Cuando me acaricias, Una casa en el aire).
Mari Trini tocando la guitarra en1964
La forja de esa rebeldía había empezado muy pronto. La niña, a la que en los veraneos en la finca llaman “la marquesita”, porque pertenece a un clan de militares y aristócratas, pasa la pubertad postrada en una cama, sin más compañía que unos libros y una guitarra. A los diecisiete, el director Nicholas Ray, le ofrece el estrellato con un contrato leonino por delante y una oculta intención sexual, que la propia Mari Trini denunciaría después sin que nadie le diera importancia. Cuando en 1965 la contrata una multinacional en París, exige grabar sus propias canciones, como intentan hacer también Françoise Hardy, Janis Ian o Judy Collins.
En España, con la complicidad de Waldo de los Ríos, consigue ser la primera cantante en recibir un disco de oro con el álbum Amores. Después, Yo no soy esa se convertirá en un ícono. Durante más de una década, es la artista más contratada. El éxito le pasa, sin embargo, factura. Desde mediados de los ochenta, su discurso se queda corto para una sociedad que quiere pasar página, para unos movimientos feministas que, desde la calle y las instituciones, alientan los cambios que experimenta el país, para gente que abandona la discreción y pasea la bandera LGTBI. Debido a qué / estoy perdida, / no entiendo nada / de la movida. / ¡Maldita sea! / ¡Échame un cabo! / Que poco a poco / me estoy ahogando… canta angustiada en 1987.
Lo repitió mil veces: “yo no soy esa que tú te imaginas, pero nadie quiso enterarse”
Con la sensación de haber sido borrada de la historia de la canción de autor, en la que se citan solo nombres masculinos, encadenará varios fracasos artísticos. Olvidada, pasa sus últimos días en Murcia, siempre con Claudette y sus perros, sin caer en la tentación de acudir a un programa del corazón o provocar un titular sensacionalista para volver a los escenarios.
Quince años después de su muerte, una nueva generación ha descubierto a Mari Trini, cuya voz apenas suena en la radio, pero sí en la pantalla (Cuéntame, El cuerpo en llamas o Te estoy amando locamente) y en las manifestaciones del 8M, del Orgullo, en protestas feministas. El mensaje de Mari Trini resulta hoy tan nítido y natural como la vida de una mujer rebelde, capaz, incluso, de pilotar coches de carreras. Lo repitió mil veces: “yo no soy esa que tú te imaginas, pero nadie quiso enterarse”.