Ya hace semanas que el verano llegó, y con él las ganas de comenzar a descansar y poner rumbo a nuestros destinos vacacionales predilectos. Bien lo saben algunos de los rostros más famosos de la televisión de nuestro país, como Ana Rosa Quintana, que comenzó el 2025 regresando a la franja de la mañana al frente de El programa de Ana Rosa, pero que más pronto que tarde podrá instalarse en uno de sus rincones favoritos en el estío. Uno de esos lugares a los que, para llegar, y tal y como cantaba antaño Raffaella Carrá, hay que poner rumbo al sur.
Se trata de Sotogrande. Ese enclave entre pinares, marismas y el azul del Mediterráneo que no es ningún pueblo al uso, aunque para muchos —y especialmente en verano— se convierta en un universo propio ajeno a la vorágine. Enclavado dentro del término municipal de San Roque, este rincón gaditano ha sido, desde hace más de veinte años, el refugio de la periodista. Un lugar donde el lujo y la calma conviven con la brisa marina, y donde ella ha levantado su particular santuario vacacional: una vivienda rodeada de vegetación, con vistas al campo de golf y un porche que parece hecho a medida para las sobremesas eternas del sur.
“Cada día es más bonito”
Sotogrande, el refugio estival de Ana Rosa entre polo y calma mediterránea
Corría el verano de 2016 cuando, frente al verde impecable del Santa María Polo Club, Ana Rosa compartía ante las cámaras de Europa Press su entusiasmo por el lugar: “Llevo viniendo veintitantos años. Cada día es más bonito, hay más cosas… Es un sitio de encuentro, bonito, al aire libre”. Aunque desde entonces han pasado casi diez años, su apego por este entorno parece haberse afianzado aún más con cada visita. De hecho, su hogar, en una de las zonas más cotizadas de la urbanización, le permite cada verano redescubrir ese anhelado equilibrio entre exclusividad y desconexión.

Vista panorámica de Sotogrande.
La cuestión es que Sotogrande no solo vive del recuerdo ni del ladrillo de alto standing. De un tiempo a esta parte, la urbanización es un hervidero de actividades durante el verano, que van desde torneos de golf y eventos náuticos hasta, por supuesto, el polo. Un deporte que, como ella misma admitía, “es para unos poquitos; los demás somos espectadores”. Y en ese mismo testimonio reconocía con humildad no haberse aprendido aún las reglas del juego, pero disfrutaba de la atmósfera: “Para la gente que no lo conoce, se quedan impactados. Me consta que viene gente de todas partes, específicamente aquí”.
Junto a ella, otros rostros conocidos también repiten cada año. La discreción del lugar —como si el anonimato se convierte en una especie de norma no escrita— ha atraído históricamente a personalidades tan variadas como Tamara Falcó, Froilán o la mismísima Sarah Ferguson. Todos encantadas por poder asistir a esas tardes de verano que se alargan entre cenas frente al agua del mar, entre paseos en barco o tardes de lectura al sol, en el marco de una rutina alejada del vértigo televisivo. Y si el cuerpo lo pide, que no falte el ‘pescaíto’ frito, la caballa con piriñaca o el atún encebollado que ofrecen los chiringuitos de la zona.
“Viene gente de todas partes”
La playa y la alta sociedad en una postal estival de contrastes en pleno Campo de Gibraltar
Aunque su magnetismo esté ligado a lo exclusivo, es reseñable que Sotogrande no es solo un decorado para la élite. La zona, que multiplica su población en temporada alta, se convierte también en un escaparate de estilos de vida, que va desde las playas semi vírgenes que rozan la laguna artificial hasta su puerto deportivo, con más de 1300 amarres, el lugar ofrece al visitante la posibilidad de navegar desde el Mediterráneo hasta casi tocar el Estrecho.

Uno de los campos de golf de la zona.
Todo ello a apenas unos minutos del Parque Natural de Los Alcornocales, donde la naturaleza parece imponerse con una presencia rotunda. En este entorno, entre lo salvaje y lo diseñado con esmero, la que fuera conductora de TardeAR hasta finales del pasado año encontró su rincón. Ese refugio donde, como ella misma reveló en aquel verano ya lejano, cada vez le gusta más. De ahí que no importa que los años pasen, y cuando el calor aprieta tenga claro que es hora de poner en práctica aquello de que hay que venir al sur.