Erdem, el atlas de las obsesiones del modista que viste a las estrellas de la alfombra roja

Creadores

Entrevistamos al joven prodigio que se ha hecho mayor y celebra veinte años en la moda con la publicación de un libro y de su colección en la Fashion Week de Londres 

Volúmenes, estampados, rayas y bordados en una editorial para ‘Elle UK’ en el 2018

Volúmenes, estampados, rayas y bordados en una editorial para ‘Elle UK’ en el 2018

Photography by Liz Collins

“Siento que he estado con mi terapeuta”, dice Erdem Moralıoğlu (Montreal, 1977) al terminar la entrevista. La frase podría servir de prólogo a sus dos últimos años: un tiempo dedicado a bucear en archivos, cuadernos y recuerdos para conmemorar un aniversario crucial. El 21 de septiembre regresa a la pasarela de Londres, veinte años después de su debut, con la independencia que le otorga una visión inquebrantable. La misma que le ha valido premios, le ha atraído inversores, le ha permitido resistir las seducciones corporativas y capear las convulsiones del mercado.

En el camino ha vestido a mujeres como Keira Knightley, Cate Blanchett o Michelle Obama con prendas hiladas a partir de relatos literarios e históricos: desde Orlando, de Virginia Woolf, hasta las memorias de la duquesa de Devonshire o la figura eclipsada de Adele Astaire. Su rebeldía nunca se ha expresado en gestos radicales, sino en la obstinación de seguir creando belleza incluso cuando el mundo parecía haberla olvidado. 

Regresa a la pasarela de Londres, veinte años después de su debut

Dos décadas después, aquel joven prodigio se adentra en el territorio de los maestros y lo celebra con un libro retrospectivo —editado por Rizzoli, con prólogo de Anna Wintour— que convierte su recorrido en un ejercicio de memoria y de introspección.

En el proceso de hacer el libro, ¿se topó con algo que había olvidado por completo?

Al principio hay una entrevista con Sarah Mower y para ella tuve que revisar ilustraciones de cuando era niño y de mis años de universidad. Fue muy bonito volver a mirar esos cuadernos de bocetos de estudiante. Pasa algo curioso: crees que los has olvidado, pero están grabados al fondo de la mente. En cuanto los ves, regresa todo: recuerdas dónde te sentabas en clase, al profesor, el ambiente. Me devolvió a esa etapa en la que el mundo se abría y cualquier cosa parecía posible; una sensación de expectativa y emoción muy viva.

El creador en su atelier en el 2012; hoy tiene un equipo de más de sesenta personas, retratado al final del libro

El creador en su atelier en el 2012; hoy tiene un equipo de más de sesenta personas, retratado al final del libro

Photography by Toby Knott

¿Hubo recuerdos que resultaran distintos a como los conservaba?

Creo que solemos aferrarnos a lo muy malo o a lo muy bueno, y casi nada a lo que queda entre medias. Yo tiendo a recordar ese tiempo como algo increíble y estimulante, y quizá olvido parte de las dificultades. Miro atrás con mucha nostalgia y cariño, pero, por supuesto, también fue un periodo muy exigente.

¿Puede evocar un momento especialmente desafiante que hoy recuerde con claridad?

Sí. En el Royal College, cuando Alber Elbaz fue tutor, nos pidió un proyecto sobre una mujer a la que no conociéramos. La propuesta consistía en inventar una historia en torno a alguien ajeno. Ese ejercicio me abrió la mente a la posibilidad de incorporar la narración a una colección, de tejer relato y prenda. A partir de ahí, en cierto modo, todo cambió. Alber me enseñó algo crucial en un momento crítico.

Me interesaba que un estudiante pudiera abrirlo y comprender quién soy”

Revisitar el pasado forma parte de su proceso creativo. ¿Revisitar su propio pasado le resultó igual de natural?

Fui muy abierto en las entrevistas, muy directo y personal. No fui del todo consciente de cuánto hasta que vi el libro impreso. Entonces pensé: “es muy íntimo”. Hablo de cómo conocí a mi marido, de inseguridades y retos de los años de estudiante. Es un libro honesto. También me interesaba que un estudiante pudiera abrirlo y comprender quién soy: como diseñador, como creativo y como persona. No es un recorrido cronológico: ni las musas ni las colecciones aparecen ordenadas; lo mismo ocurre con la sesión con Guinevere Van Seenus. Más que una cronología, es una manera de entender mi práctica, mi método y, sobre todo, lo que pasa dentro de mi cabeza. Y eso, impreso, te hace sentir un poco expuesto… pero no me arrepiento.

Quizá el libro demuestra que al contar historias de otros con sus colecciones también está contando al suya.

Exacto. Cuando pienso en la colección sobre Stella y Fanny, en la cuestión del género, de la herencia o de la independencia, incluso en el duelo, veo hilos que se repiten. Me gusta volver sobre ellos porque son personales. El libro, aunque no fuera mi intención al principio, también lo es.

La actriz Hunter Schafer desfiló con la colección Primavera/Verano 2019

La actriz Hunter Schafer desfiló con la colección Primavera/Verano 2019

Photography by River DeLieto

Si tuviera que titular el primer capítulo de su marca y el capítulo actual, ¿qué nombres les pondría?

El primero se titularía Mind the Gap, como el aviso del metro: avanzar, pero con conciencia. Para el presente, me quedo con una cita de Emily Dickinson que aparece en la contraportada: Forever is composed of now’s. La eternidad se compone de instantes. El tiempo pasa, sí, pero cada ahora tiene algo de permanente.

¿Hay algo en su historia que le gustaría que hubiera sido de otra manera?

No creo en el arrepentimiento: es insano y te corroe. Lo único que desearía es que mis padres estuvieran aquí. El libro está dedicado a mi madre, gran bibliófila. Mi padre murió cuando yo era joven. Siento ese hueco; me habría gustado que vivieran este momento. Si algo cambiaría, sería eso: que ellos siguieran aquí, especialmente mi madre.

Lara Stone en una editorial de moda del 2011 para ‘Self Service Magazine’

Lara Stone en una editorial de moda del 2011 para ‘Self Service Magazine’

Alasdair McLellan - Art Partner

¿Este balance de veinte años le añade presión para los próximos veinte?

Curiosamente, no. Cuando pienso en capítulos como “conversaciones imaginarias” o “mis obsesiones”, solo puedo imaginar cuántas más conversaré y cuántas nuevas obsesiones tendré en veinte años. Sinceramente, lo siento más como un comienzo que como un cierre. En nuestra industria, cumplir veinte años a veces se vive como una señal de que has sobrevivido a algo. Yo lo percibo de otro modo: es el inicio de otra fase. Y no me siento tan distinto de cuando era estudiante; ni siquiera me siento de la edad que tengo—si quiere, escriba que tengo 37 en lugar de 47.

Si su libro cayera en manos de alguien dentro de cincuenta años, que no le conozca ni sepa nada de moda, ¿cómo imagina que lo leería?

Ojalá con la misma curiosidad con la que fue hecho. Siempre he sido muy curioso; por eso me interesan escritores como Hanya Yanagihara, dramaturgas como Polly Stenham, críticos como Charlie Porter, comisarios como Nicholas Cullinan, y tantos otros—personas con miradas muy distintas que están en el libro. Me gustaría que quien lo abra lo haga con los ojos bien abiertos, igual que yo al crearlo.

Ahora imagine que es su yo más joven quien hojea el libro. ¿Qué pensaría?

Creo que se interesaría por comprobar cómo aquello que me obsesionaba de joven sigue fascinándome. Se sorprendería de cuánto ha cambiado todo y, a la vez, de cuánto permanece igual. Hay cosas que le asombrarían—colaboraciones o encuentros concretos—, pero al ver las colecciones diría: “entiendo esta fascinación; siempre ha sido la misma”.

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