Ya hace mucho tiempo que no es el chico del póster colgado en todas las habitaciones adolescentes de los noventa. Con su sombrero de felpa canadiense, su camisa tejana, gafas de sol y manos cubiertas de anillos y tatuajes, el actor de 61 años ha preferido madurar como una leyenda del rock, que como un astro de cine al uso como, pongamos, Tom Cruise. Depp está como a medio camino, de ahí quizás que su banda guitarrera se llame Hollywood Vampires.
La cita es en el bar americano del Hotel Alfonso XIII, en Sevilla, donde aterrizó con su avión privado para presentar Modigliani, tres días en Montparnassse, su segunda película como director que se estrena el 28 de marzo, y asistir a una fiesta flamenca con Antón Álvarez, alias C. Tangana, y todo el equipo de su documental La guitarra flamenca de Yerai Cortés. Pero la fiesta se canceló, por respeto a las víctimas de la dana, con las que Depp se solidarizó públicamente.
Las personas crearivas somos hipersensibles”
El actor venía además de atravesar su propia tormenta –mediática–, a raíz de su polémica separación de Amber Heard, que le valió la cancelación en Estados Unidos. Aunque, si hace un lustro la Warner le invitó a salir de la franquicia Animales fantásticos, el rumor de su regreso a bordo de Piratas del Caribe es cada vez más ensordecedor.
Por lo pronto, ha dirigido una película sobre Amedeo Modigliani, interesante por sí sola, aunque más si se lee como una autobiografía del propio Depp: en su etapa parisina el pintor de rostros ovalados también fue muy sauvage. La liaba en los bares, consumía de todo, tiraba sus cuadros por la ventana, y mantenía una relación tormentosa con Beatrice Hastings, a la que da vida Antonia Desplat.

Depp sigue siendo la imagen del Sauvage de Dior, el perfume que se convirtió en uno de los más vendidos del mundo
La actriz francesa está sentada al lado de Depp, y se entusiasma con la idea de que su personaje se merecería una película para ella sola. “Era muy independiente, fue la Virginia Woolf de su tiempo, incluso se adelantó a Simone de Beauvoir y El segundo sexo... ¡Si Johnny se anima a dirigirla, estoy totalmente dentro!”, se lanza la hija del compositor Alexandre Desplat. “¡Me ha dado una idea!”, remata el actor-cineasta.
Tiene una extensa colección de arte, ¿algún Modigliani?
Tengo dos. Uno es un boceto con un poema y el otro un pequeño retrato en grafito de cuando era joven. Pero ninguno aparece en la película.
¿Se identifica con el joven Modigliani al que da vida Riccardo Scamarcio?
Sí, me identifico con los artistas como Modigliani, o con los actores, o escritores, que tienen la habilidad de ser ellos mismos, sin tener que disculparse por lo que son.

Riccardo Scamarcio encarna al artista bohemio Amedeo Modigliani en un París desgarrado por la guerra en 1916. Le acompañan Al Pacino, Luisa Ranieri, Antonia Desplat y Stephen Graham
En la película se ve al pintor dándose a toda clase de excesos, alcohol y drogas...
Sí, pero no estaba loco. Tampoco era un adicto al opio, ni a la heroína. Sí, bebía, fumaba hachís, setas alucinógenas y absenta. Era un poco como Baudelaire o Hunter S. Thompson que, al principio de Miedo y asco en Las Vegas, cita a Samuel Johnson: “Aquel que se convierte en una fiera se libra del dolor de ser un hombre”. Es una frase del siglo XVII. Hunter la puso ahí porque le definía. Definía a Baudelaire, a Picasso, y sí, por supuesto, también me define a mí. Es la definición perfecta de cualquier artista. Los artistas son personas hipersensibles. Hunter fue Hunter porque era hipersensible a todo lo que sus ojos, su corazón y su cabeza experimentaban en todo momento.
¿Algún recuerdo especial que conserve de él?
Me instalé durante algunas semanas en el sótano de su casa para aprender de él para prepararme para la película. Me apañó un cuarto al lado de lo que llamaba “la habitación de la guerra”, donde guardaba sus recuerdos, como los carteles de cuando se presentó a sheriff, y miles de cajas a las que llamaba su archivo. Metí la mano entre ellas, y encontré una carpeta en la que se leía Los diarios del ron. Era el manuscrito original de la única novela que escribió en su vida, porque Miedo y asco en Las Vegas no era una novela, sino periodismo gonzo. Eso fue hace veinte años, y él la había escrito de joven, en 1959. Nunca había vuelto a ella para acabarla, se publicó poco después.
Bebía absenta y fumaba hachís, pero no era un adicto”
Ahora vuelve a trabajar con Terry Gilliam, que le dirigió en Miedo y asco en Las Vegas. Interpretará a Satanás, ¿Cómo se prepara semejante papel?
Las posibilidades son infinitas. Lo único malo es que puede que me divierta demasiado haciendo ese papel (risas).
¿Se considera muy pecador?
Sí, he pecado mucho. Pero cada día limpio mis pecados en la ducha, y luego siempre empiezo a pecar de nuevo, porque siempre está el perdón.

Johnny Depp ha dirigido la película a partir de un guion de Jerzy y Mary Kromolowski, que está basado en la obra 'Modigliani' de Dennis McIntyre
Por cierto, ¿Cómo le ha sentado la victoria de Trump? No son ustedes muy amigos...
Vivimos tiempos horribles en los que pasan cosas horribles. Lo único que espero es que todo el mundo sea feliz. Eso es todo. La vida es un regalo, y lo más importante es saber disfrutar los buenos momentos, y yo he tenido la suerte de tener amigos muy sabios que me han aportado mucho.
Volviendo a Modigliani, la larga escena entre Scarmacio y Al Pacino hace pensar que la película habla de la mirada de los demás. ¿También se ve reflejado en el artista incomprendido por su tiempo?
Pacino interpreta a Maurice Gangnat. La escena es cuando se conocen, y se evalúan el uno al otro. Parece implacable con Modi, porque le compra sus cuadros por muy poco dinero, pero lo cierto es que al hacerlo aumentará su valor en el mercado. Es el eterno conflicto entre el comercio y el arte, que en el fondo son como el aceite y el agua. Modigliani está sentado enfrente suyo como un animal desesperado, pero Gangnat era quien determinaba el valor del artista.
¿Con quién se identifica más de los dos, el artista no reconocido o el coleccionista todopoderoso?
Yo solo soy el antipático maître que le recibe con cara de asco (Risas).
Por cierto, tengo que felicitarle, porque tiene usted una nueva generación de fans: mi hija de ocho años no para de ver Charlie y la Fábrica de chocolate.
Me alegro de haber puesto una sonrisa en la cara de su hija, pero pido perdón a todos los padres que tengan que soportar la molesta vocecilla de Willy Wonka en casa cada dos por tres: “¡Buenos días estrellitas, la tierra les dice hola!” (risas).

Johnny Depp, imagen de Dior Sauvage, se pone por segunda vez tras las cámaras para dirigir una película sobre el pintor : 'Modigliani, tres días en Montparnasse'
Esto último lo dice imitando la voz de Wonka, en otro momento también ha impostado a Scamarcio, con su acento italiano, y a Pacino, con su voz raposa. Depp conserva una cierta inocencia muy abrazable, incluso transmite fragilidad por estar permanentemente “protegido” por un nutrido séquito, que no dudan en intervenir en la conversación, cuando esta toma un cariz remotamente político –ya tuvo que disculparse una vez, cuando bromeó sobre el hipotético asesinato del presidente– o roza el rodaje de la adaptación de El diario del ron –cuando conoció a Amber Heard–.
A Depp, por fuerza, hay que resumirlo. La transcripción de la conversación no puede dar cuenta de lo alambicado de su discurso, entrecortado de puntos suspensivos, como si nos estuviera contando una historia de Isla Calavera en una posada jamaicana a altas horas de la madrugada.

Intenso y fresco, sigue siendo el perfume de Depp. Francis Kurkdjian (director creativo de perfumes de Christian Dior) ha creado su propia versión: Sauvage Eau Forte - 168 euros