Miro Mišljen, los sueños Barbie-punk del ‘chico malo’ de la moda

Creadores

El diseñador esloveno afincado en Barcelona fabrica prendas eternas que llenan el alma

El diseñador tiene su taller en el Barri Gòtic

El diseñador tiene su taller en el Barri Gòtic

Nathan H.

“Hago vestidos para personas que no tienen miedo de expresarse”, dice el diseñador esloveno Miro Mišljen en la Galería C6, en el Barri Gòtic en Barcelona, donde se instaló permanentemente hace once años. “Es solo que hoy en día ya no hay tanta gente que quiera verse diferente”, continúa. Señala desde vestidos de novia hasta trajes estilo pastel de color rosa, mientras sostiene sobre el hombro otro diseño propio: un bolso azul inspirado en la textura del algodón de azúcar. 

Esta desconexión con las últimas tendencias lo ha acompañado desde sus inicios como diseñador experimental en Eslovenia, lo que le valió el apodo de chico malo, porque nunca se conforma. “Tengo tantos clientes que se prueban un diseño mío, se ven fantásticos, y luego comentan: ‘Me encanta... pero ¿qué dirá la gente?’”, transmite el diseñador. “Tienen miedo de llevar el vestido aunque su alma lo ame”.

Hago vestidos para personas que no tienen miedo de expresarse”

Mientras Mišljen camina por la galería, descuelga algunos vestidos de un perchero. “Este atuendo es independiente de la persona que lo lleva”, se pronuncia sobre una prenda de alta costura con partes de grafiti. “Puedes llevarlo de una forma loca, punk o estilo Barbie”. El diseñador sabe que ya no tiene ningún control una vez que vende un diseño. “Siento que solo hago el 50% del trabajo. La otra mitad siempre la hace la persona que lo viste”.

Lo sobrenatural también tiene un papel en el trabajo de Mišljen. En varias ocasiones, cuando se queda atascado con una idea, la solución le llega en un sueño, ya sea en forma de un boceto poco definido o de una instrucción sobre cómo cortar una tela testaruda. Cuando sucede, Mišljen lo trata como “magia que no puedo controlar”. Desde hace tiempo considera esas mejoras soñadas como parte de un proceso caracterizado por la fe que tiene Mišljen en sus diseños.

El diseñador crea a partir de telas que nadie quiere

El diseñador crea sus diseños a partir de telas que nadie quiere

Yulia Plakhtnikova

Las telas huérfanas son una constante en los sueños del diseñador. “Siento la obligación de usar las telas que nadie quiere comprar”, explica. “Siempre intento sacar el máximo provecho de lo que me rodea”. Esto alimenta lo que Mišljen describe como su verdadero desafío: “Tomar algo impopular y hacerlo deseable”. Ha sido así desde sus días en el pueblo de Bovec, Eslovenia, no lejos de Liubliana. La aldea, con su río de tonos verde y azul, rodeada de montañas cuyos picos nevados eran perfectos para esquiar, le despertó el deseo de convertirse en artista. Mišljen aún recuerda la evaluación de una profesora de Plástica del instituto: “Me encanta tu trabajo. Encuentras materiales y estampados tan feos y luego los combinas en un look que hace exclamar ‘guau’”.

A los 20 años, Mišljen apostó por sus sueños. Tras pasar un semestre estudiando diseño de interiores, abandonó la carrera y abrió un taller en Liubliana, dando paso a un periodo de tres años de pura experimentación. “Fue una época en la que pude probar mucho”, transmite. “Cuando una persona joven se foguea tanto, hace cosas buenas y no tan buenas; los críticos se fijan en lo peor y te colocan esa etiqueta para siempre”, avisa.

“Si hubiera tenido que irme a vivir a la calle, lo habría hecho con tal de seguir adelante”

Aun así, sus éxitos lo alimentaban y le permitieron reunir a una clientela fiel en Eslovenia, aunque sus clientes habituales no siempre comprendían su visión, y le pedían regularmente que hiciera cambios en sus diseños finales. A regañadientes, para seguir cobrando, cedía.

Después de tres años a fuego lento en su país natal, Mišljen se sintió estancado en una rutina diaria. Cerró su negocio y se fue a India. Seis meses de viaje lo llevaron después a Belgrado, donde pasó cuatro años sumergido nuevamente en el mundo de la moda. Su siguiente movimiento —a Barcelona— fue decisivo. Esa mudanza ya se había sembrado a los veinte años, cuando Mišljen viajó como turista a Barcelona y quedó prendado. A pesar del esplendor natural en el que creció, fue el paisaje de Barcelona lo que le conquistó. “El hermoso cielo azul de aquí no se ve en ningún otro lugar del mundo”, describe.

Vestido de punto de colores combinados

Vestido de punto de colores combinados

Yulia Plakhtnikova

Sin embargo, en Barcelona se topó con un problema similar. Tras una colección inicial que no se vendió bien, se enfrentó a las mismas preguntas de siempre: ¿Debería adaptar su estilo al mercado? Decidido, Mišljen recuerda que se mantuvo firme. “Le escribí a un amigo: ‘Me gusta esta colección y voy a seguir haciéndola aunque no sobreviva. No voy a ceder’”.

Mišljen recuerda esa decisión con estoicismo: “Si hubiera tenido que irme a vivir a la calle, lo habría hecho con tal de seguir adelante. Una vez que decidí eso, empezó a suceder la magia y mi trabajo se volvió más exitoso. Cuando realmente estás seguro de lo que haces, el universo empieza a entenderte”.

Dos veces al año, Miro Mišljen regresa a Eslovenia para montar una colección cápsula. Los mismos clientes que hace quince años pedían ajustes en sus diseños durante su etapa más experimental siempre pasan a visitarlo. Compran las prendas más recientes de Mišljen tal como lo hacían en ese atelier en Liubliana, pero con una diferencia clave: “Ya no tienen la última palabra”, señala el diseñador.

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